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- San Crisanto y Santa Daría, Mártires
- Santos Crispín y Crispiniano, Mártires
- San Frutos, Eremita
- Santos Engracia y Valentín, Mártires
- Santos Frontón y Jorge, Obispos
- San Gaudencio, Obispo de Brescia
- San Minato, Mártir
- Beato Cristóbal de Romagnola, Fraile
- Beato Baltasar Chiavari, Fraile
- Beato Tadeo, Obispo de Cork y Cloyne
- Beato Ricardo Gwyn, Mártir
- Beato Pedro Geremia, Sacerdote
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25 de octubre
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SAN CRISANTO y SANTA DARÍA,* Mártires
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No andéis, pues, acongojados por el día de mañana; que el día de mañana harto cuidado traerá por sí; bástale a cada día su propio afán. (Mateo, 6,34).
San Crisanto y Santa Daría no pudieron ser inducidos, ni por las amenazas ni por las promesas, a adorar a los ídolos. Viéndolos firmes y dispuestos a morir antes que ofender a Dios, el tirano hizo envolver a Crisanto en la piel de un buey y lo expuso así a los ardores de un sol ardiente; hizo conducir a Daría a un lugar de libertinaje, pero un león la defendió contra las infames tentativas de sus enemigos. Entonces el tirano los hizo arrojar a los dos en un gran brasero, pero salieron de entre las llamas sin haber experimentado mal alguno. Por fin, fueron conducidos a un arenal y allí enterrados vivos bajo un montón de piedras.
MEDITACIÓN SOBRE LA JORNADA DE UN CRISTIANO
I. Comienza el día con la oración de la mañana y termínalo con el examen de conciencia; todos los días asiste a la santa misa, haz por lo menos una corta lectura espiritual, sé fiel a tus prácticas de devoción para con la Santísima Virgen; todos los días encontrarás tiempo suficiente para tus negocios. ¿Cómo cumples tus ejercicios de piedad? ¿Cómo pasas los días de tu vida? Cuando a la noche encuentres que nada hiciste por Dios durante el día, di llorando: ¡Ay! he perdido un día que podía haber hecho de mí un santo y me hubiera podido procurar una gloria eterna!
II. Al levantarte, dite a ti mismo: He aquí, acaso, el último día de mi vida; si estuviera seguro que habría hoy de morir, ¿cómo emplearía esta jornada? Durante el día, al empezar tus acciones, eleva de vez en cuando tu corazón a Dios. Dile: Es por Vos, oh Dios mío, que trabajo y que sufro; concededme la gracia de que termine bien lo que emprendo y de que no os ofenda. Que toda mi vida os pertenezca, me ofrezco a Vos por entero. (San Agustín).
III. Al examinar tu conciencia, hazte estas preguntas: ¿Qué virtudes he practicado hoy y qué pecados he cometido? ¿Qué fue de los placeres que gocé y de los honores que recibí? ¿Qué me queda de ellos? Y, al contrario, ¡qué alegría experimentaría si hubiese hecho o sufrido algo por Dios! Piensa, por fin, que tu sueño sea acaso para ti el sueño de la muerte y tus sábanas la mortaja con la que serás sepultado. La podredumbre será tu cama y los gusanos tu vestidura. (Isaías).
El buen empleo del día Orad por los Obispos.
ORACIÓN
Haced, benignamente, Señor, que vuestros mártires San Crisanto y Santa Daría intercedan por nosotros, a fin de que tributándoles nuestros humildes homenajes, experimentemos los efectos de su constante protección. Por J. C. N. S. Amen.
