Una palabra irresponsable:
puede encender discordias y fuegos difíciles de apagar…
Una palabra cruel:
puede arruinar y derribar todo lo que se había
edificado en una vida…
Una palabra de resentimiento:
puede matar
a una persona, como si le claváramos
un cuchillo en el corazón...
Una palabra brutal:
puede herir
y hasta destruir la autoestima
y la dignidad de una persona…
Una palabra amable:
puede suavizar
las cosas y modificar la actitud de otros…
Una palabra alegre: puede cambiar
totalmente la fragancia y
los colores de nuestro día…
Una palabra oportuna:
puede aliviar
la carga y traer luz a nuestra vida…
Una palabra de amor:
puede sanar el corazón herido.
Porque las palabras tienen vida.
Son capaces de bendecir o maldecir,
de edificar o derribar, de animar o abatir,
de transmitir vida o muerte,
de perdonar o condenar,
de empujar al éxito o al fracaso,
de aceptar o rechazar...
¿Cómo hablamos a los demás?
¿Qué les transmiten nuestras palabras?
¿Qué me digo a mí mismo?
¿Hacia dónde me conduce mi dialogo interno?
Jesús dijo: “Yo os digo que de toda palabra
ociosa que hablen los hombres, de ella darán
cuenta en el día del juicio.
Porque por tus palabras serás
justificado y por tus palabras
serás condenado” Mateo 12:36-37
Bendiciones!!!
Alex & Odris