Preparativos para el nacimiento de Jesús
Desde hace varios días veo a María en casa de Ana, su madre,
cuya casa se halla más o menos a una legua de Nazaret, en el valle de
Zabulón. La criada de Ana permanece en Nazaret cuando María está
ausente y sirve a José. Veo que mientras vivió Ana casi no tenían hogar
independiente del todo, pues recibían siempre de ella todo lo que
necesitaban para su manutención.
Veo desde hace quince días a María ocupada en preparativos para el
nacimiento de Jesús: cose colchas, tiras y pañales. Su padre Joaquín ya
no vive. En la casa hay una niña de unos siete años de edad que está a
menudo junto a la Virgen y recibe lecciones de María. Creo que es la
hija de María de Cleofás y que también se llama María. José no está en
Nazaret, pero debe llegar muy pronto. Vuelve de Jerusalén donde ha
llevado los animales para el sacrificio. Vi a la Virgen Santísima en la
casa, trabajando, sentada en una habitación con otras mujeres.
Preparaban prendas y colchas para el nacimiento del Niño.
Ana poseía considerables bienes en rebaños y campos y proporcionaba
con abundancia todo lo que necesitaba María, en avanzado estado de
embarazo. Como creía que María daría a luz en su casa y que todos sus
parientes vendrían a verla, hacía allí toda clase de preparativos para
el nacimiento del Niño de la Promesa, disponiendo, entre otras cosas,
hermosas colchas y preciosas alfombras.
Cuando nació Juan pude ver una de estas colchas en casa de Isabel. Tenía
figuras simbólicas y sentencias hechas con trabajos de aguja. Hasta he visto
algunos hilos de oro y plata entremezclados en el trabajo de aguja.
Todas estas prendas no eran únicamente para uso de la futura madre:
había muchas destinadas a los pobres, en los que siempre se pensaba en
tales ocasiones solemnes.
Vi a la Virgen y a otras mujeres sentadas en el suelo alrededor de un cofre,
trabajando en una colcha de gran tamaño colocada sobre el cofre. Se
servían de unos palillos con hilos arrollados de diversos colores. Ana estaba
muy ocupada, e iba de un lado a otro tomando lana, repartiéndola y
dando trabajo a cada una de ellas.
José debe volver hoy a Nazaret. Se hallaba en Jerusalén donde había ido a
llevar animales para el sacrificio, dejándolos en una pequeña posada
dirigida por una pareja sin hijos situada a un cuarto de legua de la ciudad,
del lado de Belén. Eran personas piadosas, en cuya casa se podía habitar
confiadamente. Desde allí se fue José a Belén; pero no visitó a sus parientes,
queriendo tan sólo tomar informes relativos a un empadronamiento o una
percepción de impuestos que exigía la presencia de cada ciudadano
en su pueblo natal.
Con todo, no se hizo inscribir aún, pues tenía la intención, una vez realizada
la purificación de María, de ir con ella de Nazaret al Templo de Jerusalén, y
desde allí a Belén, donde pensaba establecerse. No sé bien qué ventajas
encontraba en esto, pero no gustándole la estadía en Nazaret, aprovechó
esta oportunidad para ir a Belén. Tomó informes sobre piedras y maderas
de construcción, pues tenía la idea de edificar una casa. Volvió luego a la
posada vecina a Jerusalén, condujo las víctimas al Templo y
retornó a su hogar.
Atravesando hoy la llanura de Kimki, a seis leguas de Nazaret, se le apareció
un ángel, indicándole que partiera con María para Belén, pues era allí donde
debía nacer el Niño. Le dijo que debía llevar pocas cosas y ninguna colcha
bordada. Además del asno sobre el cual debía ir María montada, era necesario
que llevase consigo una pollina de un año, que aún no hubiese tenido cría.
Debía dejarla correr en libertad, siguiendo siempre el camino que
el animal tomara.
Esta noche Ana se fue a Nazaret con la Virgen María, pues sabían que José
debía llegar. No parecía, sin embargo, que tuvieran conocimiento del viaje
que debía hacer María con José a Belén. Creían que María daría a luz en
su casa de Nazaret, pues vi que fueron llevados allí muchos objetos
preparados, envueltos en grandes esteras.
Por la noche llegó José a Nazaret. Hoy he visto a la Virgen con su madre
Ana en la casa de Nazaret, donde José les hizo conocer lo que el ángel le
había ordenado la noche anterior. Ellas volvieron a la casa de Ana, donde las
vi hacer preparativos para un viaje próximo. Ana estaba muy triste.
La Virgen sabía de antemano que el Niño debía nacer en Belén; pero por
humildad no había hablado. Estaba enterada de todo por las profecías
sobre el nacimiento del Mesías que Ella conservaba consigo en Nazaret.
Estos escritos le habían sido entregados y explicados por sus maestras en el
Templo. Leía a menudo estas profecías y rogaba por su realización,
invocando siempre, con ardiente deseo, la venida de ese Mesías. Llamaba
bienaventurada a aquélla que debía dar a luz y deseaba ser tan sólo la última
de sus servidoras. En su humildad no pensaba que ese honor debía tocarle
a ella. Sabiendo por los textos que el Mesías debía nacer en Belén, aceptó con
júbilo la voluntad de Dios, preparándose para un viaje que habría de ser
muy penoso para ella, en su actual estado y en aquella estación, pues el frío
suele ser muy intenso en los valles entre cadenas montañosas.