Titanic
El naufragio del Titanic dejó, pues, una
imborrable huella en la memoria humana.
El descubrimiento de los restos, hace unos años,
permitió que los expertos emitieran una hipótesis
que explicara cómo ese espléndido transatlántico,
maravilla de la técnica, zozobró en tres
horas después de chocar con el iceberg.
Muchas fueron las causas secundarias, pero una
de las explicaciones de los expertos, después de
haber examinado algunas muestras de los restos
del buque, fue la poca resistencia de los remaches
de ensamblaje del casco. Unos cuantos de ellos
parecen haberse soltado, abriendo unas vías de
agua que inevitablemente condenaron al
naufragio al palacio flotante,
reputado como insumergible.
"Dios mismo no lo podría hundir",
repitieron algunos. Tal desafío nos impresiona.
Bastaron unos remaches defectuosos para que
ese 15 de abril de 1912 la humanidad recibiera
una severa y magistral lección de humildad,
al ver que su obra de arte se hundía
en las heladas aguas del Atlántico.
¡Qué contraste con el primer
"gigante de los mares",
el arca, construida por Noé y dirigida por
Dios mismo! Navegó cerca de un año en medio de
un diluvio sin parangón en la historia,
y preservó a todos los pasajeros.
Renuevo de Plenitud
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