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¿Qué seducción, gentil desconocida,
proyectas sobre mí, sin tacto y ciego? No he rozado tu piel, y ya me entrego, dejas, sin verte, mi alma estremecida.
Enigma o certidumbre, ¿de qué vida, de qué espuma has surgido, de qué fuego? ¿En qué amplios mares te circunnavego sin ver tu vela por el viento henchida?
La doble vela de tu seno avanza hacia mí; no es visión, sino esperanza, sólo te ven los ojos de la fe.
Te presiento en mis sueños tan cercana que bien pudieras arribar mañana, por eso el alma dice que te ve. Los Angeles, 1 de agosto de 2008
Autor desconocido
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