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Respuesta  Mensaje 1 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD  (Mensaje original) Enviado: 02/08/2009 19:54


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Respuesta  Mensaje 2 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 02/08/2009 19:54

2 de agosto
NUESTRA SEÑORA DE COPACABANA, 
 Patrona de Bolivia

La Imagen, revestida como reina, con el niño y el cetro, con los colores de la bandera boliviana. En su vestido, la Eucaristía y los ángeles en adoración.


   En la frontera de Perú y Bolivia, en la parte que corresponde a ésta última, la península de Copacabana se adentra en el lago Titicaca acercándose a las islas del Sol y de la Luna, antiguos lugares sagrados de los Incas. En este lugar, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, a 139 km. de La Paz, Bolivia y recostado sobre una colina, surge el culto a la "Santísima Virgen de la Candelaria, Nuestra Señora de Copacabana".

   En el pequeño pueblo de Copacabana, sus habitantes vivían divididos en dos grupos, los Anansayas y los Urinsayas. A pesar de haber recibido la fe, vivían apegados a sus antiguas supersticiones. Las malas cosechas y otras desventuras los obligaron a pensar en atraerse los favores del cielo y resolvieron los Anansayas erigir una cofradía y ponerla bajo la advocación de la Virgen de la Candelaria. Se opusieron los Urinsayas alegando que ellos tenían pensado dedicarla a San Sebastián, pero al final no se hizo nada.

   Un buen hombre llamado Francisco Tito Yupanqui, descendiente del Inca Huayna Capac(1), no abandonó la idea y concibió el proyecto de labrar una imagen de la Virgen pensando que una vez hecha y trasladada al pueblo sería más fácil establecer la cofradía propuesta. Este escultor aficionado, ayudado por su hermano Felipe, trabajó una imagen de la Virgen en arcilla, de una vara de alto. Por los resultados, esta imagen debió representar la buena voluntad alejada de las gracias naturales de María. Fue colocada a un lado del altar por el Padre Antonio de Almeida, que hacía de párroco o predicador. Al dejar Copacabana don Antonio de Almeida, se hizo cargo de Copacabana el predicador bachiller don Antonio Montoro, quien al ver esa imagen desgarbada, tosca y sin proporciones, mandó sacarla del altar y llevarla con desaire a un rincón de la sacristía.

   Humillado Francisco Tito por este contratiempo y aconsejado por los suyos, marchó a Potosí, que contaba con destacados maestros en escultura de imágenes sagradas. Llegó a adquirir en el taller del maestro Diego Ortiz, cierto dominio en la escultura y en la preparación de la madera. Con esos conocimientos se resolvió trabajar la imagen definitiva de la Candelaria. Buscó por todas las iglesias de Potosí una imagen de la Virgen que pudiera servirle de modelo. Le indicaron una en Santo Domingo. Se fijó en ella con suma atención para grabarla en su mente y antes de comenzar su trabajo, hizo celebrar una Misa en honor de la Santísima Trinidad, para obtener sobre su obra la bendición divina.

   Los Urinsayas admitieron fundar la cofradía, pero no aceptaron la efigie labrada por Yupanqui, por lo que él empezó a buscar compradores. En La Paz, la imagen llegó a manos del Cura de Copacabana quien decidió llevar la imagen al pueblo. El 2 de febrero de 1583, la imagen de María llegó a los cerros de Guacuyo, lo que hace de este santuario mariano uno de los más antiguos de las Américas. Todo el pueblo salió gozoso a recibirla y con gran alegría la condujeron a la iglesia donde se celebró una misa en su honor.

   Desde un principio la imagen cobró fama de ser milagrosa, lo cual se extendió por toda la comarca, el Virreinato y el Continente entero. Los Padres Agustinos construyeron la primera Capilla Mayor entre 1614 y 1618. El Virrey de Lima, Conde de Lemos, apoyó moral y materialmente la construcción de la Basílica desde 1668 y asistió a la inauguración de la misma en 1678.

