Por el umbral de un año que agoniza
caminan fugitivas las divinas fragancias
de una noche de fiesta.
Hay cánticos solemnes libando mi tristeza.
Y el cu-cú milenario, acuna, entre sus
manecillas negras el moribundo adiós del
año que nos deja.
¡Qué monótono pasa...!
Se detiene...
y amontona mis horas en el frío silencio
del tiempoque se queda.
Un mutismo de años
levanta su copa con cada campanada
que da la Noche Nueva.
Y, al invocar tu nombre...
el champán del recuerdo me emborracha
de pena.
Los recuerdos... Ah, los recuerdos...
informales viajeros
que abordan los vagones, cargados de nostalgia.
Yo me quedo mirándolos
como se deslizan por el carril helado de
mi Velada Añeja...
Arrojan las valijas en el brocal oscuro
donde ahogan sus quejas.
Allí, bajo el parral desnudo...
junto a los que se amaron en
¡tantas Noches Viejas!
a la lumbre de sueños, poemas y promesas...
Donde, al morir un año, vaciaban su morral
de enhorabuenas.
Hoy me han dejado sola...
Como se quedan todos, los que en noches
como èsta no quieren que haya fiestas...
porque tienen el alma rota ya que no hay quien
comparta el amor en su mesa.
Y al campanear las doce, cuando abra la puerta
traerá el Año Nuevo su puñado de ausencia...
Ya no habrá Noches Viejas, ni amor, ni ruegos...
Cabalgará el dolor por las mismas callejas...
y en el triste silencio de mi gran Noche Vieja
titilará la luz de tu recuerdo...
INÉS DE CUEVAS.