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25 julio SANTIAGO EL MAYOR,* Apóstol
La paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy Yo como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni tema. (Juan, 14, 27).
Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y hermano de San Juan, predicó el Evangelio en Jerusalén inmediatamente después de la ascensión de Jesucristo. Llevó después la antorcha de la fe a España; mas, no correspondiendo el éxito a sus esperanzas, volvió a Jerusalén donde, entre otras personas, convirtió al mago Hermógenes. Irritados los judíos, excitaron contra él a Herodes Agripa, y éste para complacerlos, hizo decapitar al santo Apóstol. Su cuerpo, enterrado en Jerusalén, fue después transportado a España; descansa en la catedral de Santiago de Compostela, en Galicia, y todos los años atrae a un número prodigioso de peregrinos.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SANTIAGO, APÓSTOL
I. Santiago dejó su barca, sus redes, su padre y todo lo que poseía, al primer llamado del Salvador . Jesús te llama a ti desde hace muchos años a una vida más santa, y todavía estás en medio de los estorbos del mundo. Tus inclinaciones, tus riquezas, tus empresas. son otras tantas redes que te impiden ir a Dios. Rompe tus ataduras; esas ocupaciones que te divierten y cautivan son indignas de un corazón hecho para amar a Dios.
II, Este santo Apóstol no vio siempre el éxito responder a sus esperanzas; pero sus decepciones no lo abatían, porque regulaba su conducta según la de Dios. Haz todo lo que esté en tu poder para cumplir dignamente la tarea que Dios te ha confiado. Si el éxito corona tus trabajos, bendice al Señor por ello y a Él refiere toda la gloria que provenga. Si no ob tienes lo que esperas, no te quejes, es cosa de Dios proporcionar el éxito que a Él le plazca. Acaso te perdería la vanidad si llevases a buen fin todas tus empresas.
III. Santiago volvió a Jerusalén, su patria; y sus conciudadanos, como recompensa a sus trabajos, le dieron muerte. Prepárate a recibir el mal por el bien que haces a tu prójimo. Los sufrimientos y las aflicciones nunca faltarán a los que buscan a Dios; es una señal infalible de que Dios quiere recompensarlos en el otro mundo. No puede faltar la gloria a los justos que soportan el sufrimiento y las tribulaciones; espérales la corona eterna.
El celo por las almas Orad por los peregrinos.
ORACIÓN
Señor, santificad y proteged a vuestro pueblo, a fin de que ayudado por la asistencia de vuestro Apóstol Santiago, os sea agradable por su conducta y os sirva en perfecta tranquilidad de espíritu. Por J. C. N. S, Amén.
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25 julio SAN CUCUFATE, Mártir
Te doy gracias ¡Oh Señor y Dios mío! por todos estos dolores... ya que en cumplir tu santísima voluntad encuentro yo los más inefables consuelos (San Francisco de Asís).
San Cucufate era de origen africano, y nació de padres nobles y cristianos en la población de Scila. Enviado, con su hermano Félix, a Cesarea de la Mauritania para aprender las letras humanas, hizo allí grandes progresos, no sólo en el estudio, sino más aún en el espíritu. Mas, como ambos se sintieran animados de un intenso deseo del martirio, teniendo noticias de que había estallado una sangrienta persecución contra los cristianos, partieron para España y desembarcaron en Barcelona.
Al entender, pues, que el prefecto Daciano, atravesando las Galias, se dirigía a España, mientras Félix se dirigió a Gerona, Cucufate decidió esperarlo en Barcelona, mientras se preparaba con especiales oraciones para el martirio. Al mismo tiempo se dedicó al oficio de mercader, procurando ejercitar la caridad con los hermanos cristianos. Llegado, pues, Daciano a Barcelona, como entretanto se había dado a conocer Cucufate por su eximia caridad con los pobres y necesitados y por sus obras de celo, fue bien pronto delatado.
