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General: La situación de los gays en Alemania y en Cuba- Los eternos perseguidos
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: cubanet20  (Mensaje original) Enviado: 12/08/2015 18:22
 
HOMOSEXUALES EN CUBA:
 LOS ETERNOS PERSEGUIDOS DEL CASTRISMO
La situación de los homosexuales en Alemania hasta la época nazi
Cuando Alemania completó su proceso de unificación se introdujo en 1871 en el nuevo Código Penal un artículo que castigaba con penas de prisión las relaciones sexuales entre hombres.
  
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Los nazis cosían triángulos rosa en los uniformes de los acusados de actos homosexuales
Los nazis y la homosexualidad
Cuando Alemania completó su proceso de unificación se introdujo en 1871 en el nuevo Código Penal un artículo que castigaba con penas de prisión las relaciones sexuales entre hombres. El artículo número 175 señalaba lo siguiente: “la fornicación/lujuria contra natura realizada entre hombres o de personas con animales se castigará con pena de cárcel; también se podrán retirar los derechos civiles”. Esta penalización recogía el punto de vista conservador prusiano de su propio código frente a otros mucho más liberales, como los de Baviera o Hannover que, ya en la primera mitad del siglo XIX habían despenalizado dichas relaciones, fruto de la influencia francesa. En 1913 se estableció una aclaración sobre lo que significaba la “fornicación/lujuria contra natura”, que quedaría definida como “acciones similares al concúbito natural”, pero como esta definición era un tanto ambigua, se dejó a la interpretación de los jueces.

En el año 1900 se aprobó una ley que prohibía la publicación y venta de libros e imágenes lujuriosas, con fuertes penas pecuniarias y de cárcel.

Los socialdemócratas comenzaron a luchar a finales del siglo para que el Parlamento alemán aboliera el artículo 175. Se hicieron eco de la campaña que había emprendido el psiquiatra Magnus Hirschelfd y su Comité Científico-Humanitario contra el mencionado artículo. Auguste Bebel declaró en 1898 que la policía de Berlín tenía listas tan largas de homosexuales y que abarcaban todas las clases sociales que el Estado prusiano se vería obligado a construir dos nuevas cárceles. Bebel se refería a las “listas rosas”, “listas de homosexuales” o “listas de sospechosos de homosexualidad”. El calificativo de “rosas” debió aparecer mucho tiempo después, terminada la Segunda Guerra Mundial. En esas listas se incluían a los que acudían a los baños públicos en busca de sexo anónimo o frecuentaban determinados ambientes.

En la época de la República de Weimar se mantuvo e intensificó la represión contra los homosexuales, pero el grado de la misma no fue uniforme en todo el país. Al parecer, en las ciudades de Berlín y Hamburgo había un grado de mayor tolerancia por parte de la policía, frente a lo que ocurría en otras ciudades. En esta época se crearon unidades policiales específicas para perseguir a los homosexuales y se siguieron elaborando las “listas rosas”.

La batalla legal iniciada a finales del siglo XIX por los socialdemócratas contra el artículo 175 comenzó a tener sus frutos en la segunda mitad de los años veinte. Importantes intelectuales, escritores, artistas y científicos alemanes apoyaron dicha abolición. Entre ellos, habría que destacar a Thomas Mann, Rainer Maria Rilke, George Grosz, August Bebel, Karl Kaustky, etc.. En una comisión parlamentaria del año 1925 se propuso eliminar el artículo 175 y sustituirlo por otros dos, intentando penalizar solamente los casos con agravantes, es decir, de aquellos de hombres que ejerciesen una posición de poder para conseguir sexo con otros hombres, los que acudiesen a la prostitución y los que tuviesen relaciones sexuales con menores de 21 años. Bien es cierto que se mantenía la discriminación pero en el proyecto de reforma del Código Penal de 1929 se despenalizaba el sexo entre hombres adultos. Pero dicha reforma nunca entró en vigor. Todo se paralizó cuando los nazis irrumpieron con fuerza en el Parlamento e hicieron imposible la formación de una mayoría para conseguir aprobar la reforma.

UN POCO MÁS DE LA HISTORIA
Los nazis perseguían a los homosexuales, los hacían hacer trabajos forzosos y, a veces, hasta los castraban. Para hacerlo, los alemanes se basaban en el Párrafo 175 del código criminal alemán que, desde 1871, prohibía "la indecencia anormal" entre hombres. Los nazis ampliaron la ley ypersiguieron a los homosexuales por sólo mirarse o tocarse.

El Museo del Holocausto de Washington, adonde concurren 2 millones de visitantes por año a saber algo más sobre la persecución de los judíos en el régimen de Hitler, decidió concentrar sus exhibiciones en otros grupos y empezó por los homosexuales. Durante dos años, los investigadores del museo rastrearon registros, principalmente en Alemania. El resultado sombrío es "La Persecución Nazi de los Homosexuales, 1933-1945", una exhibición que estará abierta hasta el 16 de marzo en el museo de Washington.

Si bien decenas de miles de homosexuales fueron encarcelados y muchos de ellos asesinados, algunos contaron sus historias, entonces o varios años más tarde. Aún décadas después de la victoria aliada, fueron objeto de las mismas acusaciones criminales que había utilizado el régimen de Hitler para perseguirlos. La ley fue abolida en 1994 y recién en mayo del año pasado estos "convictos del Párrafo 175" fueron perdonados por el gobierno alemán.

Robert Odeman, por ejemplo, que escribía canciones de cabaret, fue sentenciado por delitos homosexuales en Berlín y enviado a prisión. Después de ser liberado, la policía lo volvió a arrestar, mencionando sus cartas a un amigo medio judío. Odeman fue enviado a un campo de concentración, de donde escapó en 1945. Murió en Berlín 40 años más tarde sin saber que su historia sería parte de un esfuerzo por recordar a otras víctimas del Holocausto, que incluyen no sólo a los homosexuales, sino también a los discapacitados, los gitanos, los polacos, los prisioneros de guerra rusos y los testigos de Jehová.

El museo montó la exhibición en torno a registros nazis extremadamente meticulosos. Fotografías, historietas y piezas de arte de la época muestran que la aniquilación de la homosexualidad se había convertido en una prioridad para los nazis, a pesar de que un gay manifiesto como Ernst Röhm, jefe de los milicianos nazis, ayudó a que Hitler llegara al poder. Cuando fue asesinado en 1934, se eliminaron las barreras para perseguir a los homosexuales, y homosexualidad y traición pasaron a ser lo mismo.

En un país donde los vínculos entre grupos de jóvenes varones comenzaban a temprana edad, los nazis hicieron una campaña pública que condenaba los actos "indecentes". Sin embargo, "se detectó un considerable número de casos de actividad homosexual en todos los sectores del aparato nazi, desde los milicianos hasta la Juventud Hitleriana", dijo Geoffrey Giles, un historiador de la Universidad de Florida. Los nazis sostenían que debía corregirse este comportamiento, porque la homosexualidad amenazaba a las futuras generaciones de Alemania ya que nacerían menos niños. Las lesbianas, en cambio, muchas veces eran perdonadas, porque podían ser reeducadas para asumir roles de esposas y madres.

Para 1936, el líder de la Gestapo Heinrich Himmler había establecido la Oficina Central para Combatir la Homosexualidad y el Aborto y se legalizó la vigilancia de los gays. En total, fueron arrestados unos 100.000 hombres, acusados de actos homosexuales. Aproximadamente la mitad fueron condenados y enviados a la cárcel. Alrededor de 15.000 fueron enviados a campos de concentración, donde se les cosían triángulos de color rosa en los uniformes.

Sin embargo, ninguna ley impedía que los homosexuales formaran parte del ejército alemán. El Partido Nazi temía que una excepción "pudiera excluir a unos 3 millones de hombres", dijo el profesor Giles, que está escribiendo un libro sobre los homosexuales y el partido. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, los homosexuales pudieron incorporarse a las filas de manera legal. Unos 7.000 hombres condenados ingresaron al servicio militar, donde eran utilizados en misiones suicidas en el frente de batalla.

