CUARESMA, TIEMPO DE SILENCIO Y ORACION
En el Evangelio de hoy tenemos la imagen sugerente del desierto.
Podemos destacar varias notas: El desierto es un lugar de soledad y silencio.
Oímos la voz de nuestra reflexión y de nuestra conciencia. Y nos preguntamos: ¿Hacia dónde nos dirigimos, dónde está la salida? ¿Cuál es la meta y el final?
¿Qué dificultades hay? ¿Con cuáles me voy a encontrar?
¿Cómo las voy a resolver? Hay que decidirse y empezar a caminar.
Hay que ser fuertes y constantes y seguir caminando siempre.
Detenerse es morir. La Cuaresma es tiempo de desierto: Buscar la soledad y el silencio. Huir del ruido, las voces, el ajetreo que no nos permiten detenernos.
Reflexionar para no ser superficiales. Preguntarnos hacia dónde vamos para recodar, renovar, actualizar metas, los ideales de nuestra vida que,
a veces, por la rutina, los olvidamos y caemos en la mediocridad. Dedicar tiempo a la Palabra de Dios para reflexionarla y asimilarla, porque nuestro ideal es Jesús,
pensar y vivir como Él y nuestra meta es la santidad:
sed santos porque Dios vuestro Padre es Santos; sed perfectos. La palabra de Dios nos recuerda y completa el mensaje de Jesús,
que es el camino de la santidad, y su persona y su vida son nuestro modelo. Reflexionar sobre las dificultades que encontramos.
Las que vienen de nosotros mismos: pereza, cansancio, orgullo. Las que vienen de los otros: malos ejemplos, dejarnos arrastrar. Las que nos ofrece la sociedad: modos de vida y comportamientos contrarios al Evangelio. Es necesario procurar conocerlas para evitarlas y superarlas. Decidirnos a caminar todos los días y progresar y mejorar sin consentir ser vencidos
ni por el cansancio ni las dificultades. Que esta cuaresma sea diferente.
Que nos dejemos guiar por el Espíritu para que éste sea un tiempo de gracia y salvación. Que dediquemos más tiempo al silencio, la oración y, la Palabra de Dios.
El Pregrino Ruso
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