Es un hombre muy especial, y no hablo de un ser perfecto, porque nadie puede arrogarse esa inalcanzable condición. Hablo de ese hombre que comprende, que escucha, que no miente. Hablo de ese manojito de ternura que regala la pureza del aire, para que alguien pueda aspirar el perfume de una nueva vida.
Le hablo a un hombre pleno, que siempre tiene los brazos abiertos para dar calor a algún corazón con frío, que tiene una sonrisa hermosa para regalarle a otra alma triste. Hoy quiero entregar mis palabras, que van balbuceando mi sentimiento a ese gigante ser que puede ovillarse para poder entrar en la fragilidad de un tierno cuerpo femenino.
Le escribo a un maravilloso hombre que se exige mucho más de lo debido, que se castiga por motivos sin su culpa, que hasta puede entregar sus sueños por la buenaventura de otros, que convive muchas veces con el miedo por las locuras ajenas, que lucha a brazo partido por un mundo que valore sus sinceros sentimientos, que está siempre al final de la fila para que otros sean los primeros. Y seguiré entregando palabras para decirle que ya se ha ganado ese horizonte donde a cada momento solo felicidad es el paisaje de su camino, ese lugar que puede transformar el color con su magia, en verde de bosque encantado.
Este es el retrato de un hombre que, con el sonido silencioso y cálido de una estrella que aparece cuando la noche amanece, despertó este sentimiento, acaricia el centro de mi corazón y hace que a cada segundo el alma emprenda el vuelo para llevarle mi amor, sin importar que vuelva sin respuestas sobre las alas, pero siempre podré decir, amo a un hombre, a un hombre especial.
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