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25 de octubre SAN CRISPÍN y SAN CRISPINIANO, Mártires
Los gloriosos hermanos y mártires de Jesucristo san Crispín y san Crispiniano eran nobles patricios de Roma los cuales al ver los estragos que los perseguidores de la Iglesia hacían en el rebaño del Señor, robándoles los bienes y quitándoles después la vida con los más atroces suplicios, determinaron vender toda su ha cienda y trasladarla al cielo por las ma nos de los pobres. Hechos así pobres por amor de Cristo, pasaron a las Galias en compañía de san Quintín y otros celosos cristianos, para dar noticia de la fe a aquellas gentes idólatras. Después de muy largos y penosos viajes, en los cua les sembraron en varias poblaciones las semillas de la verdad evangélica, pusie ron su residencia en la ciudad de Soissons, y a ejemplo de san Pablo, que unía su ministerio apostólico con el tra bajo manual, nuestros santos hermanos enseñaban en todas las ocasiones opor tunas que se les ofrecían, la doctrina del Salvador del mundo, y se ganaban el sustento haciendo calzado. Escuchaban los infieles con asombro sus pláticas ad mirables y consejos de perfección nunca oídos, maravillándose más todavía de su vida santísima, y señaladamente de su caridad, desinterés, piedad y menospre cio de la gloria y vanidad del mundo, pues jamás les veían en los públicos regocijos y fiestas de los dioses; porque mientras los idólatras se entregaban a aquellos pasatiempos, los dos santos hermanos se postraban delante de una cruz, y oraban con gran fervor a Jesucristo. para que con su gracia alumbrase a aquellos hom bres tan ciegos. De esta manera con su vida ejemplar y santa conver sación redujeron a la fe gran muchedumbre de gentiles. En esta sazón vino a la Galia Bél gica el emperador Maximiano Hercúleo, y algunos idólatras se quejaron amargamente de los dos hermanos, diciendo que eran enemigos de los dioses, y que desasosegaban al pueblo inficionándole con una nueva superstición. El emperador, por deseo de complacer a los delatores, y por el odio que tenía al nombre cristiano, dio orden de que los dos hermanos fuesen presos y presentados al tribunal de Riccio Varo, tirano sangriento, a quien había hecho antes, gobernador de la Galia, y promovido ya en aquellos días a la dignidad de prefec to del Pretorio. Mandó este bárbaro juez que atormentasen a los dos santos con desapiadados azotes y después con los más rigurosos suplicios, con que solían probar la constancia de los mártires, has ta que viéndolos salir triunfantes de todos los tormentos, mandó degollarlos. Le vantaron los fieles de Soissons un tem plo suntuoso a la memoria de los santos Crispín y Crispiniano, y san Eligio ador nó magníficamente las urnas de sus sagrados cuerpos.
REFLEXIÓN
En el glorioso catálogo de los santos figuran no pocos que concilia ron el trabajo manual y la fatiga del cuerpo con eminentísima santidad. San Pablo hacía tiendas de campañas, entre los demás apóstoles había pescadores, la bradores y de otros oficios, san José, la Virgen santísima y nuestro mismo divino Redentor se ganaron el pan con el sudor de su rostro. Pues, ¿qué perdón merecen aquellos cristianos tan reprensibles que con achaque de la pobreza que pasan, o del trabajo de que han de vivir, preten den excusar su pureza en las cosas de Dios y de su eterna salvación? ¿Por ven tura no puede el pobre labrador o artesa no tener a raya sus pasiones y vivir conforme a la ley del santo Evangelio?
ORACIÓN
¡Oh Dios! que nos alegras con la anual festividad de tus bienaventurados mártires Crispín y Crispiniano, concédenos propicio, que gocemos de sus méritos, y seamos instruidos con sus ejemplos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
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25 de octubre S A N F R U T O S,(*) Eremita
San Frutos tiene dos caminos. Ambos florecen de devotos el 25 de octubre de cada año. El primero desemboca en el trascoro de la catedral de Segovia, donde reposan los restos de su santo Patrono. Allí, en la mañana de su fiesta, se dan cita en policroma multitud los segovianos. Hombres y mujeres, mayores y chicos, se apiñan en el arranque de la nave central de la "dama de las catedrales góticas". Y con el pueblo se mezcla la clerecía. Entre los hábitos corales de los canónigos y los roquetes de los seminaristas emerge la mitra preciosa del prelado, quien, teniendo como telón de fondo el rico retablo que trazara Ventura Rodríguez para el Palacio Real de Riofrío y donara Carlos III a la catedral segoviana, hace un compás de espera en la procesión de las reliquias del Santo para que los cantores le entonen un villancico.
