"Querido Dios, te ruego que me des paciencia.
¡Y la quiero ahora mismo!". La paciencia
es una herramienta muy potente. La mayoría
sufrimos de la expectativa de la gratificación
inmediata. Queremos que todo suceda
enseguida. No tenemos paciencia para
esperar nada. Nos irritamos si tenemos
que esperar en una cola o si estamos
atascados en un embotellamiento.
Queremos todas las respuestas y todos
los bienes ahora mismo, ya.
Con muchísima frecuencia hacemos
desgraciadas a otras personas con nuestra
impaciencia. La impaciencia es una resistencia
a aprender, deseamos tener las respuestas
sin aprender la lección o sin dar
los pasos necesarios.
Piensa en tu mente como si fuera un jardín.
Para empezar, un jardín es un trozo de tierra.
Puede que él haya muchas zarzas de odio
a uno mismo y piedras de desesperación,
rabia y preocupación. Hay un viejo árbol llamado
miedo que necesita una buena poda o que
lo corten. Una vez hayas limpiado bien el
terreno y abonado la tierra, siembra algunas
semillas de alegría y prosperidad.
El sol brilla sobre tu jardín, y tú lo riegas,
lo abonas y lo cuidas amorosamente.
Al principio no se ve que suceda gran cosa.
Pero tú no te detengas, continúa cuidando
tu jardín. Si tienes paciencia, las plantas
crecerán y se llenarán de flores.
Lo mismo sucede en tu mente:
tú seleccionas los pensamientos que vas a
cuidar, y si tienes paciencia, verás
cómo crecen y contribuyen a crear el jardín
de experiencias que deseas.