Los nazis hacían una distinción entre los sentenciados que habían "aprendido" su comportamiento de otros y los "incorregibles", que buscaban pareja de manera activa. Los llamados incorregibles eran enviados a campos de concentración y, en 1943, los comandantes de los campos recibieron autorización de castrarlos. La exhibición incluye una fotografía en una mesa de operaciones.
 
 
Nuevatribuna
 
HOMOSEXUALES EN CUBA:
 LOS ETERNOS PERSEGUIDOS DEL CASTRISMO
Continua.


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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 12/08/2015 18:46
HOMOSEXUALES EN CUBA:
LOS ETERNOS PERSEGUIDOS DEL CASTRISMO

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                Por Carlos Wotzkow
¿Dejaría el cubano de bailar con Willy Chirino si alguien les dijera que este gallo es homosexual? ¿Le quitarían el título de reina de la salsa a Celia Cruz si alguien demostrara que ella es un transexual? ¿No hacen uso orgulloso de la música de Ernesto Lecuona, o de Ignacio Villa (Bola de Nieve) todos los cubanos desperdigados por el mundo? ¿No disfrutan con la lectura de Lezama Lima, Reinaldo Arenas y Calvert Casey todos aquellos que gustan de las buenas obras literarias? ¿Quién no ha visto y admirado algún film del inmejorable Nestor Almendros? ¿No son acaso suficientemente bellos y altamente codiciados los cuadros de Amelia Peláez y Cervando Cabrera Moreno? Entonces, ¿por qué tanto desprecio contra los homosexuales? ¿Tiene alguien miedo a que se le pegue la homosexualidad?
  
Hace más de un año desertaron en Suiza 2 miembros de la delegación cubana que asistió al Congreso Mundial del SIDA en Ginebra. Para la seguridad del estado cubano, abandonaron la causa socialista dos gusanos más, pero para Fidel, ello era una pérdida irreparable: perdía dos ratas con las que experimentaba en su macabro laboratorio antihumano. Sin embargo, no voy a hablar aquí de la aterradora historia de estos cubanos pues sé que su dolor necesita de algún tiempo y mucho espacio para ser narrada, pero si quiero alertar sobre una pesadilla que, aún sin terminar, lleva varios años ocurriendo e ignorada.
 
Muchas veces, cuando un cubano llega a Suiza y entabla contacto con los ciudadanos de este país, hay un tema que como aperitivo indigesto nos obligan a tocar. Es además, una de las razones por la cual algunos suizos sienten todavía cierta simpatía por la revolución cubana. Ese tema, es el de la salud pública, que para muchos significa la atención médica gratuita de toda una sociedad, pero que no es más que la propaganda dirigida a hacer creer a los poseedores de un seguro médico helvético de que en Cuba la salud está garantizada. Sin embargo, la historia del SIDA en Cuba puede ser vital al demostrar que esa atmósfera de encanto es en realidad una tiniebla, y que por ella son muchos los que no pueden ver todo lo que hay detrás de contaminado y cuestionable.
 
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Cuando se supo que el escritor Reinaldo Arenas estaba enfermo de SIDA, muchos de los comentarios emitidos por la UNEAC estaban encaminados a demostrar que la desgracia del escritor era un lógico y merecido castigo por su homosexualidad. Los hubo incluso que llegaron a afirmar que todos los que siguieran sus pasos correrían la misma suerte, y que sólo aquellos que mantuvieran su fidelidad a la causa socialista escaparían a ese mal. O sea, el SIDA, era un mal ajeno a los homosexuales revolucionarios y resultaba, por obra y gracia del castrismo, una enfermedad políticamente curable. Poco tiempo después, el virus apareció en Cuba de forma masiva, pero no por el libertinaje homosexual como muchos intentaron entonces acuñar, sino por el retorno de los miles de internacionalistas que llegaban infectados desde Angola.
 
La primera medida represiva que tomó Fidel ante la dimensión desconocida de la enfermedad fue la de encerrar en un campo de concentración a las afueras de Santiago de las Vegas a un pequeño grupo de prostitutas y homosexuales que, según la prensa, llevaban una "vida inmoral y disipada con turistas". Pero como que el virus había entrado como una invasión junto a las fuerzas armadas desde Angola, una avalancha a modo de revancha vino a contaminar (como ironía del destino), no sólo a los homosexuales, sino a muchos de los soldados y oficiales más galardonados del país. A tal nivel llegó el auge de los sodomitas uniformados del MINFAR, que los sidatorios (así se les llamó a los campos de concentraron para los enfermos) se decuplicaron.
 
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Luego, surgió la propaganda televisada que hacía creer a la población que aquellos enjaulados se la pasaban bien, que comían maravillas y que vivían de lo mejor. Según la lluvia informativa del gobierno, cada enfermo tenía una habitación privada y gozaba del respeto de las autoridades sanitarias. Pero cuando las autoridades intentaron convencer al mundo de que aquella reconcentración era humana, ya muchos en La Habana se infectaban ellos mismos para ser internados en los campos donde al menos fornicar estaba permitido. Corría entonces la década del 80 y La Habana, que nunca había sido una ciudad famosa por el comercio de la carne durante su etapa republicana, se hizo, por decreto revolucionario, el mercado carnal y homosexual más grande del mundo socialista.
 
Muchos son los europeos que desconocen que el origen de los campos de concentración y exterminio comenzaron en Cuba en 1896, pero muchos más no saben que en ellos perdieron la vida miles de cubanos. Admitirán tal vez que en Cuba se estrenó por primera vez en la historia de la humanidad esa cruel iniciativa. Pero ni soñando creerían que fue puesta en práctica por orden de un militar español llamado Valeriano Weyler (1838-1930) y a cuyas órdenes también asesinaba, con los grados de lugarteniente, el padre de Fidel. Quizás sepan los que apoyan aún la "Cuba Socialista" que aquella experiencia fue empleada luego en Sudáfrica, Europa y Vietnam, pero jamás sospecharían que volvió a la isla como una aptitud heredada de un gallego con barba. Y efectivamente, a los métodos de exterminio físico y social que Fidel Castro llevó a cabo contra miles de cubanos por causas políticas desde 1959, hubo que sumar desde entonces la reconcentración forzada de los seropositivos a finales del 80.
 
En febrero de 1988, cuando se llevó a cabo en todo el país un masivo control sanitario en busca de todos los ciudadanos libres que aún portaran el virus, el objetivo del gobierno no era el de atender gratuitamente a esa población afectada, sino el de utilizarla como excusa por la cacería de homosexuales que habían iniciado desde 1963. Fue ese año en el que quedaron saturados los campos de concentración a las afueras de La Habana, pero no sólo con los homosexuales infectados, sino con algunos sanos a los que también diagnosticaron contagiados. O sea, contagiados de libertad sexual a los que había que reprimir a golpes y a escondidas. A los que se hacía necesario aislar de la población heterosexual y la familia, pero sobre todo, a los que utilizarían para probar todo tipo de medicamentos sin pensar en el derecho humano. Fidel Castro, el líder de la salud pública gratuita, quería obtener resultados médicos antes que los americanos, pues si ello ocurría, la venta de la vacuna probada en el cubano lo enriquecería de inmediato.
 
En Junio de 1998, después que muchos de los campos de concentración ya habían cerrado por la ausencia de recursos para investigar en ellos, el gobierno de Castro se vio obligado a traer a Congreso Mundial del SIDA en Ginebra a un grupo de enfermos cubanos para mostrarlos como los mejores conejillos que aún quedaban en las indias. Así es que llegan a Suiza el especialista en radiología del Instituto Pedro Kourí y un filólogo interesado en el teatro. Dos pacientes que sobrevivían en Cuba gracias a las medicinas que les enviaban sus familias desde el exterior, pero que debían leer una cartilla preparada y muy distinta de su realidad. En otras palabras, ellos debían reafirmar los magníficos cuidados que habían recibido del gobierno revolucionario del que ahora decidían desertar a pesar de su bondad y magnánima atención.
 