   El templo actual data de 1805 y la imagen fue coronada durante el pontificado de Pío Xl. Con el paso del tiempo los fieles donaron, para adorno de la imagen, gran cantidad de valiosas joyas y el templo se llenó de regalos y tesoros. Cuando se independiza Bolivia en 1825 existía una ascendente y permanente presencia de la Virgen de Copacabana en la fe de ese pueblo. Sin embargo, en 1826 el Presidente de Bolivia, Mariscal Antonio José de Sucre, expropió todas las joyas coloniales del tesoro del Santuario de la Virgen para fundirlas en las primeras monedas de oro y plata de Bolivia.

   El 1 de Agosto de 1925, año del primer Centenario de la independencia de Bolivia, la Virgen de Copacabana fue coronada como Reina de esa nación. El 7 de Noviembre de 1940, el Templo Mariano de Copacabana, fue declarado Basílica Menor.

   El cuerpo de la imagen está totalmente laminado en oro fino y en sus ropajes se reproducen los colores y las vestiduras propias de una princesa inca. Su forma original está permanentemente cubierta por lujosos mantos y trajes superpuestos a la talla, luciendo además una larga peluca de pelo natural. La imagen, que mide un poco más de cuatro pies, sostiene al Niño de manera muy peculiar, como si éste estuviera a punto de caerse. En su mano derecha sostiene un canastillo y un bastón de mando, regalo y recuerdo de la visita que en 1669 le hizo el Virrey del Perú. La imagen original nunca sale de su santuario y para las procesiones se utiliza una copia de la misma. Es típico del santuario, que los que lo visitan salgan de él caminando hacia atrás, con la intención de no darle la espalda a su querida patrona cuya fiesta original se celebraba el 2 de febrero, día de la Purificación de María, y luego se ha trasladado al 5 de agosto, con liturgia propia y gran celebración popular.


Respuesta  Mensaje 3 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 02/08/2009 19:54

2 de agosto
NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES, 
 Patrona de Costa Rica


   La ciudad de Cartago, como muchas otras en la época colonial, segregaba a los blancos de los indios y mestizos. A todo el que no fuera blanco puro se le había prohibido el acceso a la ciudad, donde una cruz de piedra señalaba la división y los límites.

   Estamos en los alrededores del año 1635, en la sección llamada "Puebla de los Pardos" y Juana Pereira, una pobre mestiza, se ha levantado al amanecer para, como todos los días, buscar la leña que necesita. Es el 2 de agosto, fiesta de la Virgen de los Angeles, y la luz del alba que ilumina el sendero entre los árboles, le permite a la india descubrir una pequeña imagen de la Virgen, sencillamente tallada en una piedra oscura, visiblemente colocada sobre una gran roca en la vereda del camino. Con gran alegría Juana Pereira recogió aquel tesoro, sin imaginar que otras cinco veces más lo volvería a hallar en el mismo sitio, pues la imagen desaparecía de armarios, cofres, y hasta del sagrario parroquial, para regresar tenazmente a la roca donde había sido encontrada. Entonces todos entendieron que la Virgen quería tener allí un lugar de oración donde pudiera dar su amor a los humildes y los pobres.

   La imagen, tallada en piedra del lugar, es muy pequeña, pues mide aproximadamente sólo tres pulgadas de longitud. Nuestra Señora de los Ángeles lleva cargado a Jesús en el brazo izquierdo, en el que graciosamente recoge los pliegues del manto que la cubre desde la cabeza. Su rostro es redondeado y dulce, sus ojos son rasgados, como achinados, y su boca es delicada. Su color es plomizo con algunos destellos dorados como diminutas estrellas repartidas por toda la escultura.

   La Virgen se presenta actualmente a la veneración de sus fieles en un hermoso ostensorio de nobles metales y piedras preciosas, en forma de resplandor que la rodea totalmente, aumentando visualmente su tamaño. De la base de esta "custodia" brota una flor de lis rematada por el ángel que sostiene la imagen de piedra. De esta sólo se ven los rostros de María y el Niño Jesús, pues un manto precioso la protege a la vez que la embellece.

