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Respuesta  Mensaje 1 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD  (Mensaje original) Enviado: 03/06/2009 04:52

 

15 de junio


Santa María Micaela del
Santísimo Sacramento
Fundadora
Año 1865

Santa Micaela: tú que aprovechaste tu temperamento tan fuerte,
para dedicar todas tus energías a salvar las almas,
haz que también nosotros aprovechemos las cualidades que Dios nos dio,
para lograr llevar muchas almas al cielo, y la nuestra también. Amen.

 

Micaela significa: Dios es mi fuerza. Silla de ruedas

Esta mujer heroica que nació en Madrid España en 1809, tuvo que pasar por situaciones verdaderamente amargas, antes de llegar a la santidad. Era todavía muy joven cuando murió su madre. Su padre murió también inesperadamente. Su hermano Luis pereció en un accidente al caerse de un caballo, y su hermanita Engracia fue llevada imprudentemente por una niñera a ver la escena del ahorcamiento de un criminal y la jovencita al ver esta escena se enloqueció. Le quedaba una hermana, Manuela, pero esta tuvo que salir al destierro porque los enemigos políticos de su esposo se apoderaron del gobierno.

Recibió una educación muy seria. Empieza un noviazgo, y después de tres años de amistad muy armoniosa, y muy santa con su novio, este de un momento a otro se aleja, porque sus familiares se lo han ordenado así. Entonces las lenguas maledicientes se dedican a hablar mal de Micaela. Ella en su autobiografía añade: "En vez de hablar de esto con mis amistades, lo que hacíamos era llevar cuenta de los rezos que hacíamos, y ver quién había rezado más".

Su hermano fue nombrado embajador en París, y después en Bruselas (Micaela era de familia de alta clase social española). Ella tuvo que acompañarlo y entonces empezó una vida muy especial: madrugar muchísimo para alcanzar a hacer sus prácticas de piedad, ir a la Santa Misa, comulgar y aprovechar la mañana para hacer sus obras de caridad. De mediodía en adelante asistir a banquetes diplomáticos, bailes, funciones de teatro, salir de paseo a caballo, rodeada de gente de la aristocracia y mostrarse siempre alegre y sonriente a pesar de los dolores continuos de estómago a causa de una especie de cáncer que parecía devorarle el vientre.

Ante tantísimos peligros para su virtud, lo que conservaba en gracia de Dios a la joven y elegante Micaela era su comunión diaria, las mortificaciones que hacía y el haber encontrado un santo director espiritual, el Padre Carasa. Una de sus mortificaciones consistía en que cuando iba a funciones de teatro (donde la gente se presenta muy deshonestamente vestida) ella se colocaba unos anteojos que por más que esforzara la vista no le dejaban ver lo que pasaba en el escenario.

Mientras por las tardes y noches tenía que estar en las labores mundanas de la diplomacia, por las mañanas estaba visitando pobres, enfermos e iglesias muy necesitadas y dejando en todas partes copiosas limosnas (su familia era muy adinerada). Nadie podía imaginar al verla tan elegante en las fiestas sociales, que esa mañana la había pasado visitando casuchas y ayudando a gentes abandonadas.

Al volver a España la invitaron en Burdeos a una reunión en la casa del Cónsul. Allí la esperaba el Sr. Arzobispo para pedirle que hiciera de mediadora frente a unas monjitas que engañadas por un jansenista (los jansenistas son herejes que dicen que quien no es santo no puede recibir ningún sacramento) se habían rebelado contra el arzobispo. Micaela, aprovechando su admirable simpatía que le hacía ganarse a las gentes, se fue al convento y obtuvo que las religiosas hicieran unos días de Ejercicios Espirituales, y al final de esos Retiros, las monjitas, presididas por nuestra santa, hicieron la paz con el Sr. Arzobispo.