A vino rancio y a frescor primaveral les sabe siempre a los segovianos su himno pajarero. No sé por qué lo llaman de este modo, si por ser demasiado juguetón, ingrávido de contenido, con una letra de espuma que huye perseguida por unas notas transidas de barroquismo, o por alguna vinculación especial de San Frutos con las aves. Algo debe de haber cuando son muchos los cazadores que madrugan aquella mañana otoñal para aprovecharse de "la caza milagrosa" que tradicionalmente tiene lugar en ese día.
El otro camino conduce a lo que primeramente fue ermita del Santo; luego priorato benedictino, más tarde parroquia con reducido vecindario en torno, y hoy simple iglesia medieval, aunque cabeza de arciprestazgo.
El lugar es pintoresco en extremo. Nunca creí que los romeros de Castilla explayaran su devoción por otros caminos que los pedregosos que la tierra da. Pero yo fui a San Frutos por vía fluvial. Y esto, no por espíritu deportivo, sino por ser el camino más corto y accesiblemente menos dificultoso. Media hora de barca desde la presa del Barquillo hasta los cimientos mismos que la naturaleza preparó para la obra de la gracia. Sobre el tranquilo embalse con más de veinte metros de profundidad deslizábase lenta la barquilla, conducida por un experto remero portugués. Mientras sus brazos se balanceaban en monorrítmico ademán, sus ojos se poblaban de recuerdos. Contaba y contaba sin cansarse sus historias, como los gondoleros de Venecia desgranan al turista sus leyendas. Más de treinta años llevaba bebiendo las mismas escenas. El colorido y tipismo de la fiesta de San Frutos, cuando las laderas circundantes se visten de peregrinos que trepan por los riscos agarrándose a los matorrales para no caer al precipicio; cuando los caminos sin trazar florecen de canciones que confluyen en la ermita.
Contemplado desde la barca el paisaje es de una belleza salvaje y bravía. El río Duratón corre encañonado entre muros naturales de más de sesenta metros de altura, de extraordinario interés geológico y prehistórico. Al lado izquierdo se yergue imponente, como nido de cigüeñas y atalaya del espíritu, una iglesia románica, levantada sobre roca viva, cortada a pico sobre el abismo en un alarde de valentía y circundada en su totalidad por la corriente, excepto una pequeña lengua de tierra, y aun ésta, separada del resto en unos cuantos metros de profundidad y segada a tajo, según refiere la historia, por la mano taumatúrgica del Santo en un momento de extremado peligro.
San Frutos tuvo dos hermanos menores que él: Valentín y Engracia. Gemelos en el espíritu y en la virtud, los tres eran hijos de un matrimonio segoviano de noble alcurnia, a quien la tradición hace descender de patricios romanos. En cualquier ocasión hubieran podido trocar sus nombres, como las carmelitas se cambian sus cosas una vez al año. Los tres fueron valientes en las batallas que les tocó luchar; dieron frutos de auténtica santidad. Y la gracia de Dios les previno abundantemente. Empujados por ella, vendieron su rico patrimonio para entregarlo a los pobres. Corrían turbias las aguas del reino visigodo, allá por la segunda mitad del siglo VII, y ellos quisieron alejarse del fango. Atrás quedó la ciudad con su soberbio acueducto, con sus iglesias y también sus vicios.
Los gritos de la molicie silbaban en sus oídos. Pero el atractivo de la soledad les empujaba hacia el retiro. No descansarían hasta poner su nido en la hendidura de la roca, como la tórtola del Cantar de los Cantares.
