Estoy sola, Señor, y hay mucha gente en torno, estoy triste —no obstante la riente algazara— y mi imagen es débil, perdida, sin contorno, bien que la luz del sol le dé sobre la cara.
Temerosa, Señor, del más humilde adorno y de otras tantas cosas que el mundo nos depara, pienso en la noche próxima del viaje sin retorno, el instante postrero que a todos nos separa.
Mas te siento, Señor, junto a mí por momentos, tu divina presencia ilumina el ambiente y percibo que vuelven a su ritmo mis días, para que así se acaben entonces mis lamentos, renaciendo a mi propia existencia sonriente pues que Tú me regalas con nuevas alegrías.
Gracias mi Gaviotas hermosas, por todo su apoyo, en los momentos que mas he necesitado, esta gaviota la podran hacer caer, pero siempre elevara su vuelo mas alto.