El Padre Carasa le recomendó que al volver a Madrid se entrevistara con una dama muy santa llamada María Ignacia Rico. Así lo hizo y entonces aquella caritativa mujer la llevó al hospital San Juan de Dios, donde estaban las mujeres de mala vida que caían enfermas. La santa afirma que "allí sufren el olfato, la vista, el tacto, los oídos" y que "todos los sentimientos tienen allí ocasión para padecer". Micaela ni siquiera sabía que existía esa clase de mujeres y nunca se había imaginado que los hombres dieran un trato tan injusto y cruel a esas pobres criaturas, después de haberlas corrompido.

Aquel espectáculo del hospital fue para Micaela como una revelación del cielo. Y cuando supo no sólo la situación horrorosa de esas pobres muchachas enfermas en el hospital, sino la espantosa vida que les esperaba cuando salieran de allí, pensó que era absolutamente necesario hacer algo concreto para ayudarlas. Y con su amiga María Ignacia consiguieron una casita para llevar allí las muchachas en peligro para preservarlas, y a las que ya habían sido víctimas, para redimirlas y salvarlas.

Y sucedió entonces que alrededor de Micaela hubo una verdadera tormenta de incomprensiones y abandonos aun de sus mejores amistades. Ahora se cumplía la antigua frase de San Ignacio: "El mundo no tiene oídos para poder escuchar tan grande estruendo". ¿A quién se le iba a ocurrir que una mujer de la más alta clase social, emparentada con las familias más ricas y famosas de la capital, se fuera a dedicar a cuidar prostitutas o mujeres de mala vida? Todas sus antiguas amistades se negaron a ayudarle, y ya ni la reconocían como amiga.

Y luego sucedió lo que ninguno había esperado: Micaela dejó su casa elegante en un barrio rico y se fue a vivir con unas pobres mujeres de mala vida en una casucha miserable, para poder transformarlas en personas honradas y santas.

Al Sr. Arzobispo le llevan cuentos y calumnias y entonces él envía a un sacerdote para que saque de la Casa de Micaela el Santísimo Sacramento. Cuando el sacerdote llega, la santa se dedica a orar por él, y éste, después de rezar unos minutos de rodillas, cambia de parecer y se va sin llevarse el Santísimo Sacramento.

Le llega un director espiritual demasiado rígido que el prohibe hacer caso a los mensajes interiores que Dios le da. Una voz le dice: "Micaela, se va a incendiar la sacristía", pero ella no puede hacer caso a esto, y tiene que dejar que suceda. Otra voz le dice: "Le echaron veneno a la comida", pero como el director le prohibió hacer caso a esas voces empieza a comer. Sólo que al sentir el sabor tan desagradable de aquel alimento, se dice: "Aunque fuera sin voces, yo no me comería esto por lo asqueroso", y se detiene. Pero alcanza a enfermarse bastante. Afortunadamente, en vez de ese equivocado director le llega un santo de primera clase, a dirigirla, es San Antonio María Claret, y bajo su dirección sí puede progresar grandemente en santidad.

Son las diez de la mañana y no hay con qué hacer desayuno para tantas jóvenes. Llega un misionero de Filipinas y la santa le cuenta su terrible situación. El misionero le entrega una moneda de oro que le han regalado. Corren a comprar alimentos, y las muchachas exclaman: - ¡La superiora nos estaba haciendo una broma diciendo que no había comida! ¡Miren qué abundante comida nos tenía por ahí guardada!.

Cuenta Micaela en su autobiografía: "N.N. es una muchacha que me ha hecho muchos robos y me ha inventado cuentos horrendos. Pero yo la sigo tratando con gran cariño, como si fuera mi mejor amiga". Más adelante añade: "Las gentes me viven inventando mil cosas malas que nunca he hecho y ni siquiera he pensado… pero bendito sea Dios que de lo malo que sí he hecho no saben nada!".

Un día va a una casa de citas a rescatar a una muchacha a la cual tiene allá obligada. La insultan, le lanzan piedras, le dicen todas las vulgaridades que nunca había escuchado, pero ella sigue sonriendo como si estuviera recibiendo honores, sale por entre esa multitud infernal, llevándose a la muchacha y salvándola para siempre.

