¡Oh claridad que veía, oh dulzura que acababa en México!
Hay sentimientos que cortan las esperanzas. Te vi como roca queda ¡las claridades pasadas! a ti, amiga, amiga, amiga ¡Las claridades que amaba!
En México, en las alturas se perdieron las mañanas. En México, en los jardines se perdieron las palabras. ¡Oh alturas de plata fría, oh amiga de plata amarga!
¡Oh luces las que veía! ¡Jardines, albores, nada!
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Lo que se ve con los ojos y se pierde es una idea que a veces ha de tenernos aherrojados de cadenas. A veces ha de ser agua en una mansa arboleda de sueños.
A veces ha de ser monte de más allá de la niebla. A veces ha de ser nube lo que se ve con los ojos y se pierde: nube, idea.
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Quísete como te quise por las negras chimeneas, quísete como te quise por las terrazas sin puertas: sobre una negra ventana había una palma negra, una bandera de luto que cerró todas las puertas, una bandera de sangre que quemó las chimeneas, una bandera de viento que trajo el sol de la guerra. Quísete como te quise, México amigo, sin puertas.
Cumbres que tuvieran alas, nieblas que tuvieran pies; entre cumbre y niebla mía, fantasma o máquina: ser.
¡Oh colores de la especie, niño dorado, mujer! Entre mujer y cabeza, cumbre que tuviera pies.
Entre las alas de niebla, llama que tuviera sed.
Sobre la sed, la distancia, sobre la distancia, hiel. Cumbres de niebla y de tiempo, ¡México ya no se ve!