Envejecer es para valientes
     Gaby Vargas

Me impresionó esta mujer, “El Huracán McCallion” le llaman: juega hockey, boliche, va diario al gimnasio, habla sin rodeos y posee una energía envidiable. Hazel McCallion tiene 88 años.

Hace dos años un camión la atropelló y a la pregunta del reportero “¿Cómo se encuentra hoy?”, respondió: “¿Yo? ¡Perfecta! El que tuvo que ser enviado al taller fue el camión!”.

McCallion no sólo es un ejemplo de una actitud ante la vida, sino una gran política. Con 92 por ciento de aprobación ha sido alcaldesa de la sexta ciudad más importante de Canadá, Mississauga, durante 31 años. Misma que no tiene deudas, cuenta con una reserva de 700 millones de dólares y grandes planes para el futuro. Contrario a lo que todos pensaríamos de una mujer en su posición y con su edad, McCallion lava y plancha su ropa, va al supermercado, hace el jardín. “Me gusta ser autosuficiente. Hacer esas tareas me ayuda a mantenerme en forma y me ubica en la humildad”.

“¿Piensa retirarse algún día?”, le pregunta el reportero. “¡Jamás! Tener una vida llena de sentido y significado es lo que me motiva para vivir”. Si quieres conocerla ve al siguiente enlace: http://www.youtube. com/watch?v=fY79KbCptTo.

A todos los que huimos despavoridos de los efectos del paso del tiempo, como si se trataran de la influenza, esta mujer nos enseña que a los 88 se puede ser joven.

Tengamos en cuenta que en la Edad Media a los 40 años ¡eran ancianos! Bueno, a principios del siglo XX la esperanza de vida era de 54 años.

Recordemos que todos envejeceremos, lo que no significa obligadamente que seremos viejos, dice Tere Márquez en su divertido y ameno libro “Transición”. ¡Bendita ciencia y tecnología! ¿Qué tal la portada del Paris Match con Sharon Stone desafiando la idea de la vejez, enfundada en un microtraje negro, luciendo un cuerpo maravilloso?, con una leyenda que decía: “Tengo 50 ¿y qué?”. Hace poco tiempo vi en la televisión a Tina Turner —que ha de andar en los setenta y tantos— rockeando en el escenario, como siempre. Entre los famosos más longevos y jóvenes Tere Márquez nos recuerda a un Manuel Álvarez Bravo que vivió hasta los 100 años y activó su máquina fotográfica hasta entrados los 90. A Henri Cartier-Bresson que llegó a los 95 y a los 60 decidió abandonar la cámara para dedicarse a muchas otras cosas, entre ellas el dibujo. A Goya, que pintó sus “Fusilamientos de La Mancha” a los 70 para introducir en España la litografía y continuar en el arte. A Rufino Tamayo, que murió a los 93 y pintó casi hasta el último día de su vida.

¿Qué tal Picasso, que a sus noventa y tantos además de seguir siendo el hombre de la vanguardia artística seguía rompiendo corazones?, como nos cuenta Tere en su libro. O bien a Casals, que tocó hasta los 97 años o a Rubinstein que lo hizo hasta los 95. O a José Saramago, Premio Nobel de Literatura, quien hoy tiene ochenta y tantos años y sigue en la batalla.

El mundo no deja de pertenecernos a quienes pasamos de los cincuenta años; estos personajes de hoy y ayer nos muestran que somos nosotros los que por voluntad, desidia o cobardía dejamos de pertenecer al mundo. Basta un “ya no estoy para estos trotes” para que el cuerpo y la mente se lo crean y por ende obedezcan la orden. Es cierto que el envejecimiento puede estar acompañado de desmemoria, chochez, necedades, manías y achaques interminables. Eso es, entre otras cosas, lo que causa rechazo entre los jóvenes; es por eso que envejecer y mantenerse joven, como McCallion, es sólo… para valientes