La reina de España que la aprecia mucho la invita al palacio para pedirle unos consejos. Entonces Micaela que en otros tiempos era una de las mujeres más elegantemente vestidas de la capital, se va allá con vestidos viejos y desteñidos. Las damas de la corte se burlan de ella y ni siquiera le contestan el saludo, pero ella sale de aquel palacio muy contenta, porque pudo practicar la virtud de la humildad.

Una mujer mala le inventa tremendas calumnias. El obispo llama a nuestra santa y le lanza el regaño más espantoso. El Padre Director Espiritual, P. Carasa, le niega hasta el saludo. Micaela no se defiende. Ella recuerda lo que decía San Francisco de Sales: "Dios sabe qué tanta cantidad de buena fama necesito, y El me concederá la suficiente buena fama para que pueda seguir trabajando por las almas". Después saben que todo lo que habían dicho eran calumnias, y le piden excusas. Ella mientras tanto no había perdido la alegría ni la paz.

El 6 de enero de 1859, con siete compañeras funda la Comunidad de Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento, dedicadas a adorar a Cristo Jesús en la Eucaristía y a trabajar por preservar a las muchachas en peligro, y a redimir a las pobres que ya cayeron en los vicios y en la impureza.

Su comunidad se extendió por Barcelona, Valencia y Burgos y ahora tiene 1,750 religiosas en el mundo en 178 casas.

Ella escribiendo a sus religiosas les decía: "Difícil encontrar otra fundadora de comunidad que haya sido más acusada, más calumniada y más regañada que yo. Mis acciones las juzgan de la peor manera posible". Pero también podía repetir las palabras de San Pablo: "Poco me interesa lo que las gentes están diciendo de mí. Mi juez es Dios".

En sus casas mandaba colocar esta bella frase, un mensaje de Dios a sus religiosas para que no se desanimaran en la pobreza y en las dificultades: "MI PROVIDENCIA Y TU FE, MANTENDRAN LA CASA EN PIE".

La Madre Micaela había estado socorriendo a los enfermos en la peste de tifo negro en los años 1834, 1855 y 1856, y había logrado no contagiarse. Pero en el año 1856 al saber que en Valencia había estallado la terrible peste del tifo, se fue allí a socorrer a los apestados. Y se contagió de la mortal enfermedad.

Al padre confesor le dijo: "Padre, esta es mi última enfermedad". Y en verdad que fue la última y la más dolorosa. Calambres casi continuos. Dolores agudísimos. El médico declaró: "Nunca había visto a una persona sufrir tanto y con tan grande paciencia y heroísmo".

El 24 de agosto de 1856, a las 12, abrió los ojos, los elevó hacia el cielo y murió. La enterraron sin ninguna solemnidad en una fosa ordinaria en el cementerio.

Pero Dios la glorificó haciendo milagros por su intercesión y hoy sus religiosas siguen salvando del pecado y de la perdición a miles de jóvenes en todo el mundo.



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Respuesta  Mensaje 2 de 7 en el tema 
De: DRAGONDEMADERA Enviado: 04/06/2009 11:05

Respuesta  Mensaje 3 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 22/06/2009 15:57

SANTOS VITO,
MODESTO y CRESCENCIA,
Mártires

   
Acuérdate de dónde has caído,
 haz penitencia y haz tus primeras obras.
(Apocalipsis, 2, 5).

   San Vito fue bautizado a la edad de doce años, a escondidas de su padre. Éste, al saber lo que había pasado, nada omitió que pudiera hacerle abjurar de la fe cristiana; lo entregó a Valeriano, gobernador de la provincia; pero los tormentos no pudieron quebrantar la firmeza del joven cristiano. Crescencia y Modesto libraron a Vito de las manos de sus perseguidores y huyeron con él a Italia. Mas tampoco allí encontraron la tranquilidad que buscaban. Detenidos en Lucania, padecieron gloriosamente el martirio durante la persecución de Diocleciano.

MEDITACIÓN SOBRE
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

   I. Este sacramento es necesario para los que han perdido la inocencia bautismal por algún pecado mortal. Este remedio es fácil, pues basta descubrir las llagas para ser curado; es también consolador: no hay en este mundo gozo comparable al que experimenta el pecador que se descarga del peso de sus faltas mediante una buena confesión. Meditemos estas verdades, y entonces iremos con alegría a purificarnos en el saludable baño de la Penitencia.

