¿Cuánto hace que callas ese
secreto…?
Walter tenía el récord de puntualidad en la primaria N. Llevaba
pocos meses trabajando allí, pero ya se había ganado el cariño de todos. Era:
"¡Un hombre intachable!" como dijo una vez el director del instituto, quien
hasta le dio llave de su salón y de la biblioteca… Ese día, Walter cargaba el
mismo entusiasmo, el uniforme recién planchado y su maletín, que a todos les
pareció un poco más pesado por la manera en que lo sostenía. Su alegría
desbordaba en cada saludo a sus colegas, y su sonrisa crecía con cada paso que
daba hacia al aula donde sus alumnos de primer grado lo esperaban con el mismo
ánimo. ¡Claro! ¡Era viernes!, días en que Walter reúne a sus pequeños para
contarles un cuento antes de comenzar la clase.
- ¡Hola pequeños! - dijo
muy alegre Walter cuando abrió la puerta.
- ¡Buenos días maestro Walter!
- dijeron todos los niños en coro.
- Hoy les tengo un cuento muy
especial.
- ¿Sí, cuál? -preguntaron algunos.
- ¡Uno muy distinto!
¡Ja, ja!... Espero que sean unos hombrecitos y mujercitas valientes, porque voy
a contarles uno de terror.
- ¡Yo no tengo miedo! - dijo la niña más
malcriada del grupo.
- ¡Ja, ja! Bueno, espero que todos sean igual que tú
- dijo Walter camino a su mesa.
Los niños arrimaron los pupitres
hacia atrás para poder sentarse en un círculo alrededor del cuentista.
-
¿Están todos? - preguntó Walter después que dejó su maletín sobre la
mesa.
Los niños, ahora sentados en círculo en el suelo, miraron a
todos lados y luego respondieron:
- ¡Como siempre falta L.!
-
¡Ja, ja! ¡L.! ¿Cuándo no? Ese impuntual… Bueno, lástima…! ¡Comencemos! ¿Les
parece? - preguntó Walter parado en el centro del círculo.
- ¡Sííííí!
-dijeron los niños.
- ¡Bueno! El cuento se llama: El Niño "Corazón de
piedra".
- ¡Uyyy! -dijeron algunos.
- Bueno aquí va: érase una
vez, hace muchos años, cuando los animalitos andaban libres en un bosque sin que
nadie los molestara…
- ¡Esto no asusta! -interrumpió la niña
malcriada.
- ¡Cállate! - le contestó un niño regordete- ¡No interrumpas
al profe…!
- ¡Ja, ja! ¡Estos chiquitos! Tienen que tener paciencia, sobre
todo tú que eres una niña tan madura y valiente.
- ¡Siga, siga! -
gritaron los otros niños mientras aplaudían.
- Está bien, está bien,
¿dónde iba? ¡Ya!: hace mucho, cuando los animalitos andaban libres, un niño
igualito a ustedes y muy valiente también, se adentró a lo más profundo del
bosque de su pueblo. Se había escapado del colegio para jugar al explorador y
hasta pensó que encontraría un tesoro entre los árboles.
- ¿Y encontró el
tesoro? - preguntó un niño en el fondo.
- No, no. El niño descubrió algo
más fascinante: los animalitos que allí vivían hablaban igual que los
hombres.
- ¿Cómo? -preguntaron todos.
- Sí, sí. ¡Imagínese, como
nosotros!... Bueno, sucede que cuando el niño regresó a su casa le contó a sus
padres sobre el descubrimiento, pero no le creyeron. El niño se enfadó mucho y
se fue esa misma noche de su casa y tomó rumbo al bosque, decidido a llevarse un
animalito para enseñarle a sus padres que él tenía la razón...
- ¿Y el
niño era millonario? - preguntó un pequeño.
- ¡Ja, ja! ¡Qué pregunta!
No, de hecho, el niño era muy pobre y sus padres lo obligaban a trabajar después
de clases; limpiando algunos graneros en los alrededores, cosa que a él le
desagradaba y siempre le hizo aborrecer a sus padres.
- ¡Ahhh! - se
escuchó.
- En fin pequeñitos; el niño caminó y caminó por el bosque y
finalmente se encontró con una pequeña ave que conversaba con un zorro… ¡Y sin
pensarlo dos veces el niño se le tiró encima al zorro y lo agarró por la
cola!
- ¡Y el zorro se lo comió! - interrumpió el más alto de los
alumnos.
- ¡Ja, ja! ¡No, no! El zorro se volteó y le dijo: "Niño,
suéltame... Soy un pobre animalito del bosque que no le hace daño a nadie. Deja
mi cola para correr hasta mi casa donde me esperan mis hijitos". ¡Ah! Pero el
niño no le hizo caso y comenzó a arrastrar al zorro por la cola hasta su
casa...
