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AGUA DE LA ROCA
El pueblo de Israel, debido a su temor y ansiedad, "tentaron a Jehová"
(vers. 7). Airados, y temiendo morir de sed en ese desierto caliente,
amenazaron con apedrear a Moisés. La crisis apenas se describe en sus
rasgos esenciales, pero el momento sin duda fue crucial. Quedó por
cierto marcado en la historia del pueblo. Siglos más tarde, el Señor
recordó a Israel este acontecimiento, por medio del salmista David: "En
la calamidad clamaste, y yo te libré; te respondí en lo secreto del
trueno; te probé junto a las aguas de Meriba" (Sal.81:7).
Durante la Segunda Guerra Mundial, las condiciones de un pequeño
poblado adventista en la isla de Bougainville, desmejoraron en forma
alarmante. Japón controlaba las islas del norte del archipiélago de las
Salomón. Como estaban escasos de alimentos, invadían los huertos
locales tan pronto como los productos comenzaban a madurar. Cuando
comenzaron a darse casos de combate entre los habitantes locales y los
invasores, los aldeanos comenzaron a temer por sus vidas. Los
dirigentes cristianos recordaron una alta meseta situada en una de las
cadenas de montañas. Una noche, los habitantes de la aldea
desaparecieron en la jungla sin hacer ruido. La fortaleza de la montaña
los mantuvo escondidos, y parecía que sus provisiones les durarían
hasta que sus hortalizas y sembrados les comenzaran a producir.
A medida que la estación seca avanzaba, la provisión de agua comenzó a
escasear. Los aldeanos buscaron una vertiente, y encontraron un lugar
húmedo al pie de una pared rocosa. Se reunieron alrededor, y oraron
para que saliera agua de la roca. Cuando terminaron de orar,
contemplaron asombrados cómo la humedad aumentaba en forma paulatina, y
luego la roca comenzó a gotear. Pronto todos pudieron comenzar a llenar
de agua sus jarrones. Durante más de dos años, esa vertiente continuó
goteando sin cesar; suplió así todas sus necesidades.
Jesús vio su oportunidad en la desesperanza humana. Los que no podían
hallar esperanza para si mismos, encontraron esperanza en él.
Tenemos el derecho de buscarle cuando estamos en dificultad. El agua
que fluye en respuesta a nuestra necesidad puede ser tan práctica como
las aguas de Horeb, que calmaron la sed del pueblo, o tan intangible
como el reavivamiento de nuestra fe y la renovación de nuestra
esperanza. "Aquel en quien mora Cristo tiene dentro de si una fuente
eterna de gracia y fortaleza".
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