Al igual que los homosexuales, hay en Cuba y en el exilio otro grupo de individuos a los que sus ideas y profesión no les permite clasificar de "machos puros". Ellos, son también un buen ejemplo a los que acudir en busca del horror gratuito que les dio Fidel. Un tirano que no se ocupa tan siquiera de acoger en un albergue a los mendigos que pululan por las calles de La Habana, pero que viene a Suiza a hablar de democracia y demostrarnos que su gobierno es un enfermo deficitario de ética y carente por completo de moral. Por tener un dictador así, hoy también piden asilo en Suiza más de una docena de cubanos a los que la revolución socialista de Fidel les negó su libertad. Por ello, están aquí, y a la espera de alguna protección, músicos como Abdiel Montes de Oca, un magnífico pianista de música culta cubana, o gerentes de turismo como Orlando Alonso Avila, al que la nostalgia impone exquisitas recetas culinarias de una Cuba sin Fidel.
 
El costo con que el gobierno cubano ha asumido en la concentración de los enfermos de SIDA está incluido en el mismísimo presupuesto con que costea los hospitales psiquiátricos para disidentes políticos. Por eso, la gratuidad de la salud en Cuba es tan discutible como los objetivos que persigue. En aquella hermosa isla todo el que aspire a llevar la vida a cuestas debe pagarla antes con mentiras o silencio. Unicamente así, encarcelando a los enfermos, es que le resulta posible a Fidel Castro contar con una reserva de sexo saludable que ofrecer a los turistas. Turistas que le enferman el rebaño, pero que al pagarle en dólares no le inhiben su gestión de chulo.
 
La humana obsesión que todos los enfermos del SIDA tienen por salvar su vida resulta todo un martirio cuando son tratados sin respeto, sin derechos sociales y sin ningún afecto. Para los cubanos que desgraciadamente portan el virus del HIV, la segregación resulta un segundo purgatorio dentro del castrismo. Los enfermos, condenados antaño a un espacio colectivo, hoy sufren la prisión domiciliaria bajo la supervisión estricta de los médicos de familia (reciclados como comisarios de la salud y el orden sexual), los Comité de Defensa de la Revolución, y otros órganos al servicio del régimen. El tiempo que han pasado encerrados los sobrevivientes de esta atrocidad, o la tristeza que padecieron los que han muerto, más que una crítica aislada, merecen una denuncia internacional.
 
En momentos en que la comunidad internacional ha aprobado la creación de un tribunal para juzgar los crímenes contra la humanidad, creo que ha llegado la hora de darles, sino el primero, un trabajo necesario. Juzguen a Fidel Castro del holocausto cubano. Que purgue por los 20`000 fusilamientos que ejecutó sin juicio en Cuba entre 1959 y 1999. Que pague por la vida de más de 60`000 ahogados en el Estrecho de la Florida entre 1959 y 1994. Que responda por la muerte de todos los asesinados en las 26 guerras que patrocinó en Asia, Africa y América. Pero por encima de todo, que sea declarado culpable y que cumpla sentencia por encerrar en campos de concentración y en hospitales psiquiátricos a miles y miles de cubanos a los que condenó a muerte por enfermedad y hambre, y sólo, porque tenían una orientación sexual o política un tanto distinta que la suya.
 

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UN LIBRO PARA QUE LA HISTORIA DE LA UMAP NO QUEDE EN EL OLVIDO

Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: cubanet20 Enviado: 12/08/2015 19:34
CUBA Y EL CRUEL EXPERIMENTO DE LAS UMAP
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     Por Elizabeth Burgos / Ideas Ocultas
Dada la relación mimética que existe entre el régimen venezolano y el cubano, vale la pena recordar una de las técnicas más crueles de represión que el castrismo desarrolló en la isla contra los sectores religiosos, los jóvenes rebeldes, los homosexuales. Se trata de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda la Producción), campos de trabajos forzados donde fueron concentrados, y sometidos a trabajos forzados: jóvenes, sacerdotes, testigos de Jehová y cuanta categoría se negara a abrazar las creencias de la ideología impuesta por el régimen o practicara una creencia que se sustentara en la no violencia, el rechazo al uso de las armas y por ende, sumarse a la campaña de militarización de la sociedad a la que fue sometida la población de la isla tras la toma del poder por el castrismo. También estaban incluidos entre los prisioneros aquellos que violaran las normas “revolucionarias” de la vestimenta y adoptaran la “moda capitalista” (en aquel entonces se trataba de los pantalones con pata de elefante, las mini faldas, llevar el pelo largo, o escuchar música de los Beatles.) Las UMAP fueron creadas en el mes de noviembre de 1965, y hoy la Asociación UMAP conmemora este mes de noviembre en Miami, el 43 aniversario de la creación de estos campos de trabajos y a la vez, honra la memoria de quienes víctimas de los malos tratos perecieron durante su cautiverio en los campos de trabajo. Esta novedad en el campo de la represión se debió al surgimiento de una naciente rebelión contra el régimen, principalmente, en el seno de la juventud. Rebelión que no era de tipo político, ni violento, sino, ante todo, de tipo cultural, de estilo de vida, de creencias independientes de las del régimen.
 
La idea originaria fue la de enviar a las UMAP a los sacerdotes católicos jóvenes a realizar tareas de producción a cambio del servicio militar. El carácter represivo del proyecto se reveló rápidamente cuando se realizó una selección entre los sacerdotes y se privilegió el envío a los campos de trabajos a aquellos sacerdotes que gozaban de mayor influencia entre los feligreses y jóvenes Rápidamente el régimen justificó las UMAP con el argumento de destinarlos a quienes eran considerados como la “escoria” de la sociedad que compartían su suerte con ministros religiosos, seminaristas , personas que habían solicitado su salida de país. Pero en quienes se centró particularmente la persecución fue entre los homosexuales. El machismo exacerbado que el régimen exigía como norma de conducta, no admitía a quienes no se les consideraba como hombres “verdaderos“.
 
Se desencadenó una caza de brujas hacia los homosexuales. Se decidió eliminarlos de actividades profesionales, en particular del sector cultural, y de universidades en donde fueron objetos de grandes purgas. Se les realizaba juicios públicos para que confesaran sus “vicios” y se les forzaba a renunciar.
Un gran número de escritores y artistas vivieron la experiencia de las UMAP, como también numerosos sacerdotes y Testigos de Jehová, y, jóvenes que por razones religiosas o ideológicas se negaban a realizar el servicio militar. También los abogados que tuvieron la osadía de asumir la defensa de acusados de delitos contrarrevolucionarios, igualmente experimentaron la experiencia de las UMAP.
 
Los prisioneros de la UMAP sometidos a trabajos forzados en el campo realizaban jornadas de trabajo de sol a sol, y se les sometía a constantes vejaciones físicas y verbales. El propósito era “reformar” a quienes consideraba “desviados sociales” mediante la disciplina militar; ésta se traducía por un régimen de maltratos, subalimentación, aislamiento. Un régimen semejante al que se le aplicaba a los esclavos, lo que de hecho significó que el régimen castrista reactualizara el sistema de esclavitud que imperaba en la isla hasta bien entrado el siglo XIX y con los mismos fines pues se trataba de incrementar la producción, pues se trataba de unidades utilizadas en tareas económicas. Al igual que en el pasado los esclavos, los prisioneros vivían en barracas miserables, en campos rodeados de alambradas de púas, muchas veces electrificadas, y vigilados por guardianes y perros.
 
La rudeza de los trabajos condujo a muchos hasta a auto-mutilarse. Aquellos que se negaban a tocar las armas, se les enterraba hasta la cintura, para impedirles moverse y se les amarraba un fusil debajo del brazo. Otra tortura, consistía a marrarlos desnudos de un palo con alambres de púas en medio del patio a pleno sol, de noche, para que los picaran los mosquitos.
 