   II. A menudo hay que allegarse a este Sacramento, puesto que a menudo ofendemos al Señor. ¿Cómo podemos vivir aunque sea un momento con el pecado mortal en nuestra conciencia? Si muriése mos en ese funesto estado, estaríamos perdirdos para toda la eternidad. Vemos todos los días que la muerte arrebata a tantas personas repentina e imprevista mente; nunca deberíamos vivir en un estado en el cual ni quisiéramos morir. Confiésate con frecuencia: se llama al médico todas las veces que uno está enfermo.

  III. Debes hacer rigurosa penitencia por los pe cados ya confesados, a menos que prefieras hacerla en el purgatorio. Esta penitencia debe durar tanto como tu vida; si te parece larga, piensa en el tremen do castigo que te ahorra. ¡Dichosa penitencia que nos reconcilia con Dios, y extingue las llamas del in fierno y del purgatorio! Repitamos con los peniten tes de la primitiva Iglesia: Ahora sufro y me mortifico, a fin de reconciliarme con Dios a quien ofendí con mis pecados. (Tertuliano).

La paciencia
Orad
por
la conversión de los pecadores.

ORACIÓN

   Dignaos, Señor, por la intercesión de vuestros santos mártires Vito, Crescencia y Modesto, conc der a vuestra Iglesia el resistir al orgullo, y progresar cada vez más en la humildad que os place, a fin de que, rechazando todo lo que es malo, ejerza la justicia con una voluntaria caridad. Por J. C. N. S. Amén


Respuesta  Mensaje 4 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 22/06/2009 15:57

SAN BERNARDO MENTHON, (*)
Confesor

   
   A un Papa milanés y alpinista, en el sentido estricto de la palabra, pues fueron precisamente los Alpes los montes preferidos para sus escaladas, le correspondió declararle patrono de los habitantes de los Alpes y de todos los alpinistas. Nos referimos a Pío XI. Pero, sin necesidad de esta declaración, ya San Bernardo era famoso en todo el mundo por los dos abrigos o refugios que preparó en lo alto de la cordillera y por los famosos perros que llevan su nombre.

   Había nacido en el corazón de Europa. Menthon es un pueblo al borde del lago de Annecy. Dista tan sólo unos diez kilómetros de esta ciudad episcopal, célebre por estar ligada al recuerdo de San Francisco de Sales, Santa Juana de Chantal y el nacimiento de la Orden de la Visitación. Un plácido recorrido por el maravilloso lago basta para trasladarse de Annecy a Menthon, pueblo que hoy ha añadido a su nombre el de su más glorioso hijo: Menthon-Saint Bernard. Nos encontramos en el mismo corazón de Europa. A un paso, Suiza. Tras los montes, Italia. En tierras de Saboya, desde hace cosa de un siglo francesas. La vida de San Bernardo había de responder a este claro designio europeo.

   Nació, según parece, pues su discutida cronología se mueve holgadamente en un siglo entero, hacia el año 996. Como en el caso de tantos otros santos, recibe su formación en París. Al terminarla vuelve a su castillo natal de Menthon. Allí le espera su padre, que tiene trazados ya para él ambiciosos planes. En concreto, un ventajoso matrimonio. Tan preparado estaba todo, que, cuando quiere darse cuenta Bernardo, es ya la víspera de la boda. Su padre no quiere atender a las razones del hijo, que aspira a hacerse sacerdote. Todo aquello que él dice que ha madurado largamente durante su estancia en París no pasa de ser una locura. Así las cosas, no quedaba a Bernardo más que un remedio heroico: escapar por una ventana del castillo. Dicho y hecho. Aún hoy se muestra a los visitantes el barrote que hubo de romper para lograrlo.

   Inmediatamente quiso aprovechar la libertad recobrada. Y llamó a las puertas de los canónigos regulares del valle de Aosta, al otro lado de los Alpes. El arcediano del valle le ha acogido con cariño y comprensión. Recibe el sacerdocio y años después se ve colocado en ese mismo cargo de arcediano.

