El tiempo pasa, no lo puedo detener, sólo quedan los recuerdos que no quisiera olvidar.
Los ví crecer día a día y siento como si fuera hoy: sus voces, sus gritos, sus risas y sus llantos, en mi memoria tengo sus tristezas y alegrías y me río al recordar por algunas picardías.
Siempre fueron bondadosos, obedientes, respetuosos y sinceros, con un corazón muy grande, que no sólo como madre reconozco.
Ahora que han hecho sus propios nidos, y ya no necesitan de mis manos Dios hará que no pierdan el optimismo, la bondad y la valentía en momentos dolorosos, que tengan equilibrio para no caer, que sepan amar y dar, como siempre lo hicieron, y sólo así hijos del alma, me harán sentir que habrá valido la pena vivir.