Preso, pues, por orden del juez, fue encerrado en un calabozo, donde se trató primero por todos los medios posibles de inducirle a que sacrificara a los ídolos. Mas, como persistiera con la mayor firmeza en la confesión de la fe, fue entregado en manos del prefecto Galerio para ser torturado. Este, en efecto, presa de una fiera rabia contra los cristianos, lo entregó a doce robustos soldados, con la orden de que por turno le azotaran y con las uñas de hierro y con los escorpiones lo despedazaran hasta que le quitaran la vida. Aplicáronle al punto tan inhumano tormento, y ya estaba el cuerpo del mártir completamente dilacerado cuando, por justo castigo de Dios, los verdugos se sienten heridos de ceguera y el prefecto cae herido de muerte, mientras Cucufate es milagrosamente sanado de sus heridas.
Ante tan estupendos milagros gran multitud del pueblo abandona la superstición pagana y abraza la fe de Cristo; pero, entretanto, el nuevo prefecto Maximiano, sucesor de Galerio, ordena a los verdugos asar cruelmente al mártir en las parrillas y, para aumentar la tortura, untar el cuerpo asado con vinagre y pimienta. El mártir, por su parte, puesto en medio del tormento, entona salmos al Señor, y con un nuevo milagro es sanado repentinamente, mientras los verdugos perecen en el fuego. Ciego de rabia el prefecto, y atribuyendo todas estas maravillas a arte diabólica, manda inmediatamente que se encienda un gran fuego y en él se queme el mártir; mas, puesto Cucufate en medio de la ingente llama, sumido en oración al Señor, permanece enteramente ileso, mientras la llama se extingue por completo.
Desconcertado y confuso el prefecto Maximiano, ordena volver al mártir a la cárcel, para decidir él durante la noche lo que se deberá hacer. Mas, durante aquella noche, es recreado el mártir con un resplandor celeste en su prisión, con el cual, ilustrados los carceleros, penetraron en la verdadera luz interior y creyeron en Cristo. Al tener, pues, noticia de todo esto, ciego de ira Maximiano, manda flagelar al mártir con azotes de hierro hasta quitarle la vida; pero, mientras se le aplicaba tan inhumano tormento, por efecto de la oración del mártir arde en llamas la carroza del prefecto Maximiano, y, mientras se dirigía al templo para sacrificar a los ídolos, muere presa de las llamas, al mismo tiempo que los ídolos caen al suelo hechos pedazos.
Finalmente, el nuevo prefecto Rufo, escarmentado en sus predecesores, no se atrevió a aplicar ningún tormento al mártir, sino que, pronunciando la sentencia contra Cucufate, ordena que lo pasen por la espada. Así, pues, habiendo superado la crueldad del fuego, del hierro y de todos los tormentos, herido por la espada obtuvo la palma del martirio el 25 de julio. El martirio tuvo lugar en las afueras de la ciudad, en el campamento militar denominado Castrum Octavianum, que es la actual población de San Cugat del Vallés, junto a Barcelona.
La memoria de San Cucufate se mantuvo fresca en Barcelona y en toda la Península, según se manifiesta claramente en las palabras de Prudencio, y en los breves elogios de los martirológios. Desde el siglo VIII existió en el Castro Octaviano, un monasterio dedicado a San Cucufate (o San Cugat), de quien se suponía que se conservaban las reliquias. Sin embargo, conforme a una tradición, la cabeza había sido llevada a Francia. Este monasterio de San Cugat recibió su forma definitiva en los siglos XII y XIII y se conservó hasta la supresión general de 1835. El edificio se puede admirar todavía en nuestros días.
Son curiosas, por otra parte, las noticias que sabemos sobre los recuerdos de San Cucufate en Francia. En efecto, consta que Fulrado, abad del monasterio de San Dionisio, se procuró algunas reliquias de San Cucufate y las depositó en un monasterio fundado por él en Alsacia. Su nombre antiguo era La Celle-de-FuIrad; pero se cambió entonces con el de San Cucufate. Pero el año 835 el abad Hildnin hizo llevar estas reliquias a San Dionisio, de París. De hecho, consta que desde el siglo IX la devoción a San Cucufate se extendió por los alrededores de París. En las proximidades de Rucil, en medio del bosque, hay un pequeño lago que ostenta el nombre de Saint Cucufat. Según algunos investigadores, hubo allí en otros tiempos una capilla dedicada al Santo, de la que todavía en el siglo XVIII se conservaba la memoria, acudiendo el pueblo para ciertas peregrinaciones. Se le designaba con el nombre transformado de Saint Quiquenfat. Otros nombres vecinos de Guinelat, Conat y Coplian son interpretados como recuerdos de San Cugat.
