silencio reverencial de la paz.
Independiente de nuestras pendencias y pequeñeces cotidianas, el río silencioso de la vida avanza sin preguntarnos nada, sin lamentarse de nada, como un niño confiado y sin cantos agoreros. A pesar de nuestros ruidos ensordecedores de la violencia, de nuestras actitudes juzgadoras, la vida nos acoge en su lecho planetario para que Nosotros continuemos viviendo, para que todo ser vivo continúe en este milagroso enigma. La vida en su inocencia no nos pide nada, pero nosotros sí podríamos hacer que nuestra locura nos abandone como en una pesadilla, y de pronto podamos ser concientes, por un instante, que tenemos una deuda fatal con la vida: nuestra resignada indiferencia frente a ese monstruo de la guerra que se ha hecho gigantesco , que se ha expandido a través de nuestras máquinas de exterminio, y que se ha escapado a nuestro control racional, como el Aprendiz de Hechicero, y que se ha expandido como una epidemia contagiosa que brota en cada continente desbastando a grandes sectores geográficos y de vida que nos rodea , donde gérmenes letales y efectos radiactivos producidos por el hombre consumen a la misma humanidad. Talvez sea el silencio más respetuoso aquello que pueda pacificar nuestros ánimos y escuchar el rumor de la Vida para darnos cuenta que podríamos alejar esta amenaza, porque la guerra como forma de resolución de nuestras diferencias ya no es posible, ya no logra darnos la paz, sino que la destruye, multiplicando la violencia ad infinitum con el riesgo actual de destruirlo todo. “Nuestro fenómeno llamado vida (aparecido hace varios miles de millones de años) está en peligro de muerte de Hiroshima por la propia humanidad, por este huésped último que apareció en el fenómeno evolutivo hace apenas 3 millones de años. Nuestra condición de ser una especie diferente nos ha transformado en huéspedes envilecidos desde la revolución neolítica y de allí hemos ido creyendo que nuestra racionalidad nos hace merecedores de un equivocado papel omnímodo en la naturaleza, de pronto hasta pensamos con soberbia , que éramos el propósito último de todo lo que existe, y que debíamos dominar la tierra y que los seres vivos eran objeto también de nuestro dominio, de pronto creímos que debíamos ser los dueños del planeta, o del cosmos que nos rodea y que podíamos bombardear no sólo ciudades y niños como en el año l939 en Europa y de allí sin cesar , sino que llegamos a creer que también podíamos bombardear el propio átomo, destruir la estructura íntima de la materia, y liberar la energía del sol, para con ello dominar y someter a nuestros semejantes.
en ir en su busca, no esperar que ella se nos acerque y “nos deleite” con un hermoso día. Así mismo, no esperar que los demás vengan a nosotros para ser escuchados o respetados, sino volver la mirada del corazón hacia la vida, lo que en verdad implica una transformación en nuestra condición dialógica, ir al encuentro con aquel que no percibimos diariamente, pero que pasa a nuestro lado ignorado por nosotros o con aquel con quien nos hemos distanciado por algún suceso adverso
Sería renovador y hasta digno de nuestra parte como especie, mirar con agradecimiento a la vida y a nuestros semejantes para que respiren y expresen sus murmullos; si a cada voz le acercáramos nuestros corazones en silencio, podríamos escuchar un murmullo universal. El silencio es un primer paso para la Paz universal.
Así como de pronto descubrimos la Vida que nos rodea en un silencio reverencial, así también podemos ejecutar el acto humilde de reconocer como legítima la identidad de nuestro semejante, con su magnífica diversidad, y al relacionarme con el Tú, puedo volverme persona y transformarme así en Yo. El silencio es el primer paso para el encuentro con los seres humanos, un encuentro que puede hacerle un merecido gran espacio a la Paz dentro de nuestros corazones, para que el murmullo de la vida continúe en cada amanecer.
de la red

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