Hacía muchos días que Oscar se devanaba los sesos
pensando como conseguir dinero para comprar un
regalo de Navidad a su mamá.
Era muy pequeño para trabajar y no recibía paga
alguna en su casa, porque no había
dinero que darle.
Ya era suficiente con poder llegar a fin de mes.
Su papá ya hacía más de un año que había muerto
y su mamá trabajaba horas y horas para salir
adelante y darle lo más necesario.
Él deseaba muchísimo decirle a su mamá lo mucho
que la quería de una manera especial.
¡Le gustaban tanto las rosas...!. ¡Ay, como
deseaba regalarle, al menos una bien
bonita...!.
En estos pensamiento estaba, cuando de pronto,
vio brillar en el suelo una dorada moneda.
-¡Oh, que suerte....!- se dijo Oscar recogiendo la moneda-.
Quizá pueda comprar esa flor con este euro...!.
Y lleno de ilusión, empezó a buscar tiendas
donde vendieran flores. Y encontró muchas,
pero en todas ellas las rosas tenían unos precios
mucho más altos que el dinero que llevaba.
Sin mucha esperanza entró en una que era
especialmente bonita y lujosa. Estaba seguro de que
allí tampoco lo conseguiría pero no se rindió.
Se acercó al mostrador y enseñando su moneda
al dueño de la tienda, le preguntó:
¿Puede usted venderme una bonita rosa para mi mamá,
por este dinero?.
El hombre le miró atentamente y dijo:
Espera un momento, por favor.
El florista desapareció en la parte de atrás
de la tienda y enseguida salió de nuevo con una
docena de preciosas rosas, con el mayor
cuidado, colocó bien rectos los largos tallos ,
rellenó los huecos del ramo con ramitas de menudas
flores blancas, lo anudó con un lazo plateado y
delicadamente lo guardó en una gran caja blanca.
El corazón de Oscar latió como loco cuando
el florista le puso la caja en los brazos y le dijo:
-Esto es lo que puedo venderte por un euro.
Oscar le tendió el dinero, pensando que no
podía ser verdad y que quizá el florista se
diera cuenta de que se había equivocado y le
quitara las rosas, pero cuando oyó que le decía:
Adiós, pequeño y ¡felíz Navidad!...
supo que sí, que era cierto y corrió hacia
su casa, pensando ya solamente en su mamá y
en lo contenta que se pondría.
La esposa del florista, que había visto todo
desde la trastienda, le preguntó porque había
regalado, prácticamente, aquellas rosas, y él,
le explicó: Esta mañana, al abrir la tienda,
me pareció oír una voz que me pedía que
reservara mis doce mejores rosas para un regalo
especial, no hice mucho caso, pero no se porqué,
he ido reservando las rosas y cuando ese
niño entró en la tienda con su euro en la mano,
supe el motivo. Me vi a mi mismo,
hace muchos años, cuando era un niño pequeño
pensando en hacer un regalo a mi madre y sin
ningún dinero para comprarlo. Un anciano, de
larga barba blanca, me paró en la calle y me
puso una buena cantidad de dinero en la mano,
que me ayudó mucho y no solo para el regalo .
Al ver entrar a esa criatura, he sabido de
quien era la voz que me habló esta mañana
y también que era el momento de devolver
el favor.
Aquella noche, cuatro corazones felices, celebraron
una cálida Navidad.
Autor Anónimo