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25 de julio SANTOS DEA, VALENTINA y PABLO * Mártires (308 d.C.)
En el reinado de Maximino II, Firmiliano, el sucesor de Urbano en el gobierno de Palestina, llevó adelante con gran crueldad la persecución contra los cristianos. En Cesárea, donde comparecieron ante él noventa y siete confesores de la fe (hombres, mujeres y niños), mandó que se quemase a todos con un hierro candente el tendón del pie izquierdo, que se les arrancase el ojo derecho y se cauterizara la herida con fuego. Después, los condenó a trabajos forzados en las canteras del Líbano. Muchos otros cristianos de diferentes ciudades de Palestina comparecieron ante ese juez brutal y fueron tratados en forma semejante.
Entre los cristianos arrestados en Gaza durante una reunión en la que leían la Sagrada Escritura, figuraba una doncella llamada Dea, originaria de dicha ciudad. El juez la amenazó con prostituirla en un lupanar. Dea echó en cara al tirano su indecencia y Firmiliano, enfurecido, la mandó azotar y torturar. Valentina, una joven cristiana de Cesárea que se hallaba presente, gritó al juez: "¿Hasta cuándo vas a seguir atormentando a mi hermana?" Al punto fue hecha prisionera y arrastrada hasta el altar pagano. Valentina derribó a puntapiés el brasero y el incienso que estaban ya preparados sobre el altar. Firmiliano, fuera de sí de rabia, ordenó a los verdugos que la torturasen aún más que a Dea. Después mandó atar y quemar vivas a las dos jóvenes.
También en Gaza, el 25 de julio de 308, fue decapitado por causa de la fe un cristiano llamado Pablo. En el sitio de la ejecución oró por sus compatriotas, por la propagación de la fe, por todos los presentes, por el emperador, por el juez y por el verdugo.
Este relato procede de Eusebio, De Mart. Palaestin., c. VIII, quien nombra a Valentina, pero no menciona el nombre de la otra doncella. En algunos documentos posteriores se la llama Enata; pero, según parece, el verdadero nombre de la joven era Dea. Véase el pasaje de la Vida de San Porfirio que cita Delehaye en Orígenes du culte des martyrs, p. 187, y el Synaxarium eccl. Const., c. 822.
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25 de julio SAN CRISTÓBAL * Mártir (Fecha desconocida)
"Cristóbal se llamaba Réprobo antes de su bautismo. Pero con el sacramento recibió el nombre de Cristóbal, que significa portador de Cristo, porque había de llevar a Cristo de cuatro modos: sobre los hombros, en el cuerpo por la penitencia, en la mente por la devoción, y en la boca por la confesión de la fe y la predicación.
"Cristóbal pertenecía a la tribu de Canaán. Era increíblemente alto y su rostro infundía miedo. La anchura de sus espaldas era de doce codos. Las historias cuentan que, cuando vivía en la corte del rey de Canaán, decidió partir en busca del más grande príncipe de este mundo y entrar a su servicio. Tan lejos fue Cristóbal, que llegó a la corte de un gran rey, que tenía fama de ser el mayor del mundo. Cuando el monarca le vio, le tomó a su servicio y le alojó en su palacio. En una ocasión, un bardo cantó delante del soberano una canción en la que mencionaba frecuentemente al demonio. Como el rey era cristiano, hacía la señal de la cruz cada vez que oía mentar al diablo y, al ver aquello Cristóbal se preguntaba maravillado qué significaba esa señal y por qué la hacía el soberano. Tanto se interesó por aquel misterio, que acabó por interrogar a su amo. Como el rey rehusó revelarle el significado de la señal, Cristóbal le suplicó y aun le amenazó con abandonar su servicio si no obtenía una respuesta. Entonces el rey le respondió: "Siempre que oigo mentar al diablo tengo miedo de que ejerza su poder sobre mí y el signo de la cruz me protege contra sus acechanzas." Entonces Cristóbal dijo al rey: "¿De modo que temes al diablo? Eso quiere decir que el diablo tiene más poder y es mayor que tú. Yo creía que tú eras el príncipe más poderoso del mundo. Así pues, te encomiendo a Dios, porque en este momento me voy a buscar al diablo para servirle."