Las protestas en la propia Cuba, incluso en el seno de la jerarquía del régimen, llevaron a cerrar las UMAP en 1967. Pero el sistema de represión política continúa hoy vigente y las UMAP fueron sustituidas por otras prisiones militares. La más famosa es la de “El Pitirre”, destinada a los militares en donde se practicaba toda clase de torturas, y “todo tipo de experimento”, según el general Rafael del Pino, héroe de Playa Girón por haber bombardeado los barcos que transportaban las tropas de cubanos que se disponían a invadir la isla, hecho que significó el fracaso de la invasión, y que desertó en 1987.
 
En la actual fase de la dictadura el régimen optó por la construcción de prisiones en toda la isla con el objeto de diseminar los prisioneros y así evitar concentraciones masivas de presos que podrían constituir un “peligro”.
 
La persecución por razones ideológicas ha suscitado un déficit grave de profesionales; muchos han abandonado la isla, o prefieren trabajar como chóferes de taxi para los turistas, por lo que hoy Cuba no puede hacer frente a la urgente necesidad de producir alimentos, toda vez que mantiene sin cultivar la mitad de sus tierras útiles e importa más del 80% de los alimentos que consumen sus 11,2 millones de habitantes. Para poner en marcha la producción agrícola debe enfrentar el déficit de 3.000 agrónomos y veterinarios que se han ido a otros empleos en busca de mejores salarios y condiciones.
Estas son las consecuencias de una política orientada hacia el mesianismo faraónico, el desprecio de la economía. Sin riesgo de equivoco, se pude afirmar que el único verdadero logro de la revolución cubana es su sistema represivo.
 
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Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: BuscandoLibertad Enviado: 27/09/2015 13:56
La persecución nazi a los gays y el estigma posterior
Se calcula entre 10.000 y 15.000 homosexuales fueron a los campos de concentración, muriendo casi todos
 
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Unos 100.000 homosexuales alemanes fueron detenidos entre 1933 y el final de la guerra.
En enero de 1933 Hitler fue designado canciller. Al mes siguiente comenzó la persecución de los homosexuales, ya que se prohibieron las asociaciones que luchaban por sus derechos, así como la pornografía. Fueron días y semanas intensos en relación con la persecución que padecieron distintos colectivos por considerarlos como responsables de la supuesta decadencia moral de Alemania. Si el 26 de abril se creaba la Gestapo, el 2 de mayo se detenía a los sindicalistas más destacados, y el día 6 se destruía el Instituto de Investigaciones Sexuales de Hirschfeld, del que hemos escrito en el artículo anterior sobre los gays en las épocas imperial y republicana. Dicho Instituto era, sin lugar a dudas, el más destacado de Europa. Su archivo y su biblioteca fueron quemados públicamente en una ceremonia muy del gusto de los nazis.
 
En el verano los guardias de asalto de Ernest Röhm se dedicaron a atacar los bares de homosexuales, tan activos en la época de entreguerras. Curiosamente, los miembros de estas SA serían acusados en la famosa "noche de los cuchillos largos" (28 de junio de 1934) de ser unos "cerdos homosexuales", junto con otras acusaciones para que las nuevas SS los eliminen.
 
En octubre de 1934, la Gestapo envía una orden secreta a las comisarías de policía para que se elaboren y entreguen listas con los homosexuales que se conocieran de sus respectivos distritos. En ese mismo mes se crea en la Gestapo una unidad para luchar contra el aborto y la homosexualidad. En junio de 1935 se endurecen las penas incluidas en el  famoso artículo 175, del que hemos dado cuenta en el artículo anterior, ya citado.
 
Se calcula que unos 100.000 homosexuales alemanes fueron detenidos entre el año 1933 y el final de la guerra. Del total, unos 50.000 fueron enviados a centros de reeducación y cárceles. Entre 10.000 y 15.000 fueron a los campos de concentración, muriendo casi todos.
 
Los que pudieron sobrevivir tuvieron que vivir después una situación terrible, ya que la sociedad alemana los veía como enfermos, "maricas indignos" y casi traidores por no haber luchado por Alemania. No recibieron ningún tipo de solidaridad ni cariño ni apoyo social por la barbarie que habían sufrido. Sobre ellos cayó el olvido frente a otros supervivientes.
 
Los gays liberados fueron los únicos supervivientes que siguieron siendo, en realidad, delincuentes, ya que la homosexualidad era delito en las dos Alemanias. No tenían derecho a pensiones o indemnizaciones por el sufrimiento padecido. No se publicaban libros ni artículos, ni se hacían películas o documentales sobre sus padecimientos, al contrario de lo que ocurría con otros grupos masacrados, su voz no se escuchó hasta los años ochenta. El primer impacto recibido en la sociedad fue gracias a la publicación en el año 1986 de la obra de Richard Plant, The Pink Triangle. Pero no fue hasta el año 2000 cuando el gobierno alemán reconoció oficialmente como víctimas y perseguidos a los gays. El gobierno francés lo hizo al año siguiente. En ese mismo año se rodó un documental fundamental, Paragraph 175, que alude al artículo 175 del Código Penal germano de 1871, que estipulaba como crimen la homosexualidad. En el documental se entrevista a los pocos supervivientes homosexuales del Holocausto.
 Nuevatribuna

Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 29/09/2015 17:29
A 50 años de las Umap
Entrevista al teatrista y escritor cubano Héctor Santiago
 
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El teatrista y escritor cubano Héctor Santiago y el horror vivido en la UMAP
                       Félix Luis Viera, México DF | Cuba Encuentro
Las Umap (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) fueron campos de trabajo forzado que la revolución cubana estableció en Cuba, en la provincia de Camagüey, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados jóvenes y no tan jóvenes que, por una u otra razón, no se avenían con el “Hombre Nuevo” que el régimen se proponía “construir”. A medio siglo de aquel oprobio, la dictadura aún existente en la Isla no se ha disculpado y, aun más, ha tratado de ocultar el hecho.

El destacado teatrista y escritor cubano Héctor Santiago, hoy residente en Nueva York y quien padeciera las Umap, ha tenido a bien contestar esta entrevista para
Cuba Encuentro.

Héctor Santiago, nacido en la Habana en 1944, es coreógrafo, dramaturgo, bailarín, director escénico, escritor, pintor y titiritero. En su país natal, se graduó en el Seminario de Dramaturgia del Teatro Nacional de Cuba. Entre sus obras de teatro, escenificadas en numerosos países, se encuentran El último vuelo de la paloma, Balada para tres muñecos tristes o Las noches de madame fru-fru. En 2012 publicó la novela La memoria del agua.

¿Cómo fue la despedida de tu familia?
La despedida fue desgarradora porque no teníamos muchos datos precisos, pero ya sabíamos que era algo siniestro. Sabes cómo son las madres cubanas: la despedida entre lágrimas y abrazos y yo me tuve que poner fuerte porque querían acompañarme y no lo permití. De lo cual me alegré, porque cuando llegué al sitio donde nos habían citado, aquello no era normal: reflectores, perros, guardias armados, y a las madres las mantenían en la distancia y parecían un coro de plañideras de una tragedia griega.

Yo me aguanté las emociones todo lo posible y me dediqué a ayudar a los chicos que nunca se habían separado de sus familiares (que no era mi caso). Nos ayudamos emocionalmente unos a otros. Muchos exteriorizaban tu pánico, pero los guardias tenían orden de no hablarnos. A los que llevaban cadenas con cruces y collares de santería, se los arrancaron literalmente del cuello y a los que llevaban biblias se las pisotearon. Solo cuando todas las listas estaban chequeadas —se comprobó que dos o tres no acudieron— fue que se apareció el transporte.

Existía mucho miedo a los chivatos que podrían existir en el grupo, así que los amigos, si acaso, nos susurrábamos lo que estaba pasando con el peso de lo inevitable que no podías detener: el individuo aplastado por la historia.

