Una estrella de Luz
Cont.
Fabián dijo esta última frase gritando. La estrella permaneció callada. En la oscuridad, Fabián no pudo distinguir que esbozaba una sonrisa.
De golpe, sintió algo húmedo en su rostro. Era «Pirata», el perro del administrador del camping que le estaba lamiendo la cara.
-¡Eh, Fabián! ¿Cómo estás? ¿Te pasó algo?, preguntó Feliciano. Me asusté, porque vi una luz y te oí gritar como si estuvieras discutiendo con alguien. Pensé que te había pasado algo, pero seguramente te quedaste dormido. Metete dentro de la carpa que te vas a resfriar con el rocío.
Fabián le hizo caso, entró en la carpa, pero tardó en dormirse, porque aunque estaba seguro de que todo había sido un sueño, sentía una extraña sensación.
Pasaron los días y llegó el tiempo de Navidad. Poco antes, Fabián organizó una fiesta con la gente de la isla y unos amigos de la ciudad .
Feliciano prestó el camping y armaron una gran mesa para la fiesta que comenzó bien temprano por la mañana y duró hasta la tardecita. Comieron lo que cada uno había llevado, bailaron y cantaron. Antes de irse, Fabián regaló a cada familia una pequeña estrella de madera para que la colocaran sobre el pesebre.
El 24 a la noche, justito cuando daban las doce, todas las familias de la zona, vieron una gran luz que provenía del pesebre donde estaba la imagen del pequeño bebé.
Esa luz, para sorpresa de todos, venía de la pequeña estrella de madera. En el cielo, también brilló una estrella, aunque ya no señalaba el camino hacia el lugar donde hace dos mil años había estado el niño. En cambio, iluminaba a todos los que, como Fabián, hacen nacer a Dios en medio de los hombres y los conducen hacia él.
Y, para sorpresa de muchos, esa nochebuena, estuvo muy iluminada.
(María Inés Casalá, publicado en la revista Humanizar)