   La "Negrita" como la llama el cariño de los costarricenses, fue coronada solemnemente el 25 de abril de 1926. Nueve años más tarde, su Santidad Pío XI elevó el Santuario de la Reina de los Angeles a la dignidad de Basílica menor.

   A Cartago llega un constante peregrinar de devotos que vienen a visitar a su Madre de los cielos; muchos entran de rodillas, como acto de humildad y de acción de gracias y luego van a orar ante la roca donde fue hallada la bendita imagen. Esta piedra se ha ido gastando por el roce de tantas manos que la acarician agradecidas mientras oran, dan gracias y piden alivio a su dolor, sus sufrimientos o sus necesidades. Debajo de esta piedra brota un manantial cuyas aguas recogen los que acuden en busca de la misericordia y la salud.  El agua es signo del bautismo. No hay otra cosa que mas quiera la Virgen a que vivamos profundamente las gracias de nuestro bautismo.


Respuesta  Mensaje 4 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 02/08/2009 19:55

2 de agosto
NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES, 
 Patrona de Costa Rica


   La ciudad de Cartago, como muchas otras en la época colonial, segregaba a los blancos de los indios y mestizos. A todo el que no fuera blanco puro se le había prohibido el acceso a la ciudad, donde una cruz de piedra señalaba la división y los límites.

   Estamos en los alrededores del año 1635, en la sección llamada "Puebla de los Pardos" y Juana Pereira, una pobre mestiza, se ha levantado al amanecer para, como todos los días, buscar la leña que necesita. Es el 2 de agosto, fiesta de la Virgen de los Angeles, y la luz del alba que ilumina el sendero entre los árboles, le permite a la india descubrir una pequeña imagen de la Virgen, sencillamente tallada en una piedra oscura, visiblemente colocada sobre una gran roca en la vereda del camino. Con gran alegría Juana Pereira recogió aquel tesoro, sin imaginar que otras cinco veces más lo volvería a hallar en el mismo sitio, pues la imagen desaparecía de armarios, cofres, y hasta del sagrario parroquial, para regresar tenazmente a la roca donde había sido encontrada. Entonces todos entendieron que la Virgen quería tener allí un lugar de oración donde pudiera dar su amor a los humildes y los pobres.

   La imagen, tallada en piedra del lugar, es muy pequeña, pues mide aproximadamente sólo tres pulgadas de longitud. Nuestra Señora de los Ángeles lleva cargado a Jesús en el brazo izquierdo, en el que graciosamente recoge los pliegues del manto que la cubre desde la cabeza. Su rostro es redondeado y dulce, sus ojos son rasgados, como achinados, y su boca es delicada. Su color es plomizo con algunos destellos dorados como diminutas estrellas repartidas por toda la escultura.

   La Virgen se presenta actualmente a la veneración de sus fieles en un hermoso ostensorio de nobles metales y piedras preciosas, en forma de resplandor que la rodea totalmente, aumentando visualmente su tamaño. De la base de esta "custodia" brota una flor de lis rematada por el ángel que sostiene la imagen de piedra. De esta sólo se ven los rostros de María y el Niño Jesús, pues un manto precioso la protege a la vez que la embellece.

   La "Negrita" como la llama el cariño de los costarricenses, fue coronada solemnemente el 25 de abril de 1926. Nueve años más tarde, su Santidad Pío XI elevó el Santuario de la Reina de los Angeles a la dignidad de Basílica menor.

   A Cartago llega un constante peregrinar de devotos que vienen a visitar a su Madre de los cielos; muchos entran de rodillas, como acto de humildad y de acción de gracias y luego van a orar ante la roca donde fue hallada la bendita imagen. Esta piedra se ha ido gastando por el roce de tantas manos que la acarician agradecidas mientras oran, dan gracias y piden alivio a su dolor, sus sufrimientos o sus necesidades. Debajo de esta piedra brota un manantial cuyas aguas recogen los que acuden en busca de la misericordia y la salud.  El agua es signo del bautismo. No hay otra cosa que mas quiera la Virgen a que vivamos profundamente las gracias de nuestro bautismo.


