Enfermos y Enfermedades
El respeto a los enfermos es deber inatacable,
pero vale describir la ligera experiencia
para nuestra propia orientación.
Hubimos penetrado el nosocômio,
acompañando un asistente espiritual que
ingresaba en el servicio por primera vez,
y, por eso aún era, allí, tan adventício
en cuestión de enfermería,
cuanto yo propio.
Atender la cuatro hermanos encarnados sofredores,
nuestro gravamen inicial en las tareas del magnetismo curativo.
Designarlos-emos por números.
En aireado aposento, abeiramo-nos de ellos,
después de corta oración.
El amigo de número uno arfava en constrangedora dispnéia,
suplicando en voz baja:
Valedme, Señor!...
Ay Jesus!...
Ay Jesus!...
Socorredme!...
Ó Divino Salvador!...
Curadme y ya no desearé en el mundo otra cosa sino serviros!...
El segundo imploraba,
bajo los dolores abdominales en que se contorcia:
- Ó mi Dios, mi Dios!...
Tiende misericordia de mí!...
Concededme la salud y buscaré exclusivamente vuestra gana...
Nos aproximamos del tercero, que, apenas
aguantando tremenda cólica renal en recidiva,
tartamudeava al impacto de pesado sudor:
- Piedade, Jesus!...
Salvadme!...
Tengo mujer y cuatro hijos...
Salvadme y prometo seros fiel hasta la muerte!...
Por fin, clamaba lo de número cuatro,
cargando severa crisis de artritis reumatóide:
- Jesus! Jesus!...
Ó Divino Médico!...
Atendedme!...
Amparadme!...
Dadme la salud, Señor, y daros-ei la vida!...
Nuestro orientador enterneceu-se.
Nos conmovía, de veras,
oír tan cariñosas referencias Dios y al Cristo,
tantos llamamientos con inflexión de confianza y ternura.
Sensibilizados, nos pusimos en acción.
El jefe se esmeró.
Eximio conocedor de ondas y fluidos,
reparó vísceras aquí,
sanó disfunciones allí,
renovó células más además y el resultado no se hizo esperar.
Recuperación casi integral para todos.
Entramos en plegaria,
agradeciendo al Señor la posibilidad de vehicular-le las bendiciones.
El día inmediato, cuando volvemos al hospital,
por la mañana, el cuadro era diverso.
Mejorados con seguridad, los enfermos ya ni
se acordaban del nombre de Jesus.
Nuestro orientador enterneceu-se.
Nos conmovía, de veras,
oír tan cariñosas referencias Dios y al Cristo,
tantos llamamientos con inflexión de confianza y ternura.
Sensibilizados, nos pusimos en acción.
El jefe se esmeró.
Eximio conocedor de ondas y fluidos,
reparó vísceras aquí, sanó disfunciones allí,
renovó células más además y el resultado no se hizo esperar.
Recuperación casi integral para todos.
Entramos en plegaria,
agradeciendo al Señor la posibilidad de vehicular-le las bendiciones.
El día inmediato, cuando volvemos al hospital,
por la mañana, el cuadro era diverso.
Mejorados con seguridad,
los enfermos ya ni se acordaban del nombre de Jesus.
Y gritando para la enfermera que hube asomado a la puerta:
- Chica, si mi mujer telefonear, diga que sarei y que no estoy...
El enfermo de número cuatro vociferaba para
la joven que hube traído la merienda matinal:
- Falda de mi frente con su café requentado,
antes que yo le dé con este bule en la cara!...
Atónitos, delante del cambio habido,
recurrimos a la plegaria,
y el supervisor espiritual de la institución vino hasta nosotros,
diligenciando consolarnos y socorrernos.
Después de oír la exposición del mentor
que se hube responsabilizado por las bendiciones recibidas,
esclareció bien-humorado:
- Sí, vosotros cometieron pequeño engaño.
Nuestros hermanos aún no se hallan habilitados
para lo retorno a la salud,
con el éxito deseable.
Imprescindible bajar la tasa de las mejoras efectuadas...
Y, sin cualquier delonga,
el superior podó energías aquí,
disminuyó recursos allí,
interfirió en determinados centros orgánicos más además,
y, con gran sorpresa para nuestro grupo socorrista,
los hermanos enfermos,
con ligeras alteraciones para la mejoría,
fueron restituidos al estado anterior,
para que no les viniera a ocurrir cosa peor.
Hermano X (espíritu)
Chico Xavier (médium)
Fuente:Libro: Ideas e Ilustraciones
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