Como sabes, los convoyes fueron yendo hacia Camagüey por “camadas”. Cada día, durante semanas, iban partiendo los ómnibus y trenes. Mis amigos, los escritores José Mario, y Jorge Ronet, el folclorista Benigno Garbizo y otros, habían partido antes.

Ya se había corrido la noticia de que se trataba de algo siniestro, sobre todo porque los nombres que se mencionaban, de los que habían sido llevados, eran de religiosos, santeros, abakuás, artistas, maricones, jóvenes que no estaban integrados al “sistema”, los que no estaban en las nóminas laborales del régimen —los llamados “vagos”—. Además, era muy inusual una citación del SMO (Servicio Militar Obligatorio), para las 8 de la noche, en un parque al lado de la Escuela Normal para Maestros, en la Avenida El Manglar, Amenidad y San Joaquín, en La Habana.

¿Sospechabas que era hacia las UMAP adonde te llevaban?
Todavía aquello no tenía un nombre público, pues se enmascaraba bajo el nombre de SMO. Por la premura, te daban como carnet una hoja con tus datos. Después, con la experiencia se sofisticaron y crearon un carnet con tu foto, que decía claramente “Umap”; recuerdo sus últimos dígitos “482”.

En el primer campamento en que estuve, Sola, yo era el número “83”. Luego, en Florida, fui el “16”.

Al salir de las Umap, me rompieron el carnet. Y poco después dinamitaron los campamentos y los arrasaron con excavadoras, para que no quedaran marcas de esa infamia.

Ah, otro “indicio” fue que no nos dieron el regular uniforme verde olivo, sino otro: pantalón azul oscuro de mezclilla y la camisa también de mezclilla pero de un azul más claro. Y un monograma con la forma del escudo cubano, de fondo claro y que en un tono rojizo decía “Umap-1”, que era para ponérselo en la manga izquierda de la camisa.

Así que ya aquello se estaba cocinando desde mucho antes. No nos dieron entrenamiento militar, ni portábamos armas. Ya eso lo decía todo.

¿Sabías, tenías conciencia de lo que eran las Umap?
La verdad se fue imponiendo, pero al llegar al sitio adonde nos llevaron. ¿Por qué garitas con soldados con rifles AK, doble círculos de alambradas con pinchos y en su centro los llamados “caza bobos”; los rollos de alambre imposibles de atravesar, donde afortunadamente, para matarnos el hambre, por la noche eran trampas de hurones, ratones, perro jibaros, pájaros, etcétera, que en la mañana rescatábamos con palos y asábamos con ramas, bagazos de caña secos, hojas del periódico Granma, ¡oh, justicia poética! ¿Por qué los perros pastores alemanes traídos de la Republica “Democrática” de Alemania?

¿Te acuerdas de los triples cercos, en torno a los campos cañeros, con los guardias vigilando los cañaverales a pie, los montados a caballo, todos armados?

Y apenas a los tres días nos pusieron un machete en las manos, sin guantes. Y ¡a cortar caña! De 6 de la mañana a 3 de la tarde. Parábamos 30 minutos para el almuerzo, de 12:30 a 1 de la tarde. Pero como el almuerzo lo traían en camiones, dependía de la disponibilidad de estos y de cómo andaba la cocina, si había lo que se necesitaba para cocinar —por eso a veces únicamente daban un boniato hervido y una lata del repelente hígado de esturión búlgaro o carne rusa—.

Si no cortabas la norma, te ponían un guardia armado hasta que la terminaras, a veces los más debiluchos estaban hasta la noche, iluminados por aquellas lámparas artesanales llamadas “chismosas” o “mechones”, de querosén —luz brillante—. Regresaban comidos por los mosquitos y jejenes, al igual que sus escoltas —los muchachos del SMO que cumplían esa función, porque estaban en las Umap castigados también—.

Allí había guajiritos analfabetos, niños “bitongos” (burgueses), monaguillos, antisociales por sus estilos “depravados” que llamaron los de “La Dolce Vita”, por la película de Federico Fellini que retrataba la decadencia de la burguesía italiana.

Ya se sabe que los comunistas son los más fieros católicos a la hora de la moral.

Tanto corrió “la bola” que no pudieron seguir ocultándolo. Además, se dieron a conocer en Canadá las fotos de un campamento Umap. Entonces publicaron en el periódico Granma que las UMAP existían, y eran diferentes al SMO, con fotos de los complacidos participantes cortando caña: dando las gracias por la oportunidad de reformarse que les ofrecía quien tú sabes, y a tenor de la Emulación Socialista los que cortaran más caña recibirían regalos.

Y también el Supremo, en un discurso el 13 de marzo de 1966 en la escalinata de la Universidad de La Habana —aunque años después declararía que en su momento no había tenido tiempo para ocuparse de asuntos como las Umap y desconocía sobre las recogidas de antisociales y maricones—, reveló su existencia y su propósito: acabar con los “preslinianos” —admiradores de Elvis Presley—, los pitusos —así les llamaban a quienes vestían jeans ceñidos al cuerpo—, a los vagos y degenerados enemigos de los abnegados revolucionarios, que luchaban por implantar el socialismo.

Ya antes, en otro discurso en ese mismo lugar, él llamó a cortar con navajas los pitusas (jeans), meterle tijera a las minifaldas, rapar a los peludos y a todos los que tenían afros (supongo que las personas de pelo encrespado que llevaban un peinado muy frondoso, propio de los hombres y mujeres de color).

¿Qué edad tenías en el momento en que te llevaron?
Yo nací el 25 de junio de 1944. Así que saquen la cuenta.

¿A qué te dedicabas?
Era teatrista y bailarín en el Consejo Nacional de Cultura —gran cantera para aplicar planes siniestros, como las Umap—.

¿Por qué crees que te llevaron? ¿Tenías antecedentes penales? ¿Habías cometido algún delito?
Por ser maricón, y un artista “no comprometido”, y con un largo historial de rebeldía, víctima de recogidas y cárceles. Una de estas cuando recogieron a lo que ellos llamaban “Las Tres P” (puta, pájaro y proxeneta). Y asimismo por salir a la calle vestido de blanco y con mis collares y manillas de la santería —me inicié en la santería a los 7 años por influencia de mis abuelos negros—.

En 1965 no existía aún el Carnet de Identidad. Así que las listas que enviaron al Ministerio de las Fuerzas Armadas, las formaron con los registros de la Policía por las “recogidas de antisociales”, la cuales sembraron el terror sobre todo en La Habana. Y además con las de las “depuraciones” morales e ideológicas en las becas, las escuelas secundarias, las universidades. Y también con las elaboradas por los Sindicatos en los trabajos y, naturalmente, las que proveyeron nuestros compatriotas a nivel de barrio, es decir, los mandos de los Comité de Defensa de la Revolución a nivel de cuadra.

Y como harían luego, cuando el éxodo del Mariel, entonces también vaciaron las galeras de presos comunes y las de los maricones delincuentes, que fueron los últimos en llegar y no portaban ninguna identificación.

Todos los totalitarismos son absurdos. Para las Umap utilizaron mi nombre artístico de Santiago Ruiz, que aparecía en mi dossier policiaco —mi padre me prohibió su apellido por ser yo maricón—. En mi acta de nacimiento era Héctor Santiago Armenteros Ruiz. Y en 1968 ¡me llega con ese nombre una citación para el SMO! ¡Increíble! Mi madre me aconsejó que serían solo tres años y no mencionara las Umap. Me enviaron a la Escuela de Oficiales en Matanzas —limpiando el piso y sirviendo de criado en las casas de los oficiales—.

A los seis meses me harté. Al menos en las Umap era uno entre tantos, pero entre soldados machazos se acentuaba “mi condición”, rodeado de burlas por todas partes y acosos sexuales: la sodomía en el ejército equivalía a cinco años para el pasivo y tres para el activo. ¿Así que gozas y te toca menos?