   Fue entonces cuando pudo darse cuenta a fondo de una urgente necesidad que existía. En sus predicaciones por los pueblos del valle, en sus contactos con los curas de las montañas, había visto ya algo. Pero no todo. Ahora, cuando su cargo de arcediano le imponía la obligación de atender con limosnas a los pobres peregrinos que tenían que atravesar los Alpes, se dio cuenta de la tragedia en todas sus dimensiones. No era sólo que el camino fuese áspero, arriesgado y, sobre todo en invierno, mortalmente peligroso. A los rigores de la naturaleza se añadían otros, provenientes de la malicia de los hombres. Aquellas caravanas, que tenían que pasar días enteros sin encontrar abrigo alguno frente a los elementos desencadenados, eran no pocas veces cruelmente saqueadas por los sarracenos, los húngaros o simplemente por gentes sin entrañas del mismo país.

   Y se repitió entonces lo que tantas veces ha ocurrido y seguirá ocurriendo en la historia de la Iglesia. San Bernardo salió, como Santo Domingo de la Calzada, como San Vicente de Paúl, como San Juan de Mata... y como tantos otros santos, al paso de aquella necesidad. En verdad, la empresa era difícil, casi diríamos que descabellada. Enterrar a unos hombres en la nieve, obligarles a recorrer aquellos intransitables caminos de montaña en pleno invierno, obligarles a permanecer siempre atentos a la llamada de cualquier caminante, es mucho hoy, cuando se puede contar con medios que entonces ni siquiera podían entreverse. Pero era inmensamente más entonces. Y, sin embargo, pese a todo, se hizo. La caridad llegó a tanto. Y, pese a todas las dificultades, San Bernardo logró edificar, en lugar de los miserables refugios de tablas que hasta entonces existían, dos sólidos hospicios en Mont-Jeux y Colonne-Jeux. Como en tiempo de Nehemías, fue necesario tener en una mano la espada mientras con la otra se edificaba, pues las bandas de salteadores no dejaron de intentar hacer imposible la empresa. Pudo más la caridad del Santo. Y los dos hospicios llegaron a ser una feliz realidad.

   Pero los edificios no bastaban. Había que poblarlos. Un grupo de canónigos regulares venidos de Aosta, se establecieron en ellos y sirvieron de núcleo inicial a la Congregación Hospitalaria de San Nicolás y San Bernardo del Monte de Júpiter, como hoy se llama oficialmente, por haber elegido San Bernardo a San Nicolás como patrono del más importante de los dos hospicios, el que hoy se conoce como el Gran San Bernardo.

   Vida dura, heroicamente dura, la de los canónigos en aquellas alturas. Solos en la agreste soledad de las montañas, aislados del mundo, esperaban la primera señal para ponerse en movimiento en búsqueda del viajero perdido. Sus célebres perros, maravillosamente adiestrados, les servían de ayuda. Y miles de caminantes debieron la vida a esta ingeniosa caridad de San Bernardo.

   Tranquilo estaba en medio de sus hijos, cuando vinieron a buscarle. El emperador Enrique, según parece el cuarto de este nombre, estaba irritado por una revuelta que había tenido lugar en Pavía. Se le pedía con angustia al Santo que interviniera para aplacarle. Y así lo hizo. Se puso rápidamente en camino, descendió a la planicie y realizó plenamente su labor de paz. Pero esta caridad suya le iba a suponer un serio sacrificio: el morir lejos de sus hijos.

   Caminando, ya de vuelta, hacia sus amados Alpes, se sintió enfermo en Nevara. Halló acogida entre los benedictinos. Y atendido por ellos, expiró plácidamente el año 1081 al parecer. Nacido en tierras saboyanas, educado en la capital de Francia, canónigo regular en el valle de Aosta, rincón hoy día de habla francesa en Italia; fundador en Suiza, iba a descansar, fiel a este destino europeo, en la planicie lombarda, no lejos de Milán. Pese a las protestas, mantenidas tensamente durante siglos, de sus hijos los Canónigos del Gran San Bernardo, su cuerpo permanecerá en Novara. Primero en la iglesia de los hospitalarios benedictinos, que le habían acogido en su última enfermedad. Y después, hasta nuestros días, en la catedral misma de Nevara, a la que fue trasladado en 1454.

