Madre Teresa de Calcuta (1910-2009)
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“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. De
pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de
Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios
por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas” .
Esta
mensajera luminosa del amor de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en
Skopje, una ciudad situada en el cruce de la historia de los Balcanes.
Era la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu, recibió en el
bautismo el nombre de Gonxha Agnes, hizo su Primera Comunión a la edad
de cinco años y medio y recibió la Confirmación en noviembre de 1916.
Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor por
las almas. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos
ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera.
Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el
carácter y la vocación de si hija. En su formación religiosa, Gonxha
fue asistida además por la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado
Corazón, en la que ella estaba muy integrada.
Cuando
tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha
dejó su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la
Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en
Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa
Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India,
llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus
primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la
comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para
chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su
profesión perpétua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”.
Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St.
Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona
de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y
por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en
Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su
caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y
por un talento natural de organizadora, vivió su consagración a Jesús
entre sus compañeras con fidelidad y alegría.
El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”.
Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas
se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se
convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas
semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le
reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”.
Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la
ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos. Le pidió
a Madre Teresa que fundase una congregación religiosa, Misioneras de la
Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres.
Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre
Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se
vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul y atravesó las
puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los
pobres.
Después
de un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre
Teresa volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las
Hermanitas de los Pobres. El 21 de diciembre va por vez primera a los
barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos
niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la calle
y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis.
Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y
salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a
Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.
El
7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis
de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Al
inicio de los años sesenta, Madre Teresa comenzó a enviar a sus
Hermanas a otras partes de India. El Decreto de Alabanza, concedido por
el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965, animó a Madre
Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por
las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los
continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los
años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países
comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.
Para mejor responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitò solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas
de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su
espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en
humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.
Durante
estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre
Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios,
comenzando por el Premio Indio Padmashri en 1962 y de modo mucho más
notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al
mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus
actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los
premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”.
Toda
la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de
amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor
de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor
incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro lado heroico de
esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas
las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior
estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante
sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por
Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de
su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los
pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a
una siempre más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella
participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de
Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.
Durante
los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves
problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y
respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. En 1997
las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se
habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo
de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como
Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo
sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por
última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde
transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas
que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de
septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno
de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su
cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad.
Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y
oración para gente de fe y de extracción social diversa (ricos y pobres
indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe sólida, de
una esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su respuesta
a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una
Misionera de la Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de
compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed de amor de Dios.
Menos
de dos años después de su muerte, a causa de lo extendido de la fama de
santidad de Madre Teresa y de los favores que se le atribuían, el Papa
Juan Pablo II permitió la apertura de su Causa de Canonización. El 20
de diciembre del 2002 el mismo Papa aprobó los decretos sobre la
heroicidad de las virtudes y sobre el milagro obtenido por intercesión
de Madre Teresa.
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