

En los prados de tu huerto a la luz del plenilunio se moría cada flor, y concurriendo a una extraña complicidad de infortunio, en el rosal de mi vida se deshojaba el amor.
Bien pudiera el peregrino hacer estación romántica a la mitad del camino, y desgranar un rosario de cuentas sentimentales por aquel deshojamiento del alma y de los rosales.
¡Oh novia! Siempre querida, cuyas pupilas llorosas contemplaron la caída de pétalos y esperanzas sobre la faz de las cosas, cuando en la calma nocturna se deshojaban a un tiempo las quimeras y las rosas.
LOPEZ VELARDE



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