Señor, cuando Tú pones tus ojos sobre mí, descubres cosas que yo mismo no alcanzo a ver. Tú conoces el valor que algunas veces se me pasa por alto.
Tú me amas, porque soy obra tuya, y sabes que podría dar mucho más de lo que por desidia no doy. Tú sigues confiando en mí a pesar de las veces que te he dado la espalda y he defraudado tu esperanza.
Tú eres más grande en el amor que yo en la lejanía: es enorme tu fidelidad aunque mi indiferencia sea muy grande, y donde abundan los errores sobreabunda tu gracia.
Por todo, Señor, por esa capacidad infinita de amar y perdonar, por tu decisión rotunda de quedarte a mi lado, porque siempre mantienes la puerta abierta y la comida caliente por más lejos que haya querido irme, yo tengo que darte infinitas gracias y reconocer que soy un bendecido tuyo, hoy, mañana y siempre.
Amén.
|