Guiados por San Frutos llegaron al desierto. Como a tal lo consideran las lecciones del Breviario, que lo comparan al de Libia. Tierra aquélla inhóspita y ceñuda, aledaña de la Sepúlveda gloriosa que conociera Fernán González y Almanzor. Tierra de lastras, excepcionalmente yerma y de una impresionante austeridad. Ralos enebros rompen la monotonía pardusca de su piel y alternan con mortificantes canchales. ¡Magnífica invitación a la penitencia!
Hicieron alto en el camino. Habían encontrado, por fin, lo que deseaban. En adelante se alimentarían de soledad y de silencio. Bajo la grandiosa majestad de los peñascos, en las grietas naturales del terreno, encontrarían reposo para la oración y acomodo para sus espíritus. Levantaron tres ermitas a una distancia conveniente para defender mutuamente su soledad y empezaron a vivir a lo santo. "Allí donde todo era rigor aun a la vista, sin que ningún sentido tuviese ni los deleites que son lícitos: era el ayuno continuo; la vigilia, incesante; el sueño, limitado, el lecho eran las peñas; el vestido, cilicio; el alimento, hierbas; la bebida, mezclada con lágrimas; ningún trato ni memoria del mundo" (Flórez).
Pero San Frutos buscó las cumbres. En ellas plantó su tienda "para espiar mejor la gracia que baja del cielo". Arriba su espíritu se sentía más libre para los arrebatos de la oración, en que ocupaba la mayor parte del día. Oración armonizada por el silencio y coreada a trechos por el graznido silvestre de los grajos y el murmullo sonoro del río que se deslizaba en la hondonada. Locamente enamorado, como buen místico, de la naturaleza, en ella encontraba temas abundantes para sus penitencias.
Lo que más me llama la atención en San Frutos es esa adecuación maravillosa, esa rima aconsonantada entre las calidades de su espíritu y el tono del paisaje que escogió para escenario de su santidad. La tierra aquella no es montañosa. No se empina sobre el horizonte con aires de turgente soberbia. Tiene la sencillez del páramo, la austeridad del desierto, la hosquedad flagelante de la pedriza, y se arruga en sí misma agrietándose en barrancos de profunda humildad para dar paso a la acción modeladora de las aguas. Cuadro natural que puede exponerse como una réplica exacta del retrato moral de Frutos: sencillo, humilde, austero, sobrio y penitente. Hasta su rostro, decorado con abundosa barba aaronítica, lleva los surcos de la penitencia, como le soñó Carmona en una talla bien lograda que se conserva en la iglesia del Seminario de Segovia.
El tiempo le fue madurando para el milagro y aromándole con fama de santidad. Mientras él se empapaba de silencio se rompía la paz de España con la invasión de los moros. Un día el griterío de los infieles rebota en aquellos riscos patinados de tranquilidad multisecular. Un destacamento musulmán persigue a un puñado de cristianos, que huyen despavoridos, como los pájaros y las flores, a refugiarse bajo el manto pardo del Santo. Frutos, con su bastón cargado de sobrenaturalismo, traza una línea frontera entre las dos religiones. La roca le obedece. Se raja en dos mitades, quedando el prodigio bautizado para siempre con el nombre de "la cuchillada de San Frutos"
Desposado con la naturaleza, como San Francisco con la pobreza, se le torna sumisa a sus deseos. Otra vez quiere regalar a su hermana una fuente. para que no se lastime demasiado teniendo que bajar, para apagar su sed, hasta el lecho del río, y brota el manantial cerca del eremitorio de Santa Engracia.
Y así un año tras otro, haciendo penitencia por los pecados de su patria, hasta que un día, cargado de frutos, presenta su nombre en la taquilla del paraíso. Acostumbrados sus ojos al vuelo de las aves, él de un brinco romontó el cielo. Fue en el 715 de la era cristiana. El reloj de su vida marcaba el número 73.
