A DON PEDRO PORTOCARRERO
Virtud, hija del cielo, la más ilustre empresa de la vida, en el escuro suelo luz tarde conocida, senda que guía al bien, poco seguida;
tú dende la hoguera al cielo levantaste al fuerte Alcides, tú en la más alta esfera con las estrellas mides al Cid, clara victoria de mil lides.
Por ti el paso desvía de la profunda noche, y resplandece muy más que el claro día de Leda el parto, y crece el Córdoba a las nubes, y florece;
y por su senda agora traspasa luengo espacio con ligero pie y ala voladora el gran Portocarrero, osado de ocupar el bien primero.
Del vulgo se descuesta, hollando sobre el oro; firme aspira a lo alto de la cuesta; ni violencia de ira, ni blando y dulce engaño le retira.
Ni mueve más ligera, ni más igual divide por derecha el aire, y fiel carrera, o la traciana flecha o la bola tudesca un fuego hecha.
En pueblo inculto y duro induce poderoso igual costumbre y, do se muestra escuro el cielo, enciende lumbre, valiente a ilustrar más alta cumbre.
Dichosos los que baña el Miño, los que el mar monstruoso cierra, dende la fiel montaña hasta el fin de la tierra, los que desprecia de Eume la alta sierra.
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