Respuesta  Mensaje 5 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 02/08/2009 19:55

2 de agosto
SAN PEDRO DE OSMA, (*)
 Obispo

SEPULCRO DE S. PEDRO DE OSMA, EN LA CATEDRAL DEL BURGO DE OSMA(1)

Hermanos y hermanas, tened firmemente fe 
en lo que creéis: que Cristo volverá.
 ¿Que importa cuando? Preparaos para su venida.
Vivid como si viniera hoy y no tendréis miedo de su venida
 
(San Agustín)


   Nacido Pedro en Bourges, en Francia, hacia el año 1040, recibió de sus piadosos padres una sólida educación cristiana, y habiéndose formado convenientemente en las letras, según la costumbre del tiempo, se dedicó a la carrera de las armas, en las que dio buenas pruebas de su carácter intrépido y decidido, y no menos de la elevación de su espíritu. Consciente, pues, de los gravísimos peligros a que en esta vida se exponía, e ilustrado por Dios sobre las vanidades del mundo, determinó entregarse a su servicio en la vida religiosa.

   Entró, pues, en el monasterio de Cluny, que constituía el centro de la reforma cluniacense de la Orden benedictina, entonces en su máximo apogeo, y allí vivió varios años, entregado a la práctica de las virtudes religiosas. Parecía que iba a continuar una vida tranquila en su monasterio; pero Dios tenía otros planes sobre él.

   En efecto, el rey Alfonso VI de León y Castilla, en su afán por el adelantamiento del cristianismo en España, no sólo dio un empuje extraordinario a la Reconquista, sino que trabajó con el mayor empeño en la reforma y renovación eclesiástica de todos sus territorios. Conociendo, pues, la prosperidad en que se hallaba la reforma cluniacense en Francia, suplicó encarecidamente al abad de Cluny que enviara a España algunos monjes escogidos de su monasterio, y, en efecto, le fueron enviados algunos, al frente de los cuales se hallaba Bernardo de Sauvetat, con los cuales se reorganizó el monasterio de Sahagún, que bien pronto se convirtió en el Cluny de la España cristiana. No mucho después, el año 1085, al realizar Alfonso VI la reconquista de Toledo, que tanta resonancia alcanzó en toda la cristiandad, designó como su primer arzobispo al abad Bernardo de Sahagún, que desde entonces, con el nombre de don Bernardo, fue el alma de la renovación religiosa de España.

   Pues bien; según refieren don Rodrigo Jiménez de Rada y Yepes en su Crónica General Benedictina, don Bernardo, ya arzobispo de Toledo, conociendo bien a los monjes de Cluny, y deseando utilizarlos para la gran obra de reforma de España, obtuvo que se le enviaran algunos, escogidos, entre los cuales se distinguía el monje Pedro de Bourges. Llegó, pues, Pedro a Sahagún juntamente con los demás, y durante el corto tiempo que allí se detuvo contribuyó a afianzar definitivamente la reforma cluniacense, no sólo en aquel monasterio, sino en otros muchos en los que ésta se fue introduciendo.

   Entretanto don Bernardo de Toledo, que conocía a fondo su eximia virtud y sus grandes cualidades naturales, obtenida la aprobación del rey Alfonso VI, lo llamó a Toledo y, asignándole el cargo de arcediano de la catedral, lo constituyó en una especie de secretario suyo en el inmenso trabajo de la organización de la diócesis y de las iglesias que se iban conquistando a los musulmanes.

   Como en todas partes, distinguióse Pedro en su nuevo cargo por su religiosidad, espíritu de trabajo y amor a los pobres.