JULIÁN GARCÍA HERNANDO
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25 de octubre SANTA ENGRACIA y SAN VALENTÍN, Mártires (745 P. C.)
Los cuerpos de San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, venerados por los cristianos segovianos, se conservaron en la ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI.
El rey Alfonso VI concedió esta ermita al monasterio de San Sebastián de Silos -hoy Santo Domingo de Silos- para que la cuidasen y facilitasen la creciente devoción del pueblo; se hizo escritura en el 1076. Los monjes recomponen la ermita como de nuevo y la habilitan para que puedan vivir en ella algunos monjes. Terminadas las obras en el año 1100, la consagra D. Bernardo, el primer Arzobispo de Toledo. Está construida sobre roca escarpada, como cortada a pico, a orillas del río Duratón, afluente del Duero. En ese nuevo lugar se depositan las reliquias de los tres santos.
Restaurada Segovia y restituida a su dignidad episcopal, se pasan a su catedral la mitad de las reliquias desde el monasterio de Silos, con autorización y mandato del Arzobispo de Toledo, en el 1125.
Tan celosamente se guardan que se pierde el sitio donde fueron depositadas hasta que se encontraron milagrosamente, en tiempos del celoso obispo D. Juan Arias de Ávila.
En el año 1558 se depositaron finalmente en la nueva catedral. Allí, en el trascoro, reposan los restos del Patrono de la Ciudad, teniendo por fondo el retablo que trazó Ventura Rodríguez para el palacio de Riofrío y que Carlos III donó para la catedral segoviana.
San Valentín y Santa Engracia, eran hermanos de San Frutos. nacieron en el seno de una familia rica que debió ser de profundas convicciones cristianas que supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus hijos. Sin que se sepa la causa, murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son herederos de unos bienes y comienzan a conocer en la práctica la dureza que supone el ser fieles a los principios. Parece ser que tanto tedio provocaron en ellos los vicios, maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno humano, que Frutos les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la misma libertad y libre determinación deciden vender sus bienes y los dan a los pobres. Dejaron la ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de la soledad, oración y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla del río Duratón les pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos. Hacen tres ermitas separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo de su vida de modo definitivo al trato con Dios.
A partir de aquí se tiene noticias de Frutos cuando el estallido de la invasión musulmana y su rápida dominación del reino visigodo. Frutos, en su deseo de servir a Dios, intervino de alguna manera -y con vivo deseo de martirio- en procurar la conversión de algunos mahometanos que se aproximaron a su entorno; defendió a grupos de cristianos que huían de los guerreros invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los espíritus de quienes se desplazaban al norte; fue protagonista de algunos sucesos sobrenaturales y murió en la paz del Señor, con el halo de santo, el año 715.
La misma historia refiere que sus hermanos Valentín y Engracia fueron de los mártires decapitados por los sarracenos y sus cuerpos colocados con el del Santo.
Lo que se sabe hoy del entorno en que viven y mueren estos santos facilita cubrir las lagunas o los interrogantes que pueden presentarse. La invasión musulmana, su rápido avance por el reino hispano-visigodo y el martirio de cristianos tuvieron su génesis. La unidad del reino tan lograda por la conversión del arrianismo a la fe católica de Recaredo en el 589 presentaba ahora una falsa cohesión por su fragilidad. Los clanes de nobles, civiles y eclesiásticos, con intereses políticos y económicos contrapuestos, tratan de controlar cada uno alternativamente el trono de Toledo y son una fuente continua de conflictos. La nobleza que en un principio recibió unos territorios para ejercer en ellos funciones administrativas, fiscales y militares, al hacerse hereditarias, quedan prácticamente privatizadas con detrimento progresivo de las funciones públicas características de un estado centralizado y llevan a la fragmentación del poder del monarca. La clase aristócrata asienta aún más la diferencia social con el pueblo cada vez más pobre, indefenso, desorientado, abandonado y hastiado del lujo de sus señores. Hay que añadir desastres naturales que asolan el país especialmente desde el reinado de Kindasvinto (642-653) como epidemias que diezmaban a la población, plagas de langostas, sequía, pestes y despoblamiento. El vicio, la amoralidad y desenfreno reina en la sociedad al amparo de lo que sucede en las casas de la nobleza. A la muerte de Witiza, los partidarios de Akhila, su hijo primogénito, no consiguen ponerlo en el trono ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y piden ayuda a los bereberes. El desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que fue una simple ayuda de los moros capitaneados por Tariq se convirtiera en toda una invasión y conquista posterior que colma los planes estratégicos del Islam por la decrepitud que se había ido gestando en el interior del reino visigodo.
