1. No te importe mucho quién es por ti o contra ti;
sino busca y procura que sea Dios contigo en todo lo que haces. Ten buena conciencia, y Dios te defenderá. Al que Dios quiere ayudar, no le podrá dañar la malicia de alguno. Si sabes callar y sufrir, sin duda verás el favor de Dios. El sabe el tiempo y el modo de librarte; y por eso te debes ofrecer a El. A Dios pertenece ayudar y librar de toda confusión. Algunas veces conviene mucho, para guardar mayor
humildad, que otros sepan nuestros defectos y los reprendan.
2. Cuando un hombre se humilla por sus defectos,
entonces fácilmente aplaca a los otros, y sin dificultad satisface a los que le odian. Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y
consuela; al hombre humilde se inclina; al humilde concede gracia,
y después de su abatimiento le levanta a gran honra. Al humilde descubre sus secretos, y le trae dulcemente a Sí y le convida. El humilde, recibida la afrenta, está en paz; porque está con Dios y no en el mundo. No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por el más inferior de todos
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