"Cristóbal partió de la corte del rey y se apresuró a buscar al diablo. Pasando por un desierto, vio una gran comitiva de caballeros. El más cruel y horrible de ellos se acercó a Cristóbal y le preguntó a dónde iba. Cristóbal le respondió: "Voy a buscar al diablo para servirle." Y el caballero le dijo: "Yo soy el que buscas." Cristóbal se alegró mucho al saberlo e inmediatamente le prometió servirle lealmente y tenerle por señor hasta la muerte. Un día que iban por un camino real, encontraron una cruz plantada al borde. En cuanto el diablo vio la cruz, echó a correr lleno de miedo y condujo a Cristóbal a través de un desierto para alejarse de la cruz y, luego de dar un rodeo volvieron a tomar el camino real. Cristóbal, muy asombrado, preguntó al diablo por qué había abandonado el camino real y le había conducido a través de un desierto tan árido. Pero el diablo no quería responderle. Entonces Cristóbal le dijo: "Si no me respondes, abandonaré tu servicio." Viéndose obligado a contestarle, el diablo le dijo: "Hubo un hombre llamado Cristo que fue crucificado. Y siempre que veo una cruz tengo miedo y me echo a correr." Cristóbal declaró: "Eso quiere decir que Cristo es más grande y más poderoso que tú. Veo, pues, que me he esforzado en vano por encontrar al Señor más poderoso del mundo. En este mismo momento abandono tu servicio. Prosigue tu camino, porque yo me voy en busca de Cristo."
"Después de mucho caminar y preguntar dónde podría encontrar a Cristo, Cristóbal llegó a la morada de un ermitaño del desierto. El ermitaño le habló de Cristo, le instruyó diligentemente en la fe y le dijo: "El Rey a quien buscas exige de ti el servicio de ayunar frecuentemente." Cristóbal le respondió: "Pídeme otra cosa, pues yo soy incapaz de ayunar." El ermitaño replicó: "Entonces tienes que velar y hacer mucha oración." Y Cristóbal respondió: "No sé lo que es hacer oración, de suerte que tampoco puedo obedecer este mandato." Entonces el ermitaño le dijo: "¿Conoces el río profundo de peligrosa corriente en el que han perecido muchas gentes?" Cristóbal respondió: "Sí, lo conozco muy bien." El ermitaño replicó: "Como eres muy alto y erguido y tus músculos son muy fuertes, debes irte a vivir a la orilla de ese río y transportar sobre tus hombros a cuantos quieran atravesarlo. Ese servicio agradará sin duda al Señor Jesucristo, a quien tú buscas. Espero que El se te mostrará algún día." Cristóbal partió hacia el río y se construyó una morada en la orilla. Para vadear el río empleaba un enorme palo a manera de cayado, y transportaba sin cesar a toda clase de gente de una orilla a otra. Y ahí vivió muchos días, trabajando como hemos dicho.