Entonces fui a ver a un psicólogo militar, teniente de carrera del ejército de la “¿Qué república era aquella?”. Se le veía honorable y correcto. Llevándome por mi intuición y desespero —parafraseando a Carlitos Marx: solo tenía que perder las plumas—, le dije que era maricón y si seguía allí me mataría. Me firmó la licencia.

Posteriormente me enviaron al Ministerio de Trabajo, solo me ofrecían trabajo en el cementerio de Colón, o limpiando pisos en el manicomio de Mazorra, o en una cantera de cal, obras de construcción en Varadero, cuidando cocodrilos en la Ciénaga de Zapata, etcétera. No los acepté y me mandaron para un Tribunal de Trabajo, que funcionaba en el antiguo edificio de El Diario de la Marina, en Prado y Teniente Rey. Pues me aplicaron la Ley de la Vagancia —databa de los tiempos de la Colonia, implantada por el Gobernador General de la Isla, el general Tacón—. Tuve que escoger entre tres años de cárcel o una fábrica de radiadores de autos y camiones, donde estuve por unos años. Lo que sigue es largo y picaresco…

¿Cómo fue el viaje desde La Habana hasta el destino final? ¿Cuáles te resultaron los momentos más difíciles de ese viaje?
Yo no permití que mi madre me acompañara, de lo cual me alegré porque a las que acompañaron a sus hijos, las mantuvieran alejadas de ellos, con los guardias armados y los perros, sin decirles para dónde íbamos —ni mencionar Umap—.

Nos metieron en unos ómnibus con las ventanas cubiertas por periódicos o pintadas de negro. Delante guiaban al convoy unos jeeps con los guardias armados y detrás lo cerraban otros. Íbamos a gran velocidad, evitando las grandes ciudades y pasando por pueblecitos desiertos con las ventanas cerradas, sin testigos y había milicianos en las calles en penumbras. En la parte de atrás del ómnibus orinábamos y defecábamos —con el calor tropical, los gases y pestes formaron parte del menú—.

Así, hasta el estadio de béisbol de Ciego de Ávila, el viaje duraría unas 8 o 10 horas, sin agua ni comida. De allí partieron los grupos hacia los distintos campamentos, convenientemente situados junto a los cañaverales de los diferentes centrales azucareros. Todos estábamos mezclados, debido a la urgencia porque comenzaba la zafra azucarera. Pero pronto organizaron a los chivatos —esos de los que decía Francisco de Quevedo. “Erase el tal, tan bugarrón, que cuando entraba en palacio, las nalgas salían huyendo”—, los cuales sirvieron a la revolución con sus vergas, tenían sexo o provocaban a “los extraños”, de donde crearon la lista de los maricones, con las que comenzaron las “cordilleras” —toda una jerga delincuencial— Umap, conduciéndonos a campamentos segregados solo para maricones.

Difícil fue ver a muchachos separados de su familia por primera vez, llorando por un destino desconocido, preguntando qué habían hecho. En la Unidad 2018, en Sola, donde había un cartel con toscos brochazos de pintura negra. Textual: “El trabajo los ara ombres”. Los hados divinos propiciaron que allí estuvieran el poeta José Mario y el escritor Jorge Ronet, y otros amigos. Me imagino que el espanto compartido me ¿ayudó? Sí, porque los pateados forman su cofradía.

¿Cuáles fueron algunos de los momentos en que más temor sentiste, si es que los hubo?
Soy humano, lo que es también ser cobarde. No fue fácil la sangre derramada por los testigos de Jehová —mis héroes para siempre—, el suicidio de los más débiles, la saña de los guardias golpeando a los que no querían trabajar, ver que incendiaban los cañaverales cuando alguien se escondía en ellos para escaparse y verlos salir convertidos en teas vivientes a gritos y corriendo, el escorbuto por la avitaminosis —a veces, en una conversación salían volando los dientes—, las anemias, la sarna, el asedio de las chinches, piojos y ladillas —traídos de la prisión del Castillo del Príncipe habanero—, las quemaduras por el sol intenso: para todo solo había aspirinas en las “enfermerías” y se vendía en bolsa negra el alcohol y la tintura de calamina para las picadas de mosquitos, se improvisaban para las heridas el orinarlas, tela de arañas, azúcar que restañaba y trapos por vendas; que muchas veces las infectaban, empeorándolas, los cadáveres que enterraban sabe Dios dónde, cuando sus familiares reclamaban. Si es que lo hacían, porque ser de las Umap era como los triángulos de distintos colores, que los nazis ponían en las camisas de los concentrados y te marcaban como un oprobio. (Como después lo fue ser un “marielito”.) Simplemente les decían o les mandaban un telegrama: “El compañero X, murió cumpliendo con sus obligaciones revolucionarias. R.C. Ministro de las FAR”.

Después la cotidianidad de la maldad sin sentido y gratuita, te envolvía y quisieras o no formabas parte de ello; llorabas, te imponías tus límites —para no ser el próximo—. Yo, siempre un “reaccionario” muy espiritual, que es distinto a ser religioso, rezaba, meditaba, hacia yoga —pese al cuerpo despedazado—. Y como en un testimonio que te envié (se refiere al entrevistador), le montaba las coreografías a los shows en los campamentos. Así trataba de elevar el nivel cultural, de modo que hicimos “actos culturales”, para los que escribíamos y montábamos bufonadas con José Mario y Jorge Ronet, además de leerles libros. Pero era una lucha titánica, pues no permitían libros “no revolucionarios”, y nos hacían “requisas” inesperadas, sobre todo mientras dormíamos, además buscando las ropas de los shows y los velos hechos de mosquitero para las bodas entre los “tapiñados” y las públicas.

Pues para sobrevivir se recurrió al delirio, y como perdimos la identidad y nos llamaban por números, se utilizó el bautizo con “contranombres”, y así aparecieron Rosita Fornés, el “16”, Ninón Sevilla, el “34”, María Félix, el “10”... ¡Puro Kafka, Ionesco y la jodedera cubana!

¿Qué propósito, en verdad, piensas que tenía el gobierno al crear las UMAP?
Mano de obra barata para unas cada vez más desastrosas zafras azucareras —en teoría te pagaban siete pesos mensuales que pocas veces recibías—, con las cuales costear el armamentismo en el Congo, Argelia, etcétera, subvencionar a la guerrilla latinoamericana, penetrar las universidades liberales, instituciones culturales y los medios de comunicación que los apoyaban. Apartar a los inutilizables para que no contaminaran a la “sociedad revolucionaria”, el mito de que los maricones pegan “eso”, crear el terror y que todos se autometieran en el “clóset” y un muy disfrazado propósito de exterminio —que me perdonen: con especial acento los Testigos de Jehová, los adventistas, y maricones—.

Además, era un arma política contra los disidentes. ¿Por qué no pasaron por las Umap el escritor Miguel Barnet, el dramaturgo Abelardo Estorino y su amante el pintor Raúl Martínez, ni el pintor René Portocarrero y su amante el también pintor José Milián, ni el pintor Cabrera Moreno y el teatrista Vicente Revueltas, ni el compositor Héctor Angulo, o el cineasta Humberto Solás —la lista sigue, es larga—. ¡Ah, porque eran maricones incondicionales al régimen! Pasa la hoja.

Cuéntame un día de trabajo, desde la salida del campamento hasta el regreso.
El himno nacional. “¡Hijeputas testigos de Jehová! ¿No van a saludar a la bandera?” “¡Mi Patria es Jehová!” “¡No te arranques el monograma!” “¡Solo llevo a Jehová en mi corazón!”. Batazos, puñetazos, bayonetazos, golpes con cadenas, sogas, mangueras. “¡Saluda!” “¡No!”.

Más de lo mismo cada mañana. Y nosotros ¡CAÑA CAÑA Y CAÑA! En el tiempo muerto preparar el terreno para la zafra: desyerbar con azadones o arrancar las hierbas con las manos, remover las piedras, regar abonos químicos con las manos desnudas que el nitrato quemaba. Desayuno: leche en polvo aguada —Made in URSS— con borra de café hervida y una lasca de pan gomoso y reseco.

