Para
ser santos necesitamos humildad y oración. Jesús nos enseñó el modo de
orar y también nos dijo que aprendiéramos de Él a ser mansos y humildes
de corazón. Pero no llegaremos a ser nada de eso a menos que conozcamos
lo que es el silencio. La humildad y la oración se desarrollan de un
oído, de una mente, y de una lengua que han vivido en silencio con
Dios, porque en el silencio del corazón en donde habla Él.
Impongámonos
realmente el trabajo de aprender la lección de la santidad de Jesús,
cuyo corazón era manso y humilde. La primera lección de ese corazón es
un examen de conciencia; el resto, el amor y el servicio, lo siguen
inmediatamente.
El
examen no es un trabajo que hacemos solos, sino en compañía de Jesús.
No debemos perder el tiempo dando inútiles miradas a nuestras miserias,
sino emplearlo en elevar nuestros corazones a Dios para dejar que Su
luz nos ilumine.
Si
la persona es humilde nada la perturbará, ni la alabanza ni la
ignominia, porque se conoce, sabe quien es. Si la acusan no se
desalentará; si alguien la llama santa no se pondrá en un pedestal. Si
eres santo dale gracias a Dios; si eres pecador, no sigas siéndolo.
Cristo nos dice que aspiramos muy alto, no para ser como Abraham o
David ni ninguno de los santos, sino para ser como nuestro Padre
celestial.
No me elegisteis vosotros a Mí, fui Yo quien os eligió a vosotros ... - Juan 15:16
Madre Teresa de Calcuta
Lunasol
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