   Ya en 1123 se procedió, según el procedimiento entonces usual para declarar la santidad de una persona, a levantar su sepulcro sobre el suelo. La fecha de esta elevación, o la de su traslación a la catedral, parece que fue el 15 de junio, día en que durante siglos se ha venido celebrando su fiesta. Desde 1922, sin embargo, su elogio se hace en el martirologio romano el 28 de mayo, sin que por eso se haya trasladado su fiesta en las diócesis en que se celebra.

   En 1923 se celebró solemnemente su milenario. No obstante, hoy se da como más segura la cronología que hemos indicado, ya que el encuentro con el emperador, de que nos habla su biógrafo Ricardo de Val d'lsére, tiene todas las características de haber ocurrido con Enrique IV, lo que sitúa a San Bernardo en pleno siglo XI.

   La Congregación por él fundada continúa existiendo, y tiene en la actualidad (1959) setenta y dos miembros. Por influjo de un insigne prelado vasco, el abad don Fernando Urquía, se ha confederado con las demás Congregaciones de Canónigos Regulares de San Agustín, medida esta que permite esperar un glorioso resurgimiento.

   El hospicio del Gran San Bernardo ha perdido, como es lógico, la mayor parte de su utilidad con la perforación de los túneles bajo los Alpes, que hacen innecesario atravesarlos durante el invierno. No obstante, la Congregación continúa viviendo fielmente su primitivo espíritu, y no hace muchos años intentó emprender tareas similares en tierras de misiones, lo que, desgraciadamente, no pudo lograrse por las circunstancias políticas que el mundo ha venido atravesando.

 LAMBERTO DE ECHEVERRÍA

 


Respuesta  Mensaje 5 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 22/06/2009 15:58

15 de Junio
SANTA GERMANA COUSIN
Virgen

Repudiada por su familia y por su ambiente, la humilde pastora 
fue objeto de especial predilección de la Providencia Divina,
 que operó señalados milagros por su intermedio

   El espíritu marxista, diseminado en nuestros días,
no sólo lleva a la lucha de clases, sino que bajo el 
pretexto de la injusticia que existiría en relación a 
los menos favorecidos por la fortuna,  refleja 
también rebeldía contra la Providencia Divina.
A
   Pero, la cantidad de los que se santificaron en la
vida secular  no sólo en el trono imperial, como   

 San Enrique, San Luis, Santa Cunegunda y tantos

CASA DONDE STA. GERMANA COUSIN
NACIÓ EN 1579 Y FALLECIÓ EN 1601

otros sino hasta en la mendicidad, como San Alejo
son la prueba elocuente de la  falsedad  del referido espíritu marxista. Santa Germana Cousin es otro ejemplo de santificación en las condiciones más adversas. 

   Cuerpo incorrupto durante 40 años - Una mañana de diciembre de 1644, procedíase a un entierro en la  pequeña iglesia de Pibrac, localizada a algunas leguas de Toulouse. Se trataba de Germana Audouane, que había pedido, en su testamento, ser sepultada dentro del recinto sagrado.

   Apenas habían empezado a cavar la tumba, encontraron enterrado un cuerpo fresco como si acabase de ser puesto allí la víspera. Un golpe de pala alcanzó el rostro del cadáver, dejando ver la carne viva y la sangre brillante.

   Hubo una enorme conmoción en el poblado de Pibrac. Desenterrado el  cuerpo, vieron que era de una joven de poco más de 20 años, cuyos miembros estaban todavía flexibles. Las flores que la adornaban estaban apenas un poco marchitas, y la mortaja ligeramente oscurecida. En el cuello de la joven  se veían cicatrices de pequeños tumores, y su mano derecha estaba deformada.