   En estas circunstancias, cuando Pedro se hallaba más centrado en su trabajo, tuvo lugar la conquista de Osma, para cuya reorganización eclesiástica, como había hecho anteriormente con Toledo, quiso Alfonso VI destinar a uno de los hombres de mayor confianza. Entonces, pues, él y el arzobispo de Toledo destinaron para la iglesia de Osma a Pedro, y, efectivamente, vencida la repugnancia que éste sentía para abrazarse con aquella dignidad, y obtenido el nombramiento de parte del Papa, se dirigió a Osma, para tomar la dirección de aquella iglesia.

   Y con esto comienza la parte más característica, más grandiosa y más meritoria de San Pedro de Osma, quien puede ser presentado como monje modelo, perteneciente a la reforma cluniacense; mas por encima de todo aparece en la historia como un dechado de eminentes y santos prelados.

   Como obispo de una iglesia pobre, que acababa de ser reconquistada de los moros, tuvo que cargar sobre sus espaldas el ímprobo trabajo de reconstrucción moral y aun material de la diócesis. La iglesia catedral, destruida hasta los cimientos, tuvo que ser levantada de nuevo. Con el celo de la gloria de Dios que le abrasaba emprendió decididamente este trabajo, y, sea dedicando a ello sus propias rentas, sea reuniendo con gran esfuerzo abundantes limosnas, llevó tan adelante la obra que pudo iniciar el culto en la nueva catedral, si bien no quedó ésta completamente acabada.

   A la par que en el templo material trabajó desde el principio con toda su alma en el espiritual de sus ovejas, procurando fomentar en ellas por todos los medios posibles la vida religiosa, eliminando toda clase de abusos, extendiendo en todas partes los principios fundamentales de la reforma cluniacense, que él representaba. De este modo se puede afirmar que, a los pocos años de su gobierno de la diócesis de Osma, ésta quedó material y espiritualmente renovada.

   En este trabajo de reforma y renovación espiritual se vio obligado algunas veces a desarrollar una energía extraordinaria en defensa de los derechos de la Iglesia y de los bienes que a ella pertenecían. Como en toda su actuación no tenía miras humanas, no había consideración ninguna que pudiera doblegarlo o apartarle del cumplimiento de su deber. Con su entereza y constancia logró que algunos hombres, pertenecientes a la más alta nobleza, restituyeran a la Iglesia los bienes que le habían robado.

   Estos y semejantes hechos, más o menos maravillosos, abundan en los relatos que se nos han conservado de su extraordinaria actividad como gran prelado, renovador y reformador de la iglesia de Osma. El año 1109, cuando terminaba una visita de una buena parte de su diócesis, dirigióse a Toledo, donde se hallaba Alfonso VI gravemente enfermo. Asistióle con la mayor devoción y agradecimiento juntamente con el arzobispo don Bernardo, y después de la muerte del gran rey acompañó a sus restos al monasterio de Sahagún, donde el monarca había dispuesto que fuesen enterrados. Una vez realizada esta piadosa ceremonia, mientras el santo obispo Pedro de Osma, rendido de fatiga, volvía a su iglesia de Osma, se sintió acometido de una enfermedad, y, llegado a Palencia, el 2 de agosto entregó allí su alma a Dios.

   Conforme a su deseo expresamente manifestado antes de morir, sus restos fueron conducidos a Osma y depositados en su catedral, Así se cumplía su voluntad de que su cuerpo reposara junto a su iglesia, a la que él consideraba como su esposa. Así vivió y así murió este santo monje y obispo, verdadero modelo, tanto para los religiosos como para todos los eclesiásticos, particularmente para los prelados.