- ¡Uyyyy!
- Sí, sí. El niño pensó que sería muy fácil,
pero a mitad de camino el zorro le dijo: "Niño, no has tenido la delicadeza de
soltarme, aún cuando te he dado tiempo para arrepentirte... Piensa en mis
hijitos, ¿es que no tienes corazón?" Y el niño le respondió "Sí tengo, ¡pero qué
me importan tus hijitos!" El zorro se molestó muchísimo y como pudo se dio la
vuelta y le mordió la mano al niño.
- ¡Y lo mató! - interrumpió otro
niño.
- ¡Ja, ja! No, no… El niño soltó al zorro y cayó en el suelo. El
animal se volteó y le dijo: "Ahora tendrás que pagar por lo que has hecho… Yo
soy Barbatos, Conde de estas tierras. ¿No viste ayer al sol en Sagitario? ¡Ja,
ja! No tendrás idea de lo que te digo. No importa, lo que importa ahora es tu
castigo… a ver, a ver... ¿cuál será...?" El niño, ahora muy asustado, comenzó a
arrastrarse de espaldas por el suelo mientras veía al zorro moviéndose en
silencio de allá para acá.
- ¿Y qué pasó con el pajarito que hablaba con
el zorro?
- ¿Pajarito? ¡Ah, sí! El pajarito se fue volando cuando el niño
llegó… Pero eso no tiene importancia amiguitos. Miren, el niño tocó una gran
piedra con su mano mientras trataba de huir; la agarró con su manita y con ella
amenazó al zorro. Entonces el zorro cuando vio la piedra, le dijo: ¡Eso es! ¡Eso
es! Haré que tu corazón sea tan duro y frío como esa piedra, y vivirás condenado
a no sentir amor o felicidad por el resto de tu vida. ¡Entonces chiquitos, el
zorro dijo un hechizo y la piedra que el niño sostenía se transformó en un gran
y pesado corazón!
-¡Qué miedo!
-Sí, sí… El niño dejó caer la
piedra, y al tocar su pecho sintió que nada latía. Luego el zorro comenzó a
reírse y el niño se paró lentamente… El niño aprovechó que el animal estaba
desprevenido, y con la piedra lo golpeó y golpeó hasta que…
- ¡Lo mató! -
gritaron todos impresionados.
- ¡Sí, sí! El niño mató al zorro con la
piedra. ¡Ah, chiquitos! Pero no fue lo único que hizo… Esa noche, cuando llegó a
casa, buscó con cuidado el cincel más grande entre las herramientas de su papi y
se dirigió al cuarto de sus padres, donde ellos dormían. ¡Al parecer a ninguno
le preocupa dónde estaba su hijo! ¡Hasta el zorro que era un animalito lo hizo,
pero ellos no! No mis pequeñitos, eran unos papás malvados que no merecían un
hijito tan lindo…
- Sí, sí… ¿pero qué pasó? - preguntó el niño
regordete.
- ¡Ja, ja! Cierto, me desvié un poco de la historia… El niño
se paró en la cama de sus padres, puso el cincel en el pecho de su madre y con
el peso de la piedra lo empujó y le atravesó el corazón. Luego con mucha rapidez
hizo lo mismo con su padre… el niño salió corriendo de su casa con el cincel y
el corazón de piedra y sigue haciendo de las suyas por allí. Fin… ¿Qué les
pareció el cuento?
Los niños estaban paralizados y algunos abrazados
unos con otros. Aún así, hubo uno que preguntó:
- ¿Entonces el niño sigue
vivo?
- ¡Ja, ja! Sí, pero ya no es niño. Ya creció chiquitos, como
ustedes lo harán algún día. ¡Pero quiero ahora mostrarles
algo!
Walter, de espaldas a la pizarra, no se dio cuenta de que L.
había llegado y estaba curioseando por la mesa del maestro... De repente el
maletín y su contenido cayeron al suelo, y todos los alumnos salieron corriendo
y gritando al pasillo principal. El director del instituto, que iba pasando por
allí, entró al salón de Walter muy molesto y le preguntó:
- ¿Qué
significa esto Walter? Esto es un instituto decente, y usted un hombre
intachable. ¡Exijo ahora mismo una explicación!
El maestro caminó
hasta la puerta, sacó la llave de su bolsillo y la cerró. Luego se dirigió hasta
el maletín…
- ¿Walter? ¡Contésteme!... No me dé la espalda cuando le
hablo. ¿Qué es eso que tiene en la mano...? ¿Un...? ¿Para qué es esa piedra...?
Walter… ¿qué está haciendo Walter...? ¡Suélteme! ¿Qué hace...? No, no...
¡Aléjese de mi!... ¡Auxilio! ¡Socorro!