En cambio, en el evangelio según San Juan aparece al principio. ¿Por qué?
No indica que haya habido dos episodios y que cada uno recoge una de las historias.
Tampoco Juan quiere contradecir a los evangelios Sinópticos.
Simplemente San Juan lo pone al inicio del evangelio para enseñar que la Pasión del Señor previsto
en el plan divino de Salvación (el Señor lo predijo muchas veces), y no es algo fortuito.
Es una de las características del evangelio joánico:
toda la vida del Señor, todo el contenido del evangelio, se ha de leer a la luz de la Pasión del Señor.
El Templo
Podemos recordar la magnificencia del Templo, descrita por el primer libro de los Reyes (5,35-8,66). ¡Cuán grande era! En 1R 9,3 leemos que Dios se dirige a Salomón en estos términos:
“He santificado este templo que tú has construido para que permanezca mi nombre en él eternamente, y mis ojos y mi corazón estarán siempre allí”.
Las “iglesias” nuestras significan la presencia de Dios en medio de su pueblo.
En el episodio que hemos leído, “cuando Jesús compara el Templo de Jerusalén con su propio cuerpo,
revela la verdad más profunda sobre sí mismo: es el Verbo de Dios que puso su morada entre nosotros
(cf. Jn 1,14) y, por eso, es el nuevo y definitivo Templo de Dios entre los hombres” (Biblia de Navarra).
Una consideración
Por el Bautismo, somos templos del Espíritu Santo:
“¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo,
que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?” (1Co 6,19).
“Mi casa será llamada casa de Oración”. ¿Cómo nos comportamos en la iglesia, en la Casa de Dios.
A veces entramos a la Iglesia para hacer cualquier cosa menos “hablar con Dios”, que esto es la oración.
Con el gesto de la expulsión de los vendedores del Templo,
“Jesús nos enseña el respeto que merece la Casa del Señor.
¡Cuánta mayor veneración se deberá prestar a nuestros templos donde Jesús mismo está presente
en la Sagrada Eucaristía!” (