Almuerzo que cabía en una lata de leche condensada: espaguetis sin salsa ni sabores —con o sin sal—, un boniato hervido —la gastritis nos mataba—. Cena de chicharos aguados, harina de maíz, una fiesta si había arroz, sopa de carne de res —sus rabos, orejas, tripas y el cebo—, de pollo —pescuezos, rabadillas, alas y patas—, todas con gorgojos y gusanos. ¡¿Carne, caballeros?!... Pues los jefes de las unidades se robaban el resto. Y encima del hambre, en la requisa al entrar al campamento, te quitaban la caña o las frutas silvestres que habías encontrado.

Diez de la noche. Recuento por si se escapó alguno —¿con alambradas, garitas, perros, los guajiros que nos huían porque les dijeron que éramos asesinos, delincuentes, y los maricones íbamos a violar a sus hijos? A contar un día tras otro, un mes, un año—.

¿Cuándo se acaba esto, Dios mío? Me quiero coger unos días de descanso y le pregunto a Armando Díaz Báez, “Rosita la Sanguinaria”, el “43”. Bueno, pues un machetazo superficial en la mano: una caja de cigarros y 10 pesos. Cortándote un tendón del dedo: 20 pesos, una libra de azúcar y otra de gofio. Varios tendones de los dedos de los pies o un corte en la rodilla: 40 pesos, dos cajas de cigarro, una toalla, una sábana y unos cuantos jabones. O mira, escoge un batido de tierra con jabón amarillo, para que te dé vómitos y diarreas, esto… lo otro... Y llegando al límite: la horca, beber salfumán —acido muriático—, cortarse las venas, tragarse hojas de cuchillas de afeitar —soviéticas—…

Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 29/09/2015 17:31
            Continuación:
¿En algún momento recibieron instrucción, adoctrinamiento alguno que indicara que estaban allí para “reeducarlos””, o quedaba claro que no era más que un castigo por equis razón?
De todo. “El trabajo nos ara ombres” “Están aquí para reeducarse” “Fidel es muy generoso y quiere que se monten al carro de la Revolución” “Esto no es un castigo, es un proceso revolucionario, para que no sean más antisociales, ni maricones”. “La Patria necesita hombres, para el uno, dos, tres muchos Vietnam”. Y dale que dale con lo mismo. Las obligatorias clases de Instrucción Revolucionaria: El socialismo en Cuba, de Blas Roca, mucho Lenin, y cada discurso del “Supremo” a discutir. Y se quejaba Benigno Garbizo “La Ochún” el “32”. ¡Ya empezaron con la cantaleta! Y el Comisario Político Hermenegildo a los guardias. ¡Sáquenlo y métanlo en El Hoyo! Y en la próxima clase. ¡Ya empezaron…! ¡Porque los había tremendos!

¿En cuál o cuáles campamentos estuviste? ¿Cómo eran estos campamentos, cómo funcionaban, cuán alejados de la “civilización” se hallaban?
Estuve en campamentos ¿?... en Florida, Esmeralda, el más grabado por ser el último, en Sola —pues te movían cerca de los distintos centrales azucareros, de acuerdo con las necesidades de su mano de obra—. A veces te trasladaban temporalmente a otros cercanos o en viajes lejanos que duraban mucho y entonces te despertaban a las 4 y 30 de la mañana.

La vitrina del paraíso era “pacífica” y todos éramos iguales, la revolución el más alto ejemplo de humanismo. Pero tras la espesura de los cañaverales y en lo lejano del monte, estaban las embajadas del horror, que al no verse “no existían”, pues aunque lo supieran, los pobladores de la zona se mordían la lengua y si te daban un corto pase a un pueblo cercano, para ir al médico o algo así, todos te huían porque el uniforme te marcaba y propiciaba que no pudieras escaparte. Como tras la derrota nazi, en que todos los que vivían en los pueblos aledaños a los campos de concentración, juraban que ellos no sabían nada, no vieron el humo de los hornos ni olían a carne quemada.

Pero si me pides que te describa el infierno: MANIANTABO —¿Florida? ¿Esmeralda? ¡Ay, mente! Erigido sobre un pantano ligeramente drenado, que perpetuamente mojaba las botas —soviéticas— y así los pies se llenaban de hongos; se podrían las uñas; se ponían en crisis los asmáticos. Era una humedad perpetua que no te dejaba ni dormir. Allí los mosquitos eran de un tamaño inverosímil, y antes que anochezca había que meter a los caballos bajo techo, porque los cubría una nube negra de mosquitos y jejenes, enloqueciéndolos o matándolos, y las perreras cubiertas con mallas —la castigada guarnición, no—. Este infierno estaba construido específicamente para los maricones rebeldes, líderes de huelgas, los que se reviraron y respondieron a los golpes, intentaron escapar, prendieron fuego a las camas… Allí había cercas electrificadas. Y donde, continuando con el absurdo, por perder una lima para afilar los machetes te acusaban de “Daño a la propiedad del Estado”, negarte a trabajar “Delito de Vagancia”, juicios que te celebrarían en Tribunales Civiles y las seguras condenas como delincuentes en cárceles. Si les contestabas a algunos de los jefes: “Ataque a un oficial”. Negarte a ir a las clases de Instrucción Revolucionaria o hacer un chiste de índole político: “alguien apedreó a una jicotea matándola”. ¡Así quisiera ver a Fidel Castro! “Atentado contra la figura del Máximo Líder”. Incumpliendo con sus mismos códigos, eras “militar”, pero te venían a buscar para meterte en el G2, añadiéndole a tu odisea una causa por contrarrevolucionario.

Muchos piensan que la KGB soviética implantó su modelo de seguridad estalinista en Cuba. Pero fue la STASI de la Alemania comunista, heredera de los métodos nazis. Así que los campamentos estaban construidos según los campos nazis —y algo del gulag soviético—, que funcionaban con una fría y calculada eficiencia alemana. Donde todo lo que lo impidiera lo eliminaban sin reparos: éramos piezas sin nombres ni derechos, de una maquinaria donde lo colectivo borraba toda humanidad.

Tú y tus copadecientes recibieron, además de castigos psicológicos, castigos físicos? Si así fue, ¿puedes detallarme algunos de esos castigos y las causas por las cuales se aplicaban?
Si no obedecías, respondías con rapidez a una orden, no cumplías con tus normas de trabajo, o te acusaban de tener sexo con nombres que proveían los chivatos que estaban entre nosotros, te sacabas las cejas o maquillabas, etcétera., estaban:

“El Hoyo”: enterrarte hasta el cuello.

“El trapecio”: colgarte por las muñecas en el aire y la circulación de la sangre y los líquidos corporales se acumulaban en las piernas, creando unas inflamaciones muy dolorosas.

“El palo”: como San Sebastián, atado, desnudo, a un poste, con unas fuertes luces sobre ti, que atraían a los mosquitos y jejenes, que prácticamente te comían.

“El ladrillo”: parado sobre un ladrillo durante horas o toda la noche, si te movías o te caías, dos guardias a cada lado te golpeaban.

“El barril”: lleno de agua, en el que te metían la cabeza al punto del ahogo, te sacaban hasta recuperarte y lo volvían a hacer.

Asimismo, vi sentar a alguien, atado, sobre un nido de hormigas bravas y a otro acostarlo sobre unas ramas con espinas. Unos más de los tantos.

