MI ALEGRÍA
¡Qué alegría! Sí, qué alegría cuando me dijeron: ven, vamos a la casa del Señor, ¡ha llegado el Mesías esperado!, ¡ha nacido Jesús, el Salvador!.
¡Qué alegría! Yo dejé todo cuanto allí tenía, sólo elegí el cordero más hermoso y corrí por los montes y cañadas al encuentro del Todopoderoso. Brillaban las estrellas en el cielo, más grandes, más espléndidas, más puras, las voces de los ángeles cantaban: ¡Hosanna! ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
El sol resplandecía en el pesebre, la noche de repente se hizo día, se rasgaron de golpe las tinieblas y una luz celestial nos envolvía. ¡Qué alegría!
Allí estaba, en los brazos de María, el niño-Dios, el trigo de Belén. Mi corazón latía apresurado pues quería abrazarle yo también. Me acerqué vacilante y vi en sus ojos el fuego del amor que me ofrecía, ¡y me llené de Dios en ese instante! y comprendí el por qué de mi alegría.
ENA MARGARITA
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