Tener miedo al peligro real es normal y está relacionado con el

instinto de supervivencia. El problema son los miedos aprendidos,

que casi siempre suelen ser irracionales y hasta absurdos.

Liliana no puede manejar por una autopista porque se siente

encerrada y con la angustia de no poder salir cuando quiere.

Juan no puede atravesar barreras de ferrocarril o puentes porque

cree que un tren lo arrollará sin poder evitarlo o que en la mitad

de un puente se sentirá atrapado.

Ema tiene miedo a los perros porque una vez uno la mordió y

 aunque se trataba de un animal pequeño y apenas sufrió una

 herida leve jamás se olvidó.

Roberto no puede tomar ascensores y aunque tenga que subir

veinte pisos, va por la escalera. Se tiene que levantar más temprano

para compensar el tiempo que pierde subiendo y bajando de

los edificios.

Sebastián tiene miedo de viajar en avión y se ha perdido

oportunidades por este motivo. No quiso asistir a los cursos que

dictan las aerolíneas para los fóbicos porque cree que son recursos

que no sirven, con el único objetivo de vender más pasajes.

Ayelen tiene miedo a los exámenes y no ha podido rendir ninguna

materia en la facultad.

Alberto padece de colon irritable y no quiere ir a ningún lado

porque teme tener una descompostura y la necesidad impostergable

de ir al baño y no encontrar ninguno.

Sin embargo otras personas desean tener miedo, para sentir

por sus venas correr la adrenalina y sentirse vivos, porque

para ellos, correr riesgos significa nuevos desafíos.

Son aquellos que se dedican entre otras cosas, a practicar deportes

peligrosos, a jugar por dinero, a hacer negocios riesgosos o a

salvar vidas, que en última instancia significa desafiar a la muerte.

Pero asumir riesgos sin un fin significativo que los justifique es

una forma neurótica de llenar vacíos existenciales.

El miedo es un mecanismo de defensa que tiende a evitar sufrir

un daño, cualquiera que sea, puede ser físico o psicológico,

como un abandono, una pérdida, una desilusión o un desengaño;

 todos sucesos que probablemente nunca le ocurrirán a una persona

pero que igualmente la preocupan.

La base de todos los miedos es el miedo a lo desconocido, o

sea a la muerte.

El miedo intenta algo imposible: evitar indefinidamente a la muerte.

Los miedosos pueden huir o bien paralizarse ante una situación

de pánico, pero huir o paralizarse es evadir, no enfrentar y de

esta manera el miedo se perpetúa y hasta puede reforzarse.

Los aviones son los vehículos de transportes más seguros que

existen desde el punto de vista de las estadísticas. Sin embargo,

un accidente ocurrido luego de miles de vuelos exitosos en el

mundo, puede aterrorizar a los que tienen miedo a volar.

La técnica que utilizan las aerolíneas para superar el miedo

consiste en brindar un asesoramiento exhaustivo sobre el

funcionamiento del avión, los sistemas de seguridad que existen

ante distintas situaciones críticas, las estadísticas sobre accidentes,

la visita a una cabina de comando, y en enseñar técnicas

de visualización y desensibilización.

La persona deberá relajarse y visualizarse sentada en el avión,

en el mismo estado de tranquilidad absoluta y disfrutando plenamente

de un vuelo perfecto como si se encontrara en un sillón de su casa.

Luego deberá visualizar que camina por el avión, que lee un diario,

 que toma un sabroso almuerzo, que ve una película y que

finalmente se duerme plácidamente.

También visualizará cuando el avión aterriza en el aeropuerto y

cuando desciende con toda felicidad y muy contento y

satisfecho de si mismo.

Este entrenamiento deberá hacerse diariamente por lo menos desde

quince días antes del viaje.

En 1993 viajé a Europa y aunque ya había volado varias veces,

me preocupaba estar doce horas encerrada en un avión. El problema

principal del pasajero es sentirse vulnerable al no poder tener el

control y tener que confiar en la tripulación.

Realicé la técnica de visualización por mi cuenta en mi casa,

ya que la conocía, y me entregué, porque no estaba dispuesta

a renunciar a la vida por temor a la muerte.

No sólo no tuve miedo sino que pude disfrutar la experiencia

de un hermoso viaje.