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Un alma que niña era,
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Y que a las flores amaba, |
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A dos flores que admiraba |
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Oyó hablar de esta manera |
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Que hablan las flores, con calma |
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Afirma más de un Doctor, |
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Y bien puede hablar la flor |
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Cuando exhala aroma el alma. |
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-«Ven, la primera decía, |
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Yo te daré con mi esencia |
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La calma de la existencia, |
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Que asegura la alegría. |
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A mi lado, los pesares |
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Hojas son que lleva el viento, |
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No hará un pasado tormento |
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Que el bien presente acibares; |
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Que los bienes que pasaron, |
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Las ilusiones que huyeron, |
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Los amores que murieron, |
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Con las dichas que mataron; |
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En aspirando mi esencia |
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Bórranse de la memoria: |
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No turbará triste historia |
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La calma de tu existencia. |
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Que uniforme, igual, seguida, |
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Sin que el ayer te sujete, |
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Sin que el mañana te inquiete, |
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Se deslizará tu vida. |
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-Soy, la segunda decía, |
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De condición tan preciada, |
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Que al alma privilegiada |
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Sólo Dios mi esencia envía. |
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Y siempre que un ser vulgar |
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Se acerca a mi seno puro, |
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Por huir su hálito impuro, |
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Mis hojas torno a cerrar; |
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Y luego las vuelvo a abrir |
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Al alma que siente y llora, |
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Prestándole un bien que ignora |
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El que no sabe sentir. |
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Que los bienes que pasaron, |
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Las ilusiones que huyeron, |
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Los amores que murieron |
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Y las dichas que mataron; |
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Del alma ricos despojos |
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Los conservo yo en mi seno, |
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No hay, pues, un corazón bueno |
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Que a mí no vuelva los ojos! |
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Por mí el amor muerto, vive; |
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El ser que no es ya, respira; |
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Y hasta presente suspira |
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Aquel que ausencia proscribe; |
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Que yo acorto la distancia, |
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Yo eslabono las memorias, |
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Y hasta eternizo las glorias |
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Si les presto mi fragancia. |
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-Conmigo, tornó a decir |
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La flor que primero hablara, |
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Nunca volverás la cara |
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A lo que ya viste huir! |
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-Yo para el alma sentida |
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Dichas pasadas evoco, |
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Dichas que valieran poco |
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Si yo no les diera vida! |
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-A mí me buscan los sabios. |
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-A mí me guardan los buenos. |
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-Yo borro dichas y agravios. |
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-Yo los guardo de odio ajenos. |
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-Al que Dios da inteligencia |
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Aspira mi esencia en calma. |
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-Al que da limpia conciencia |
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Abrigo me da en su alma. |
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-Yo busco siempre al más cuerdo. |
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-Yo al que siente más, convido. |
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-Yo soy la flor del olvido! |
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-Yo soy la flor del recuerdo! |
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Y el alma que las oyó, |
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De entrambas flores prendada, |
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Fue a cortarlas desalada, |
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Y en su fondo las guardó. |
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Desde entonces aquel alma. |
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Siente su eterno luchar... |
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Cuando va la una a triunfar, |
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La otra le roba la calma. |
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Y ella va tras el olvido, |
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tras el recuerdo en pos, |
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Pidiendo en vano a las dos |
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El reposo que ha perdido. |
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