El sol del 25 ya se asoma
Olga Fernández Latour de Botas
Para LA NACION
Fiestas Mayas en la época de la coloniaEL CABILDO AYER
Para conmemorar el Bicentenario, los patriotas rioplatenses podríamos renovar uno de los rituales cívicos más característicos de las fiestas populares con que se las ha honrado durante más de un siglo: esperar en las plazas la salida del sol. La costumbre tiene raíces en los inmemoriales cultos a la naturaleza que, en el continente europeo, generaron manifestaciones, aún hoy plenas de vigencia, en torno de la vegetación en general y, particularmente, del árbol. Mayo es, en aquellas latitudes, sinónimo de primavera, y se asocia a su esperado reverdecer todo tipo de actos propiciatorios, que incluyen personificaciones de la naturaleza en flor encarnada por bellas jovencitas (las "mayas" españolas) y lúdicas exacerbaciones de la veneración del árbol. No parece ajena a esta última costumbre que el año litúrgico cristiano haya ubicado el día 3 de mayo la fiesta de la invención (o hallazgo) de la Santa Cruz. La Cruz, como árbol de la vida, de la resurrección, adquiere, así, un sentido cósmico de raigambre ancestral.
En el Río de la Plata, y en pleno otoño, el mayo patriótico americano se vistió desde el principio con los elementos florales heredados de la Madre Patria, pero si bien el árbol y los arcos de flores estuvieron presentes desde las primeras fiestas mayas en las danzas y en las pantomimas, otro elemento cósmico, el que representa toda fuente de vida natural para el planeta, se instaló como símbolo máximo de la celebración: el sol de Mayo. Las fiestas mayas que, como efusiones domésticas, se realizaron espontáneamente en la ciudad de Buenos Aires desde la misma noche del 25 de mayo de 1810, tuvieron sanción oficial en 1813, por decreto de la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. No se reglamentaban por ese decreto los alcances ni las formas externas de la celebración, pero los documentos nos muestran que una de las costumbres más firmemente asociadas al hecho fue la de que los ciudadanos, jóvenes especialmente, esperaran en la plaza la salida del sol para cantar juntos el Himno Nacional Argentino.
El sol fue, desde el principio, emblema de nuestra patria y su representación visual, que une los rayos flamígeros de la antigua imagen del Inti de los incas con los rectos del astro rey en la iconografía europea, es el emblema de unión de los pueblos y de las culturas en "una nueva y gloriosa nación", suprema aspiración contenida en los versos del extenso poema de don Vicente López y Planes. Toda la poesía alusiva a la gesta de Mayo hace referencia al sol, y particularmente en la literatura gauchesca, desde Bartolomé Hidalgo hasta Luis Pérez y desde Hilario Ascasubi hasta Nicolás Granada. Los diálogos de paisanos se encargan de ilustrarnos sobre la observación respetuosa de esa obligación no escrita que llevó a tantas generaciones de patriotas rioplatenses a reunirse en el espacio potenciado de sus plazas para esperar juntos, cualquiera que fuera el tiempo, al toque de campanas y sonoros clarines, la hora solemne de la aurora matutina. Si hasta fue tema de la composición de Lombardi y Rocca titulada precisamente "El sol del Veinticinco", grabada por el dúo Gardel-Razzano. Difícil parece que algunos jóvenes del presente para quienes la aurora de un día festivo significa más un final de la noche que un principio de la jornada acepten como suya costumbre tan vetusta y tan ardua. Pero principio quieren las cosas y es de la juventud de donde esperamos que resurjan los valores máximos de nuestra nacionalidad.
Hagamos votos por que, aunque no nos reunamos en las plazas -hoy despojadas del simbolismo inicial- el sol de Mayo ilumine el corazón de todos los argentinos.
©LA NACION . La autora integra las academias nacionales de Historia y Letras
MARCHA SAN LORENZO
EL CABILDO HOY.
Febo asoma; ya sus rayos
iluminan el histórico convento;
tras los muros, sordo ruido,
oír se deja de corceles y de acero.
Son las huestes que prepara
San Martín para luchar en San Lorenzo;
el clarín estridente sonó
y la voz del gran jefe
a la carga ordenó.
Avanza el enemigo
a paso redoblado,
al viento desplegado
su rojo pabellón.
Y nuestros granaderos,
aliados de la gloria,
inscriben en la historia
su página mejor.
Inscriben en la historia
su página mejor.
Cabral, soldado heroico,
cubriéndose de gloria,
cual precio a la victoria,
su vida rinde, haciéndose inmortal;
y allí, salvó su arrojo
la libertad naciente
de medio continente,
¡Honor, honor al gran Cabral!
Y allí, salvo su arrojo,
la libertad naciente
de medio continente.
¡Honor, honor al gran Cabral!
Letra: Carlos Javier Benielli
Música: Cayetano Silva