   ¿Quién sería? Nadie la reconocía. Pero  dos de los antiguos habitantes de Pibrac, Pierre Pailhès y Joana Salères, la identificaron como una contemporánea de ellos: Germana Cousin que había muerto cerca de 40 años antes, y de quien, en esa época, se contaban hechos maravillosos.

   El cuerpo fue colocado en una  vitrina, en la nave de la iglesia, para que todos pudieran presenciar aquélla preservación milagrosa.

   Madame de Beauregard, castellana de los alrededores, tenía un asiento reservado en la iglesia, y le molestaba el fluir de personas para ver el cuerpo. Pidió que lo trasladaran a otro lugar más apartado. Apenas manifestó esta queja, sintió un fuerte dolor, y le apareció un tumor en el pecho. El castigo era tanto más grave, por cuanto  Madame de Beauregard estaba amamantando un hijo.  La castellana se postró entonces junto al cuerpo de la humilde pastora suplicándole que la curara, haciendo el voto de donar a la iglesia una urna para contener el cuerpo. La fama de la santidad de Germana, se expandió rápidamente por toda la comarca. 

   Existen tan pocos datos sobre la vida de esta santa, que se la llamó "la santa sin historia". Se hizo más conocida después de su muerte que durante su vida.

   Germana nació en  Pibrac, presumiblemente en 1579. Su padre, Lorenzo Cousin, era, según algunos(1), un hombre de cierta posición, que llegó a ser dos veces  prefecto del lugar; según otros, un agricultor casi indigente(2). Casado con María Laroche, mujer piadosa y de frágil salud,  tuvieron una hija  aquejada de un defecto en la mano derecha y enferma de escrófula, a la que llamaron Germana. Germana fue apartada del círculo familiar por miedo a que sus dolencias se transmitieran a sus hermanos. La transfirieron al establo de la casa. Cuando tuvo la edad adecuada, le encargaron cuidar el rebaño perteneciente a la familia.

   ¿Acaso creció Germana resentida contra todo y contra todos, principalmente contra Dios, que la hiciera nacer y vivir en condiciones tan humillantes? Todo lo contrario, la escuela de la humillación y del sufrimiento elevó su espíritu a Dios, aceptando amorosamente su triste suerte.  Triste quizás a los ojos del mundo, pero no a los ojos de Aquel que entregó a su Hijo Unigénito a la muerte, y muerte de cruz.

   François Veuillot, en su biografía de la Santa, se refiere a dos personas que la ayudaron mucho a comprender su situación  y a servirse de ella para su propia santificación: una antigua empleada de la familia, que le dedicó a la pequeña verdadero amor materno, enseñándole los rudimentos de la Religión, y el viejo párroco de Pibrac, hombre virtuoso y con celo apostólico, que veía en aquella cándida e inocente niña a una predilecta del Cielo.

Milagros: señales de la predilección divina

   La humilde pastorcita se convirtió a su vez en un apóstol de la fe.  Enseñaba a otros niños el catecismo aprendido y lo que le transmitía el Divino Espíritu Santo con sus dones. Llegaba a mantenerse solamente a pan y agua, repartiendo sus alimentos con otros aún más destituidos de bienes terrenos que ella. 

   Sus contemporáneos guardaron en la memoria tres de sus milagros. Uno de ellos, repetición de otro ocurrido siglos antes con otra santa: habiendo recogido de la mesa, después de la refección familiar, las migajas y restos que sobraban, para darlos a los pobres, Germana colocó todo en su delantal, y ya salía para socorrer a sus protegidos cando fue vista por su madrastra. Esta, munida de una vara, corrió detrás de Germana, insultándola y gritándole todo lo que su mal genio le inspiraba.  Algunos vecinos que acudieron a los gritos, providencialmente  fueron testigos del milagro. La adolescente abrió su delantal y  de él cayeron flores perfumadas y frescas, como no existían en la región.

   Devotísima de la Santa Misa, que en aquel tiempo se celebraba con toda seriedad y devoción, Germana corría a la iglesia al primer toque de campana. Mas para eso era preciso muchas veces dejar su rebaño. Confiada en la Providencia Divina, dejaba su bastón de pastora en el suelo  y  ordenaba a las ovejas que no se moviesen durante su ausencia. Nunca perdió ni un sólo animal, a pesar de que en una floresta vecina había muchos lobos. 