BERNARDINO LLORCA, S. I


Respuesta  Mensaje 6 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 02/08/2009 19:55

2 de agosto
SAN ESTEBAN I, 
 Papa y Mártir

   Fue hijo de Julio, ciudadano romano. Nació hacia el fin del siglo II, y aunque se tienen pocas noticias de los primeros años de su niñez, hay razones para creer que su familia era cristiana. Se dedicó al estudio de las letras humanas y divinas, pero singularmente al de la ciencia de los Santos; y en poco tiempo se hizo un lugar distinguido entre los fieles de Roma. Siendo de poca edad fue recibido en el clero. Los Papas San Cornelio y San Lucio, sus predecesores, hicieron juicio de que no debían dejar escondida debajo del celemín aquella brillante antorcha. Ordenáronle de diácono, y después le hicieron arcediano de la Iglesia romana (dignidad que ponía a su cargo la custodia y la distribución del tesoro de la Iglesia) dándole al mismo tiempo jurisdicción de vicario.

   Novaciano, presbítero de la Iglesia romana, y Novato, presbítero de la Iglesia de Cartago, el primero antipapa, los dos cismáticos, y ambos herejes, tenían muchos partidarios de sus errores en oriente y en occidente hasta en el mismo gremio de los obispos. Aunque San Cipriano de Cartago y San Dionisio de Alejandría se habían opuesto con valor a sus impiedades, consiguiendo que fuesen condenados por varios Concilios, no por eso dejaba de inficionar a muchos el veneno de la herejía; y su partido, con el engañoso pretexto de reforma, hacia desterrar a muchos fieles de las banderas de Jesucristo, y adelantaba cada día nuevas conquistas.

   Defendían que no debían ser admitidos a la comunión los que hubiesen caído en el crimen de la idolatría; y sus sectarios, extendiendo esta errada doctrina a todo género de culpas, quitaban a la Iglesia el poder de atar y desatar. Condenaban las segundas nupcias, y obstinadamente sostenían que debían ser rebautizados todos aquellos que después del bautismo hubiesen cometido algún pecado mortal. Aprovechándose los gentiles de aquellas funestas divisiones, perseguían cruelmente a los cristianos, incitando a los emperadores y a los magistrados para que hiciesen sangrienta guerra a la Iglesia. Viendo los Papas Cornelio y Lucio tan combatida la navecilla de San Pedro, llamaron a San Esteban para que les ayudase a gobernar el timón en un tiempo en que jamás habían sido los escollos más frecuentes. Habiendo terminado San Lucio gloriosamente su carrera, coronando con el martirio su pontificado, por unánime consentimiento fue electo Sumo Pontífice San Esteban el año 254. Dice Anastasio que San Cornelio, seis meses antes de morir, le había entregado todos los bienes de la Iglesia, y que San Lucio al tiempo de su muerte le confió todo el rebaño, recomendándole toda la Iglesia afligida.

   Luego que se sentó en la cátedra de San Pedro, se dedicó enteramente a desempeñar todas sus obligaciones, se mostró azote de la herejía, defensor de los sagrados cánones y oráculo de la Iglesia.

      Fueron acusados de libeláticos Basílides, obispo de Astorga, España, y Marcial, obispo de Márida. Llamábanse libeláticos aquellos cobardes cristianos que, si bien no habían sacrificado a los ídolos, daban o recibían certificaciones falsas de haber sacrificado, para liberar por este medio su vida. A este delito de los dos prelados se añadían otros tan enormes, que los hacían indignos de la Mitra, viéndose precisados los obispos de España a deponerlos, y a nombrarles sucesores. Acudieron al Papa, Basílides y Marcial, haciendo cuanto pudieron para engañarle. Recibiólos, y los oyó con tanto amor y con tanta benignidad, que ya se daban por restituidos a sus sillas; pero luego que el Santo Pontífice recibió las cartas de San Cipriano y de los obispos de España en que le informaban de los delitos que habían cometido, no quiso verlos más, y mantuvo inflexible su tesón.

