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UN GUARDAMETA DEVOTO
Un
famoso portero de fútbol de prestigio internacional visitó una tarde el
colegio de los Jesuitas de Indaucho, en Bilbao, cuando los estudiantes
se hallaban rezando el Rosario en la Capilla. Se arrodilló en los
últimos bancos para no llamar la atención de los muchachos, rezando
también a la Madre común. Uno de los preceptores se dio cuenta de la
presencia del gran futbolista y le invitó a dirigir una decena. Los
chavales se quedaron estupefactos al ver a su ídolo que subía al
presbiterio para hablarles. El «sermón» del guardameta fue espontáneo y
cordial y entró como un balonazo en el corazón de los chicos. Sus
palabras fueron éstas, aproximadamente: «Hay que rezar, muchachos.
Tenemos que parar, sea como sea, las tentaciones como el portero para
el balón, y despejarlas lejos, muy lejos, hasta medio campo por lo
menos. Si queremos ser algo en la vida tenemos que someternos a duros
entrenamientos y a llevar una vida austera, y tenemos que aprender a
obedecer. A mí, a veces, me costó mucho obedecer al médico, pues cuando
estaba en el hospital el doctor me prohibió ver por la tele un partido
porque me iba a poner nervioso... Hay que trabajar en equipo y no
querer lucirnos nosotros sin saber dar juego a otros, para que gane el
equipo. Hay un equipo mejor que el nuestro y es el equipo de los
misioneros cuyo seleccionador es nuestro Señor Jesucristo. Y ese es el
mejor fichaje. Lo importante es ganar esa final que no se repite, que
es la salvación del alma, porque al final de la jornada aquel que se
salva, sabe, y el que no, no sabe nada. La llegada al Ayuntamiento con
la copa, cuando vencemos, me hace pensar en la entrada en el cielo,
ganada la victoria definitiva.» El «sermón» de l guardameta no tuvo
nada de tostón y causó un gran impacto en el ánimo de la muchachada que
escuchó con emocionado silencio aquellas palabras sinceras y luminosas
de su idolatrado portero. Algunos padres que lo oyeron también, se
enjugaron disimuladamente unas lágrimas furtivas. Un hermano lego
comentó entusiasmado: «Es también un buen delantero. Nos ha metido un
gol como una catedral.»
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