¡Pero los que eran físicos-psicológicos! En el blog “La Habana Elegante”, ya en la libertad informática que me encontré en el exilio, encontré el preámbulo de algo que se me ha caído la lengua denunciando —sobre todo ahora que “hay que olvidar” y los dinosaurios vivimos en el pasado—. A comienzos de 1965 se celebró en Cuba un “Congreso de Psicología Marxista”, con participantes de México, Chile, España, Francia, Italia, la Madrecita URSS, Bulgaria, profesores de la Universidad Carolingia de Praga, etcétera. Allí se esbozaron varios métodos para la “solución final” del problema de los
maricones
. Al finalizar, a muchos los invitaron a quedarse, cooperando con la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, el Instituto Nacional de Higiene Mental —que dirigía el capitán Eduardo Bernabé Ordaz—, y doctores del manicomio de Mazorra. El objetivo era aplicar las investigaciones del ruso Pavlov, acerca de la conducta condicionada —los animales identificaban las campanadas y los colores de las luces, con diferentes reacciones y actitudes, así que apenas las escuchaban o veían, respondían de acuerdo—.

Además, los checoeslovacos trajeron las “máquinas de curar la mariconería” —en realidad para los electroshock y los detectores de mentiras—. Ellos, al igual que los soviéticos, ¡ay, siempre ellos!, pensaban que la sexualidad podía reacomodarse y esto aplicaron en los países del eje comunista y pensaban que en Cuba sería efectivo para que los maricones se transformaran en el “Hombre Nuevo” machazo criollo guevarista.

Así, mientras veías películas pornográficas de sexo heterosexual y mujeres desnudas, te daban café, cigarros, jamón —¿qué es eso?—, agua fría, sodas, etcétera. Después, cambiaban “palo pa´ rumba” y veías machos encuerados, falos erectos, mientras te aplicaban los electros o te inyectaban insulina para choquearte —ahora se está aplicando en China, y aquí en USA tienen su versión los evangelistas—.

Sesión tras sesión te hacían preguntas y valoraban “el progreso”. Solo a los muy masculinos los aceptaban, a los que eran damas versallescas. ¡No! ¡Ay Olofi! ¿Cómo me escogieron? Tú le ibas cogiendo el golpe y te confesabas adorador de vaginas, viéndolas en todas las manchas que te mostraban. Y muy repugnado. ¡Qué asco, fo, un hombre! Pero al cabo de unos seis meses, se dieron cuenta que el que nace… Y se acabó el rejuego marxista de transformarnos en animales utilizables, para seguir siendo “animales degenerados”.

¿A quiénes de tus copadecientes recuerdas con cariño, o solamente recuerdas?
¡Tantos que no cabrían en una larga lista! Pero escojo a Julio Ernesto, en el campamento mixto en Ciego de Ávila. Guajiro analfabeto, de 16 años, descendiente de los canarios que poblaron nuestros campos; cachetes rosados, rubio, ojos verdes. Los bugarrones lo acosaban y le decían “Manzanita” —sería por la fruta prohibida de Eva—. Su hermoso rostro se llenó de cicatrices por los golpes, cojeaba por un menisco que le fracturaron, rezaba con unos labios que se le partían y nunca podían sanar, porque al próximo día le hacían lo mismo. “¡Grita que viva Fidel!”, le ordenaban, o frases parecidas. Los testigos de Jehová lo resistían todo, resignados, como parte de la promesa de la nueva Jerusalén. Pero quizás Julio Ernesto le pidió permiso o perdón a Jehová: se colgó de una viga en uno de los cuarticos de las letrinas. Los guardias entraron en la barraca, era un domingo, día de descanso. Y nos escogieron a tres para cortarle la soga y bajarlo, meterlo en un camión que se alejó, llevándose nuestra última esperanza en los humanos, dejando paso al odio a los cubanos —los partícipes de la complicidad, diría que un 95 %—. Y en el mundo alucinante.

Heriberto Cancio, la “Esther Williams”, el “28”. Fanático de dicha actriz, al que sus películas le jodieron la vida. Para los shows llenaba de agua uno de esos barriles donde traían el petróleo —soviético— o las palanganas, se metía adentro o se echaba cubos de agua, bailando y cantando: ¡Ae, ae, ae la chambelona, yo no tengo la culpita, ni tampoco la culpona, de ser maricona! —¡Vaya que nos endulzaba el acíbar!— Fuimos a un cañaveral, junto a un pequeño río que corría bajo una quebrada. A la hora del descanso —de 20 minutos a media hora— se puso en el borde, alzó los brazos triunfales, nos sonrió. “¡Viva la Reina de los Mares!”, y se tiró de cabeza. Pero no era tan hondo como creía y se enterró verticalmente con la cabeza incrustada en el fango, muriendo al instante desnucado. Gritos y llantos a los que el sargento Cuesta replicaba “¡Sáquenlo, maricones!”. Y hala que hala, la cabeza una bola de fango que le limpiamos. Estalló una de esas imprevistas tormentas tropicales y pusimos el cadáver en el comedor, con cuatro chismosas a cada lado, y lluvia y más lluvia. Se inundaron los caminos, y el camión militar no se lo pudo llevar al cementerio con tumbas anónimas. Varios días de calor y humedad, el cuerpo hinchándose sobre la mesa de hormigón, y la peste volando, que entraba a las barracas para recordarnos que de la muerte no hay huida. Tengo otros, pero dejémoslos descansar…

¿A quiénes de los jefes recuerdas con afecto o con repulsión?
La memoria es mala y muy mal agradecida. Se recuerda más a quien te pateó, que a quien te limpió las nalgas. Quizás es que eran tan pocos los buenos… Sí, el cabo José Antonio: aunque estaba prohibido, siempre les llevaba agua a los que sufrían “El Hoyo” y “El Palo”. Tiene que haber otros. ¡Gracias! Con repulsión, a un tal sargento Echevarría, que siempre sonreía cuando nos golpeaba. De los otros prefiero no acordarme.

Hoy, tantos años después, ¿guardas rencor?, ¿has perdonado a tus verdugos?
Pregúntenles a los pocos viejitos judíos sobrevivientes del Holocausto, y a los del gulag soviético, a los descendientes de los negros que ahorcó el KKK, a los torturados en la Guerra Sucia latinoamericana, a quienes les mataron sus familiares las guerrillas latinoamericanas, a los que Mao Tze Tung asesinó durante la Revolución Cultural… Yo…, pues el odio y el rencor, el artista lo diluye en su obra.

En lo personal practico el budismo zen, que te enseña a luchar contra el lobo de tu condición humana. Y aunque es difícil cuando se ha vivido tanto malo, perdonar es como el viento, y el odio cargar una montaña. En Nueva York me encontré con aquel jefe en las Umap que me dio un bayonetazo en el rostro. Le dije: ¡Bienvenido al país de la libertad! Y me fui a disfrutar mi diaria caminata por el río Hudson.

¿Deseas agregar algo más para Cuba?
He perdido al que fuera mi país, aunque encontré otro —¡Gracias, USA!—, mis viejos han muerto, a los sobrinos que nacieron tras exiliarme —yo no soy diáspora— no los conozco —les soy el tío de los dólares—, otros no me tratan porque les conviene o siguen creyendo en “aquello” —lo cual les respeto—.

No siento nostalgias; pero era mía una Habana que adoraba, no soy nacionalista; pero disfruto mi cultura antillana —más o menos la trasplanté aquí, pero no es lo mismo—. La casa donde nací, la derrumbó la desidia; la finca donde adoraba a mis orichas, la viven una familia de militares. En lugar de enterrar mis cenizas bajo Iroko, la ceiba, serán lanzadas al Hudson. Creo que me lo he ganado con tanto acontecer: ¡YO NO OLVIDO!

¡Gracias a Cuba Encuentro y a ti por esta oportunidad!

PD: Uso los términos “maricón” y “tortillera” a tono con los homosexuales norteamericanos, que orgullosos, así se llaman a ellos mismos, limpiando esas palabras, pues la ofensa está en los labios. Si yo me autodefino maricón, cuando me lo gritan: ¡Me adelanté y ni fu ni fa!
El horror de las UMAP dejó como resultado:
72 muertes por torturas y ejecuciones
180 suicidios
507 personas enviadas a hospitales siquiátricos

  Fuente
Cuba Encuentro


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