David y Jonatán:
Una relación más de la Biblia
Los cristianos más conservadores están muy habituados a emplear la Biblia para justificar su homofobia. Son varios los pasajes del texto sagrado en los que se condena de manera más o menos explícita a los gays. Pero en medio de tantos argumentos en contra también se pueden encontrar otros que si no están directamente a favor sí que plantean dudas razonables. Es el caso de la historia del Rey David y Jonatan.
Todo el mundo conoce a grandes rasgos la historia de David, un pastor humilde que se convierte en un héroe para los israelitas después de derrotar al gigante del ejército de los filisteos, Goliat, con una certera pedrada de su honda y que tras su enfrentamiento con el Rey Saúl acaba siendo nombrado rey de Israel. La parte que suele quedar oculta es la especial relación que unió al futuro monarca con el hijo de Saúl, Jonatan, y que tiene todos los elementos de la clásica historia romántica: besos, abrazos, encuentros a escondidas, pactos de amor eterno…
David se encuentra por primera vez con Jonatan después de derrotar a Goliat, que llevaba cuarenta días desafiando a los campeones del ejército hebreo. Saúl lo hace llamar a su tienda y allí se encuentra con Jonatan. Nada más conocerse, el texto bíblico prácticamente habla de un flechazo: “Y así que él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatan fue ligada con la de David, y lo amó Jonatan como a su alma” (1 Samuel 18-1). No solo eso, hicieron un pacto: “E hicieron alianza Jonatan y David, porque él le amaba como a su alma. Y Jonatan se desnudó la ropa que tenía sobre sí, y se la dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, y su arco, y su talabarte”, explica el mismo texto en los versículos siguientes.
Pero la historia todavía va más allá. Posteriormente, cuando el rey Saúl comienza a tener malas intenciones hacia David, Jonatan le protege de la ira de su padre y renuevan la alianza de “amistad”. Resulta muy significativas las palabras con las que el todavía rey recrimina a su hijo la relación con David, que ha tomado tintes secretos, con encuentros a escondidas en el campo: “Entonces Saúl se enardeció contra Jonatan, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para confusión tuya, y para confusión de la vergüenza de tu madre?” (1 Samuel 20-30).
Especialmente emotivo resulta el encuentro posterior de los dos “amantes” en el campo, cuando Jonatan le comunica que su padre tiene intención de matarlo. Entonces “se levantó David de la parte del mediodía, y se inclinó tres veces postrándose hasta la tierra: y besándose el uno al otro, lloraron el uno con el otro, aunque David lloró más. Y Jonatan dijo a David: Vete en paz, que ambos hemos jurado por el nombre de Jehová, diciendo: Jehová sea entre ti y mí, entre mi simiente y la simiente tuya, para siempre” (1 Samuel 20-41,42). Prácticamente un voto de unión ante Dios.
El resto es historia. La maldad y las malas decisiones de Saúl acaban llevándole a la muerte junto a su hijo Jonatan en la batalla de Gat, otra en la larga guerra contra los filisteos. Posteriormente, David recibe la noticia de la derrota y de nuevo resulta muy significativo su lamento: “Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatan, que me fuiste muy dulce: Más maravilloso me fue tu amor, que el amor de las mujeres”.
La interpretación oficial de esta historia habla de una fuerte amistad o de una especie de amor platónico. David en textos posteriores se caracterizaría, entre otras muchas cosas, por las amantes y concubinas que tuvo, además de varias esposas. Queda a la interpretación de cada lector el grado de intimidad que existía entre ambos personajes, pero las propias Escrituras dejan traslucir una relación que va más allá de una amistad.