"Cierta noche cuando dormía en su choza, oyó la voz de un niño que le llamaba: "Cristóbal, ven a transportarme." Cristóbal se despertó y salió, pero no vio a nadie. Volvió a entrar en su morada y oyó, por segunda vez, la misma voz; inmediatamente acudió, pero no encontró a nadie. Al oír el llamado por tercera vez, Cristóbal salió a buscar detenidamente y encontró, a la orilla del río, a un niño que le pidió amablemente, que le transportase a la otra orilla. Cristóbal subió al niño en sus hombros, tomó su cayado y empezó a vadear la corriente. Pero las aguas empezaron a subir y el niño pesaba como el plomo. Cuanto más avanzaba Cristóbal, más crecía la corriente y más pesado se hacía el niño, de suerte que Cristóbal tuvo miedo de perecer ahogado. Sin embargo, con gran esfuerzo pudo llegar a la otra orilla. Entonces dijo al pequeño: "Niño, me has puesto en un grave peligro. Me pesabas como si cargase el mundo sobre mis hombros. ¡Nunca había soportado un peso tan grande como el tuyo, que eres tan pequeño!" Y el niño respondió: "No te maravilles por ello, Cristóbal. No has cargado al mundo, pero llevaste sobre los hombros al Creador del mundo. Yo soy Jesucristo, el Rey a quien sirves con tu trabajo. Y, para que sepas que digo la verdad, planta tu cayado junto a tu casa, y yo te prometo que mañana tendrá flores y frutos." Dicho esto, desapareció el niño. Cristóbal plantó su cayado y, cuando se levantó a la mañana siguiente, el palo seco era como una palmera llena de hojas, de flores y de dátiles.
"Cristóbal fue entonces a la ciudad de Licia. Como no entendía el idioma de los habitantes, pidió al Señor que le ayudase y Dios le concedió el entendimiento de aquella lengua extraña. Mientras Cristóbal hacía su oración en alta voz, las gentes que lo observaban juzgaron que estaba loco y lo dejaron en paz. Cuando Cristóbal empezó a entender el idioma de los habitantes de Licia, se cubrió el rostro y escuchó lo que se hablaba. Así se enteró de lo que sucedía en la ciudad y sin tardanza, se dirigió al sitio en que los jueces condenaban a muerte a los cristianos y les reconfortó en Cristo. Entonces, los magistrados le abofetearon. Cristóbal les dijo: "Si no fuese cristiano, me vengaría de esta injuria." En seguida plantó su cayado en la tierra y pidió al Señor que lo hiciese florecer y fructificar para convertir al pueblo. Y así sucedió inmediatamente, y se convirtieron ocho mil hombres. Entonces, el rey envió a dos caballeros para que trajesen prisionero a Cristóbal. Los caballeros encontraron a Cristóbal en oración y no se atrevieron a comunicarle la orden del rey. El monarca envió entonces a otros dos caballeros, los cuales se arrodillaron a orar con Cristóbal. Cuando éste terminó su oración, preguntó a los caballeros: "¿Qué buscáis?" Cuando los caballeros vieron el rostro de Cristóbal, le dijeron: "El rey nos ha enviado para que te llevemos prisionero." Cristóbal les dijo: "Si yo quisiera no podríais llevarme prisionero." Los caballeros replicaron: "Si quieres quedar libre, vete pronto y nosotros diremos al rey que no te hemos encontrado." Pero Cristóbal respondió: "No será así, sino que iré con vosotros." Entonces Cristóbal convirtió a los caballeros a la fe y les pidió que le atasen las manos a la espalda y le llevasen a la presencia del rey. Cuando el monarca vio a Cristóbal, sintió tan gran temor que se cayó del trono y sus servidores le ayudaron a levantarse. Entonces el rey preguntó al prisionero su nombre y su país de origen. Cristóbal respondió: "Antes de mi bautismo me llamaba Réprobo y ahora me llamo Cristóbal que significa "portador de Cristo"; antes de mi bautismo era yo cananeo y ahora soy cristiano." El rey replicó: "Tienes un nombre absurdo, porque das testimonio de Cristo, un hombre que fue crucificado y no pudo salvarse, de suerte que tampoco podrá defenderte a ti. ¿Por qué te niegas a sacrificar a los dioses, maldito cananeo?" Cristóbal respondió: "Con razón te llamas Dagnus, pues eres la ruina del mundo y discípulo del demonio. Tus dioses han sido hechos por manos de hombres." Y el rey le dijo: "Tú te educaste entre bestias salvajes; por ello hablas un idioma salvaje y dices palabras que los hombres no entienden. Si ofreces sacrificios a los dioses, te colmaré de regalos y honores; pero si te niegas, te destruiré y aplastaré con horribles penas y torturas." Como Cristóbal se negase a ofrecer sacrificios a los dioses, el rey le encarceló. También mandó decapitar a los caballeros que había enviado a buscarle y se habían convertido al cristianismo.