   Para ir a la iglesia, Germana atravesaba un riacho, saltando de piedra en piedra. Durante las lluvias o el deshielo, el riacho crecía mucho, tornándose imposible atravesarlo a pié. Pero no para Germana. Ella parecía no darse cuenta de la dificultad. Simplemente atravesaba el río sin preocuparse y esas aguas -como otrora en el Mar Rojo a la voz de Moisés huyendo del Faraón-, se separaban, dejándola pasar a pié sin ninguna dificultad..

   Una noche de 1601, tres viajeros vieron una luz en el cielo, y un blanco cortejo de Ángeles que descendían hasta una casa de Pibrac, y después subían transportando el alma de una joven igualmente vestida de luz y coronada de flores.

   Habiendo llegado al pueblo, constataron que mientras dormía, había muerto en la casa de los Cousin, la joven Germana. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia, y su memoria cayó en el olvido hasta que, en 1644, como ya hemos visto, intervino nuevamente la Providencia Divina. 

Emocionante pos-historia de Santa Germana

   El vicario de Pibrac, para evitar la veneración pública de una persona aún no canonizada, colocó en la sacristía la urna conteniendo los restos mortales de Germana. Dieciseis años más tarde, el Vicario General de la Arquidiócesis de Toulouse, P. Jean Dufour, realizando una visita pastoral en nombre del arzobispo, vio aquélla urna funeraria en la sacristía y el hecho le causó extrañeza.  Le contaron su historia, y quiso ver el cuerpo, encontrando que estaba completamente incorrupto, como cuando fue descubierto.  El vicario le mostró un registro en donde se relataban innumerables curas milagrosas atribuidas a Germana. Ese fue el comienzo del proceso diocesano que, casi 200 años después, llevaría a la beatificación y canonización de la humilde pastora.

   Pero antes seria objeto de una profanación y de un nuevo milagro retumbante, en la época del Terror. En 1793, durante a siniestra Revolución Francesa, tres revolucionarios de Toulouse, queriendo terminar con aquélla "superstición", acompañados de tres personas locales, violaron la urna, y retiraron el cuerpo aún incorrupto de Germana -tan endurecidos estaban sus corazones, que ni a la vista de ese milagro se conmovieron- y lo enterraron en la misma sacristía,  cubierto con cal viva.

   Los tres revolucionarios de Toulouse fueron atacados por humillantes y dolorosas deformaciones. Dos de ellos, arrepentidos, pidieron el auxilio de la Santa, y se curaron. El tercero soportó la enfermedad hasta el fin de su vida. No sabemos lo que pasó con sus tres acompañantes de Pibrac.

   Dos años después, en 1795, fue posible desenterrar nuevamente el  cuerpo. Si bien la carne había sido devorada por la cal, ésta respetó milagrosamente el esqueleleto que normalmente también tendría que haber desaparecido.

   Después de la canonización de Germana, en 1854, el pueblo de Toulouse quiso perpetuar su memoria con un monumento de 17 metros de altura, en el cual, en lo alto de una pirámide,  aparecía Germana en oración, teniendo un cordero a sus pies.

   Esto no duró mucho. En 1881, la nueva municipalidad de Toulouse, dominada por la Masonería, hizo demoler el monumento, relegando la imagen de la santa al subsuelo de un museo. Hubo reacción popular. Finalmente la imagen fue solemnemente instalada en el altar de una iglesia construida en homenaje  a la Santa, en un barro popular de Toulouse.

   Una basílica también fue erigida en Pibrac, al lado de la vieja iglesita en la cual recibiera las aguas regeneradoras del Bautismo aquélla que fue la hija más ilustre dela ciudad.

 


Respuesta  Mensaje 6 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 22/06/2009 15:58

Respuesta  Mensaje 7 de 7 en el tema 
De: LUNASOL Enviado: 27/06/2009 01:07



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