El loco
En un
pueblo rodeado de cerros habitaba un loco, la gente del pueblo le llamaba así:
"EL LOCO", ¿y porqué le llamaban así?, ¿Qué acaso hacía cosas disparatadas,
cosas raras, cosas diferentes a lo que hacen la mayoría de las personas, al
menos en ese pueblo?.
La
gente al verlo pasar se reía y se burlaba de él, humildemente vestido, sin
posesiones, sin una casa que se dijera de su propiedad, sin una esposa ni unos
hijos; *un desdichado*, pensaba la gente, alguien que no beneficiaba a la
sociedad, **un inútil** comentaban otros.
Más
he aquí que este viejo ocupaba su vida sembrando árboles en todas partes donde
pudiera, sembraba semillas de las cuales nunca vería ni las flores ni el fruto,
y nadie le pagaba por ello y nadie se lo agradecía, nadie lo alentaba, por el
contrario, era objeto de burla ante los demás. Y así pasaba su vida, poniendo
semillas, plantando arbolitos ante la burla de los demás. Y he aquí que ese ser
era un gran Espíritu de Luz, que poniendo la muestra de como se deben hacer las
cosas, sembrando, siempre sembrando sin esperar a ver el fruto, sin esperar a
saborearlo.
Y
sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Sultán de aquellos lugares,
rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdaderamente en su reino,
para no escucharlo a través de la boca de sus ministros. Al pasar por aquel
lugar y al encontrarse al Loco le preguntó: _ ¿Qué haces, buen hombre? Y el
viejo le respondió: _ Sembrando Señor, sembrando. Nuevamente inquirió el
Sultán: _ Pero, ¿cómo es que siembras?. estás viejo y cansado, y seguramente no
verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces? A lo que
el viejo contesto: _ Señor, otros sembraron y he comido, es tiempo de que yo
siembre para que otros coman. El Sultán quedo admirado de la sabiduría de
aquel hombre al que llamaban LOCO, y nuevamente le preguntó: _ Pero no verás
los frutos, y aun sabiendo eso continuas sembrando... Por ello te regalaré una
monedas de oro, por esa gran lección que me has dado. El Sultán llamo a uno
de sus guardias para que trajese una pequeña bolsa con monedas de oro u las
entregó al sembrador. El sembrador respondió : _Ves, Señor, como ya mi
semilla ha dado fruto, aún no la acaba de sembrar y ya me está dando frutos, y
aun más, si alguna persona se volviera loca como yo y se dedicara solamente a
sembrar sin esperar los frutos sería el más maravilloso de todos los frutos que
yo hubiera obtenido, porque siempre esperamos algo a cambio de lo que hacemos,
porque siempre queremos que se nos devuelva igual que lo que hacemos. Esto,
desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bien, y olvidándonos de lo
malo que hacemos.
El
Sultán le miró asombrado y le dijo : _ ¡Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en
ti!, ojalá hubiera más como tú en este mundo, con unos cuantos que hubiese, el
mundo sería otro; más nuestros ojos tapados con unos velos propios de la
humanidad, nos impiden ver la grandeza de seres como tu. Ahora me retiraré
porque, si sigo conversando contigo, terminaré por darte todos mis tesoros,
aunque sé que los emplearlas bien, tal vez mejor que yo. ¡Qué Alá te
Bendiga!.
Y
terminado esto, partió el Sultán junto con su séquito, y el Loco siguió
sembrando y no se supo de su fin, no se supo si termino muerto y olvidado por
ahí en algún cerro, pero él había cumplido su labor, realizó la misión, la
misión de un Loco. Reflexión: Este cuento sirve para ilustrarnos lo
que muchos seres hacen en este mundo, pero callados, sin esperar recompensa y he
aquí que se requieren muchos locos en el mundo, seres que repartan la Luz, que
den la enseñanza, que sean guías en este mundo tan hambriento de la enseñanza
espiritual.
Desconozco el Autor
Webset Copyright © 2009 ~Guapetón~ All Rights
reserved
|