"En seguida, envió al calabozo de Cristóbal a dos hermosas mujeres, llamadas Nicea y Aquilina y les prometió ricos presentes si conseguían hacer pecar a Cristóbal. Al ver a las mujeres, Cristóbal se arrodilló a hacer oración. Pero, como ellas empezasen a abrazarle, Cristóbal se levantó y les dijo: "¿Qué queréis? ¿Para qué habéis venido?" Las mujeres, asustadas de la santidad que se reflejaba en el rostro de Cristóbal, le dijeron: "Hombre de Dios, apiádate de nosotras para que creamos en el Dios que tú predicas." Al enterarse de aquella conversión, el rey mandó que trajesen a su presencia a las mujeres y les dijo: "Os habéis dejado engañar. Pero juro por mis dioses que, si no les ofrecéis sacrificios, pereceréis al punto de mala muerte." Y las mujeres respondieron: "Si quieres que ofrezcamos sacrificios, manda limpiar la plaza y ordena que todo el pueblo se reúna en ella." Cuando quedó cumplida la orden del rey, las mujeres entraron en el templo y, enredando sus guirnaldas en el cuello de los ídolos, los derribaron y los hicieron pedazos. En seguida dijeron a los presentes: "Id a buscar a los médicos y a las brujas para que curen a vuestros dioses." Entonces el rey mandó ahorcar a Aquilina y colgarle de los pies una pesada roca para que se desgarrasen los miembros. Cuando Aquilina murió y pasó al Señor, su hermana Nicea fue arrojada a una hoguera, pero salió de ella totalmente ilesa. Entonces los verdugos le cortaron la cabeza y así murió.
"Cristóbal compareció de nuevo ante el rey, quien ordenó que le golpeasen con varillas de hierro, que le colocasen sobre la cabeza una cruz de hierro al rojo vivo, que le sentasen sobre una silla de hierro y encendiesen fuego debajo de ella y que vertiesen sobre el mártir pez hirviente. Pero el asiento se derritió y Cristóbal se levantó sin una sola herida. Viendo esto, el rey mandó que le atasen a una gran estaca y que cuarenta arqueros disparasen sus flechas contra él. Pero ninguno de los arqueros pudo dar en el blanco, porque las flechas se desviaron en el aire y no tocaron a Cristóbal. El rey, creyendo que Cristóbal había sido atravesado por las flechas, le dirigió la palabra; entonces una de las flechas cambió súbitamente de dirección y fue a clavarse en el ojo del rey. Cristóbal le dijo: "Tirano, yo voy a morir mañana. Haz un poco de lodo con mi sangre, úngete con él el ojo y así recobrarás la vista." Entonces el rey mandó que le cortasen la cabeza. Cristóbal hizo su oración, y el verdugo lo decapitó. Tal fue el martirio de Cristóbal. Entonces el rey hizo un poco de lodo con su sangre, se lo puso en el ojo, y dijo: "En el nombre de Dios y de Cristóbal." E inmediatamente quedó curado. El rey creyó entonces en Dios y mandó que fuesen decapitados todos los que blasfemasen de Dios o de San Cristóbal."
Así cuenta la "Leyenda Dorada" la historia de San Cristóbal. La leyenda del santo es tan famosa en oriente como en occidente. De ahí procede la creencia de que, quien mira una imagen de San Cristóbal no sufrirá daño alguno. Por ello se acostumbraba poner en las puertas de las iglesias grandes estatuas del santo, para que todos los que entraban en ellas viesen su imagen. San Cristóbal era, en la antigüedad, el patrono de los viajeros y los cristianos le invocaban contra las tempestades, las plagas y los peligros del mar. En la actualidad, el santo es muy popular como patrono de los conductores de automóviles.
