A mi padre
Me acodé en el balcón: las estrellas giraban, musicales y suaves, como los crisantemos de las huertas perdidas. Toda la noche tiene manos inmaculadas que pasar por las sienes que el cansancio golpea, húmedos labios trémulos para tantas mejillas, corazones acordes al par de sus silencios.
Me acordaba de ti, del que no fueras nunca, casi flor, casi germen, casi voz, casi todo lo que nombra un deseo. Aquél que hundió en la tierra su planta generosa, los olivos que ceden su fruto a las escarchas; el que alzaba su mano como si fuera un grito poderoso y maduro sobre el marchito júbilo.
Me acordaba de ti, como en noches pasadas, tanto amor que se logra pero no se consuma por no sé qué misterio, y el corazón, tan lleno de flor y flor perenne, de estrella y lunas fijas, de campo y campo abierto, abría sus balcones hacia un paisaje oscuro de paciencia y de adiós, de clemencia y de olvido.
DE LA RED
LUNASOL
.
|