Se había enamorado
un león de la hija de un labrador y la pidió en
matrimonio.
Y no podía el labrador decidirse a dar su
hija a tan feroz animal, ni negársela por el temor que
le inspiraba. Entonces ideó lo siguiente: como el león no dejaba
de insistirle, le dijo que le parecía digno para ser
esposo de su hija, pero que al menos debería cumplir con la
siguiente condición:
que se
arrancara los dientes y se cortara sus uñas, porque eso
era lo que atemorizaba a su hija.
El león
aceptó los sacrificios porque en verdad la amaba.
Una vez que el león
cumplió lo solicitado, cuando volvió a presentarse ya sin sus poderes,
el labrador lleno de desprecio por él, lo despidió sin piedad a
golpes.
Nunca te fíes
demasiado como para despojarte de tus propias defensas,
pues fácilmente serás vencido por los que antes te
respetaban.