Hace veinte años moría la escritora Victoria Ocampo
Fundó la revista Sur y fue la primera mujer en la Academia Argentina de Letras
Provenía de una familia de alcurnia
Pero se rebeló aprendiendo a manejar y teniendo lo que ella llamaba un amante predilecto
PATRICIA KOLESNICOV Yo no elijo lo mejor -supo decir-; lo mejor me elige.
Con esa certeza.
Con sus famosos anteojos de montura blanca.
En esa quinta de San Isidro que donó a la UNESCO
por si a los peronistas se les ocurría tomarla.
Así, hace 20 años -27 de enero de 1979- se murió Victoria Ocampo.
El balance es suyo:
¿Qué he hecho de mi vida?
He conocido, privilegio que agradezco a mi estrella,
alegría sin par, a casi todos los grandes escritores de mi época, a algunos muy de cerca.
He publicado una docena de libros.
Faltan algunas cosas en la enumeración.
Falta la revista Sur,
que fundó en 1931 y donde escribieron muchos
de los intelectuales más importantes de varias décadas.
Falta la editorial Sur, que empezó publicando
a Federico García Lorca.Falta -en ese balance suyo- l
a Unión Mujeres Argentinas,
que levantó con María Rosa Oliver y Susana Larguía en 1936.
Las mujeres todavía no tenían derecho al voto y la UMA
pedía derechos civiles y políticos
pero también amparo a la maternidad, protección al menor,
desarrollo cultural y espiritual de la mujer,
disminución de la prostitución.Victoria Ocampo
-Ramona Victoria Epifanía Rufina- nació el 7 de abril de 1890.
En una conferencia que dio en 1967 contó:
Nací en una casona de San Martín y Viamonte.
Hojeando un viejo mapa observé con asombro que esas
calles llevaban los nombres de Victoria y Ocampo,
respectivamente.
La esquina en que abrí los ojos por vez primera
formaba mi nombre.Era la primera hija de una familia rica.
La historia de la patria -escribió María Esther Vázquez-
era para Victoria una historia de familia.
Uno de sus bisabuelos apoyó económicamente la Revolución de Mayo,
otro tomaba café con Sarmiento, fue un tío abuelo suyo
-Enrique Ocampo- el que mató de un tiro
a Felicitas Guerrero, por despecho amoroso.
Más tarde, cuando la acusen de extranjerizante, dirá:
En Argentina se observan diferencias entre los hijos de los
inmigrantes y los hijos de las familias que han estado
enraizadas en el país por varias generaciones.
Los primeros tienen una exagerada tendencia a un
cierto falso orgullo nacional,
mientras que los segundos han sido americanos por tanto
tiempo que han olvidado cómo promover ese estilo.
Lo cierto es que cuando Victoria tenía 6 años, la familia
-con sirvientes, vacas y pollos- se fue a Europa por un año.
He aprendido -contaría después-
el alfabeto en francés. He jugado,
he rezado, me han puesto en penitencia,
me han recompensado en francés desde que cumplí 7 años en París.
Francia le dio la escritura y Victoria fue fiel: sus primeros poemas,
varios de sus libros, los escribió en francés,
y ese idioma se le colaba a cada rato entre sus palabras.
Victoria Ocampo, que paladea el sabor de otros idiomas
con tal fruición que casi peca de gula idiomática,
salpica sus ensayos de palabras francesas e inglesas,
es extranjerizante, escribirá Enrique Pezzoni
en El texto y sus voces.Beatriz
Sarlo lo entiende de otra manera:
La lengua extranjera, en las mujeres del origen de Victoria Ocampo,
era utilizada para leer novelitas o asistir a
representaciones teatrales.
La lengua extranjera era lengua de consumo femenino
y no de producción. Victoria Ocampo la subvierte,
volviéndola lengua productiva: leer, recibir,
pero también citar, devolver.La vida de las mujeres de su clase
y de su época estaba pautada.
La educación no era una prioridad:
La educación que se daba a las mujeres
-cuenta en su autobiografía- era por definición y adrede incompleta,
deficiente. Si hubiera sido varón, hubiera seguido una carrera,
decía mi padre de mí.Ella quería ser actriz,
un sueño imposible en ese contexto.
Entonces estudió dicción e interpretación.
De grande llegó el desquite,
cuando hizo varias veces el papel de recitante.
Primero en El rey David, de Honegger, en el teatro Politeama.
Después en la Perséphone, de Igor Stravinsky.
En 1921 publicó De Francesca a Beatrice,
un comentario de La Divina Comedia.
La audacia máxima de ese gesto -escribió Beatriz Sarlo-
era la escritura. No se trata de poemas,
ni de ficción, sino de un ensayo, género masculino.
En 1912 se había casado con Bernardo de Estrada.
Desde el principio se llevaron mal.
Se enamoró de Julián Martínez, un primo de su marido.
Fueron amantes, en secreto,
porque todavía estaba vivo el padre de Victoria
y ella no se atrevía a separarse.
Fue su amante predilecto.
Para sacarse de encima choferes-testigos aprendió a manejar.
Eso tampoco era digno de una dama y
se lo hacían saber. Machona, le gritaban.
Entre el 8 de mayo y el 2 de junio de 1953 estuvo presa:
el gobierno peronista la acusaba de tener armas
en su casa de Mar del Plata.En 1977 fue incorporada
a la Academia Argentina de Letras.
Era la primera mujer en llegar a uno de esos sillones.
No lo agradeció: Los felicito,
miembros de la Academia Argentina de Letras
-dijo, en su discurso-.
Los felicito a ustedes porque motu proprio han vencido
un prejuicio y eso exige siempre un esfuerzo.
De La Red
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