La leyenda de San Cristóbal tomó su forma definitiva al fin de la Edad Media. Cristóbal significa "portador de Cristo." A causa del significado del nombre, la viva imaginación medieval dedujo la fábula de que Cristóbal había transportado al Niño Jesús. Lo único que sabemos de cierto es que hubo un mártir llamado Cristóbal. El Martirologio Romano afirma que fue martirizado en Licia, en el reinado de Decio; como saliese incólume de la hoguera, los verdugos le acabaron a flechazos y le decapitaron.
R. Hindringer, en Lexikon für Theologie und Kirche, vol. II, cc. 934-936, y H. F Rosenfeld, Der hl. Christophorus (1937), discuten los interesantes problemas relacionados con el santo. No cabe duda de que existió un San Cristóbal, cuyo culto era tan popular en oriente como en occidente. La primitiva leyenda no hablaba de que San Cristóbal se hubiese dedicado a buscar un amo, ni de que hubiese pasado su vida transportando a los que querían cruzar el río; pero sí menciona su estatura gigantesca y su apariencia imponente y cuenta que su cayado había florecido en la tierra. También atribuye gran importancia al incidente de Aquilina y Nicea y describe todas las torturas a las que Cristóbal fue sometido antes de morir. En Acta Sanctorum pueden verse varias recensiones griegas y latinas del texto de la leyenda primitiva (julio, vol. VI). Cf. igualmente Analecta Bollandiana, vol. I, pp. 121-148 y vol. X, pp. 393-405; y H. Usener, Acta S. Marinae et S. Christophori. Entre los manuscritos del Museo Británico hay un texto sirio de la leyenda de San Cristóbal (Addit. 12, 174). Acerca de San Cristóbal en el arte, cf. Künstle, Ikonographie, vol. II, pp. 154-160, y Drake, Saints and their Emblems. En cuanto al folklore, cf. Bächtold-Stäubli, Handwörterbuch des deutschen Aberglaubens, vol. II, pp. 65-75. Pero la mayoría de los especialistas del folklore, como H. Günther, se preocupan únicamente por descubrir los supuestos orígenes paganos de las devociones medievales.
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25 de julio SAN MAGNERICO DE TREVERIS * Obispo (596 d. C)
Magnerico nació a principios del siglo VI. Fue educado por San Niceto, obispo de Tréveris, quien le ordenó sacerdote e hizo de él su hombre de confianza. Cuando el rey Clotario I desterró a Niceto porque éste le había excomulgado a causa de su vida de vicio, Magnerico le siguió al exilio. Al año siguiente, Sigeberto levantó la pena de destierro y, seis años más tarde, Magnerico sucedió a Niceto en la sede de Tréveris. San Magnerico era muy devoto de San Martín de Tours, en cuyo honor erigió varias iglesias y fundó un monasterio. En el curso de sus peregrinaciones a Tours, se hizo muy amigo de San Gregorio, obispo de dicha ciudad, quien dio testimonio de la santidad de Magnerico en sus escritos. El año 585, Guntramno de Borgoña desterró al obispo de Marsella, Teodoro; éste se refugió en Tréveris, y San Magnerico, lo mismo que San Gregorio, fueron a defender la causa del obispo de Marsella ante el rey Childeberto II, quien profesaba gran veneración al obispo de Tréveris. También otro santo, Venancio Fortunato, conoció íntimamente a San Magnerico y alabó su piedad y saber como el ornato de la Iglesia. San Magnerico tuvo numerosos discípulos; entre ellos se contaba a San Gauderico, uno de sus diáconos, quien llegó a ser obispo de Cambrai. San Magnerico murió ya muy anciano, el año 596.
En Acta Sanctorum, julio, vol. VI, puede verse entre otros documentos la biografía relativamente larga que escribió Eberwino, abad de San Martín de Tréveris. Los pasajes más históricos de dicha obra se hallan también en MGH., y en H. V. Sauerland Trierer Geschichtsquellen (1889). Véase Fortunato, en MGH., Epistolae, vol. III, p. 128.
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