   Pero lo que da mayor idea del alto mérito de nuestro Santo es la célebre disputa que se suscitó entre los más santos obispos de la Iglesia sobre el valor o nulidad del bautismo conferido por los herejes. Parece que esa disputa tuvo principio en la Iglesia de Cartago, donde San Cipriano, fundándose en la práctica de su predecesor Agripino, enseñaba que era nulo todo bautismo fuera de la Iglesia Católica, y, por consiguiente, que se debían rebautizar todos los herejes que se reconciliaban con ella. Siguieron esta misma opinión los obispos de oriente, que se juntaron en Iconio, y la dominante así en el oriente como en el Africa. Pero San Esteban la condenó, y declaró que respecto de los que volvían al gremio de la Iglesia, de cualquiera secta que fuesen, nada se debía innovar, sino seguir precisamente la Tradición, que era imponerles las manos por la penitencia, sin rebautizarlos, una vez que hubiesen sido bautizados en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíriitu Santo, y por otra parte no se hubiera omitido cosa alguna de las esenciales al Bautismo.

   Costó trabajo a San Cipriano mudar de parecer. Convocó muchos Concilios que confirmaron su opinión, y en virtud de esto escribió al Papa. Lo mismo hicieron los obispos de oriente; pero San Esteban, guiado del Espíritu Santo, que gobierna siempre la Iglesia, escribió a San Cipriano y a los obispos de Cilicia,  de Capadocia y Galacia, que se separaría de su comunión, si persistían en su opinión sobre el bautismo de los herejes. Con el tiempo se redujeron todos los obispos de oriente a la decisión del Pontífice, contribuyendo no poco a este feliz suceso San Dionisio, Obispo de Alejandría.  Mayor fue la resistencia de los obispos africanos; pero al fin toda la Iglesia abrazó lo definido por San Esteban. También tuvo el consuelo de saber por carta de San Dionisio Alejandrino que, en general, todo el oriente había abandonado el partido de los novacianos, uniéndose con Roma; y al mismo tiempo que le participaba esta gustosa noticia, se congratula con el Santo Papa de los socorros espirituales y temporales con que ayudaba a los fieles de Siria y Arabia; prueba evidente de lo mucho que se extendía su caridad y vigilancia pastoral.

   Publicó el Emperador un edicto por el  cual confiscaba los bienes de los cristianos, y los concedía al que los denunciase. Con esta ocasión convocó el Papa al clero y al pueblo; y habló con tanta energía y con tanta eficacia sobre la vanidad de los bienes de esta vida, que un presbítero llamado Bono, arrebatado de santo fervor, exclamó a nombre de todos, que no sólo estaban prontos a perder todos sus bienes, sino a padecer los más crueles tormentos, y a dar la vida por Jesucristo, declaración que fue recibida por aplauso universal.

   Encendido el fuego de la persecución, es indecible el ardor con que todos se disponían al martirio. El Santo Papa andaba de casa en casa, y pasaba los días en lugares subterráneos, ofeciendo el Santo Sacrificio, y dando a los fieles la Sagrada Comunión. En un sólo día bautizó 180 catecúmenos, administrándoles el sacramento de la confirmación, dicen las actas, ofreció por ellos el sacrificio incruento, sustentándolos con el Pan de los fuertes, y pocos días después casi todos merecieron recibir la corona del martirio.

   San Esteban arregló lo más que urgía en la actual constitución de los negocios para el gobierno de la Iglesia, encargándoselos a tres presbíteros, 7 diáconos y 16 clérigos, a quienes encomendó la custodia de los vasos sagrados y la distribución de las limosnas. Nemesio, tribuno militar, andaba buscando al Santo Papa, por haber oído que era un hombre extraordinario y que hacía grandes milagros. Tenía el tribuno, una hija única, ciega desde su nacimiento, le suplicó a Esteban le diese la vista a su hija. "Lo haré, respondió el Santo, pero con la condición de que has de creer en Jesucristo, en cuyo nombre y virtud he de obrar el milagro". Sin detenerse un punto lo prometió todo Nemesio, y asegurando con juramento que se haría cristiano, creyó en Jesús y pidió el Bautismo. Instruyóle el Papa, y bautizóle juntamente con su hija, la cual cobró la vista luego que recibió el Bautismo, y se le dio el nombre de Lucila.

