TRATANDO CON LA VANIDAD
La araña teje su tela a costa de un largo trabajo y de numerosas idas y
vueltas. Entreteje sus innumerables hilos, sin economizar su sustancia,
pues saca el material de sus propias entrañas. Pero basta un escobazo
para destruir esa obra de arte. El mismo insecto corre el riesgo de
terminar brutalmente sus días bajo los pies de quien hace la limpieza.
¿No ocurre lo mismo con los humanos? Se agotan
buscando riquezas o una situación mejor, más bienestar o reconocimiento
de parte de sus semejantes, diversas clases de distracciones. Gastan su
energía, su inteligencia y su salud tratando de lograr las metas
terrenales que se proponen. ¡Y cuando creen haber acabado su obra, se
dan cuenta de que se parece a una telaraña!
"Engrandecí mis obras" -escribió el rey Salomón-, "edifiqué para mí
casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines fui
engrandecido y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu"
(Eclesiastés 2:4-11).
Aprendamos a medir lo que hacemos, no en la escala del tiempo que pasa,
sino en la de la eternidad. Sin descuidar el trabajo, es necesario dar
prioridad a la salvación del alma.

|