   A vista de este milagro, se bautizaron maravillados 63 gentiles. Nemesio y Lucila fueron arrestados, como también Sempronio, su primer secretario, a quien le mandó que, pena de la vida, declarase el estado de todos los bienes de su amo. Respondió el fiel criado que el Tribuno nada tenía desde que todo lo había repartido entre los pobres. ¿Luego tú también eres cristiano como tu amo?, replicó Olimpo, que así se llamaba el juez. "Esa dicha tengo, y me ahorro mucho con ella", respondió Sempronio. Irritado Olimpo, hizo traer una estatua del dios Marte, y mandó a Sempronio en nombre de aquella mentida deidad, que declarase los tesoros de su amo. Mirando Sempronio con indignación al ídolo, exclamó: "Confúndate Nuestro Señor Jesucristo, Hijo del Dios vivo, y hágate pedazos en este mismo instante". Al momento cayó el ídolo a sus pies reducido a polvo. Asombró a Olimpo el milagro, y abriendo los ojos del alma, creyó que todos sus dioses eran químeras, y que no había otro verdadero Dios que Jesucristo. Descubrióse a Exuperia, su mujer, que interiormente era cristiana; ésta le confirmó en su pensamiento, y le aconsejó que se convirtiese. Hízolo con toda su familia: acudiendo San Esteban informado de lo que pasaba, instruyólos, bautizólos, y los exhortó a la perseverancia.

   Repercutió mucho en Roma la conversión de una familia tan conocida; y enetrasdo el Emperador, lleno de ira, mandó que les quitasen la vida a todos en un mismo día, teniendo el Santo Papa el consuelo de darle a todos sepultura. La misma suerte lograron doce clérigos a cuyo frente estaba el presbítero Bono. Mandó prender el Emperador a San Esteban y quiso verle. Preguntóle luego si era él aquel sedicioso que turbaba al Estado, desviando al pueblo del culto debido a los dioses del Imperio. "Señor, respondió Esteban, yo no turbo el Estado; sólo exhorto al pueblo a que no rinda culto a los demonios, y a que adore al verdadero Dios, a quien únicamente se le debe". "Impío, exclamó el emperador, esa blasfemia que acabas de proferir la vengará tu muerte; y volviéndose a los soldados de su guardia añadió: Quiero que sea conducido al templo del dios Marte, y que allí sea degollado y ofrecido en sacrificio".

   Ejecutóse la orden, pero apenas llegó cuando el cielo rompió en truenos, relámpagos y rayos; cayó en tierra el templo del dios Marte, y huyeron todos los gentiles. Quedó sólo Esteban con los gentiles que le habían seguido: retiróse con ellos al lugar donde acostumbraban juntarse y ofreció el Divino Sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Jesús. No bien acabó de celebrarlo cuando entrando los soldados que le andaban buscando por todas partes, le degollaron sobre su misma silla pontifical cuando estaba exhortando a los cristianos al martirio. Sucedió el 2 de agosto del año 257, y su santo cuerpo con la silla en que fue sacrificado, bañada toda de su sangre, fue enterrado por los cristianos en el Cementerio de Calixto. Trasladóse su cabeza a Colonia, donde es singularmente venerada.


Respuesta  Mensaje 7 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 02/08/2009 19:56

2 de agosto
SANTA TEODOTA

Mártir

Quiero que mi corazón no esté, en adelante, 
sino en el de Jesús y el de María,
o que los
Corazones de Jesús y María estén en el mío,

para que ellos le comuniquen sus movimientos;
y que el mío no se agite ni se mueva, sino
conforme a la impresión que de ellos reciba.
(
San Claudio de la Colombiere).

   De acuerdo a la tradición, Teódota fue la madre de San Evodio, a quien dio muerte el gobernador Nicecio, apaleándole. Denunciada por el Prefecto Lucacio cuando rehusó su propuesta de matrimonio, fue martirizada en Nicaea (actualmente Turquía),  junto con  tres de sus hijos, siendo arrojados dentro de un horno ardiente. 



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