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25 de octubre
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SAN FRONTÓN Obispo y SAN JORGE, Presbítero (Siglo I)
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San Frontón, fue consagrado en Roma por el apóstol San Pedro en la dignidad pontifical y, junto con cierto presbítero llamado Jorge, se le envió a predicar a dicha ciudad. Habiendo emprendido juntos la marcha, Jorge murió en el camino San Frontón lo enterró, y volviendo junto al Apóstol le contó la muerte de su compañero. Éste le ordenó: " dirás así: Por la obediencia que del Apóstol recibiste, en nombre de Cristo levántate y cúmplela". Y así se hizo. Por el báculo del Apóstol, San Frontón recobró de la muerte a su compañero de expedición, y convirtió al cristianismo con su predicación la citada ciudad, la ilustró con muchos milagros y, a su digna muerte, en ella recibió sepultura, es decir, en la iglesia que bajo su advocación se construyó, en la cual, por concesión de Dios, se otorgan muchos beneficios a los que los piden.
Algunos dicen que San Frontón fue uno de los discípulos de Cristo. Y aunque su sepulcro no es semejante a ningún otro sepulcro de santo, sino que es perfectísimamente redondo como el del Señor, aventaja a todos los de los demás santos por la hermosura de su admirable fábrica.
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25 de octubre SAN GAUDENCIO, Obispo de Brescia (410 P. C.)
San Gaudencio nació en Brescia a mediados del siglo IV. Fue el octavo Obispo de Brescia siendo considerado por sus pares como un gran orador.
Aunque más de una vez se le había pedido que volcara sus mensajes a la palabra escrita, Gaudencio no se sentía capaz de realizar aquella tarea. Un ciudadano importante del lugar, tal vez amigo de Gaudencio, estuvo enfermo y le pidió por escrito 10 sermones predicados en tiempos de Pascuas. El Obispo dio el paso y por este motivo conocemos sus grandes sermones.
Los temas de sus sermones tenían que ver con el Antiguo y el Nuevo Testamento pero a la luz de los hechos del momento. Así, en un sermón de Navidad hace un llamado a los ricos, para que no malgasten sus bienes y los compartan con los más necesitados.
En alguna oportunidad se le pidió a Gaudencio que profundizara la explicación de sus sermones, siendo por este motivo más grande su biblioteca.
Era tanto escritor como Obispo a su pesar, ya que según nos indica San Ambrosio, fue necesario recurrir a una serie de presiones para que aceptara el cargo.
San Gaudencio, reconocido como Padre de la Iglesia, en su iconografía es representado como Obispo. Murió en su Sede episcopal, hacia el año 410.
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25 de octubre SAN MINATO, Mártir (251 P. C.)
San Minato, era soldado romano de la guarnición de Florencia cuando estalló la persecución de Decio; se negó como buen cristiano a sacrificar a los ídolos y fue condenado a muerte en 251. La ciudad de Florencia ha guardado el recuerdo de este mártir y le ha dedicado notables monumentos de arte, como la iglesia que lleva su nombre.
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25 de octubre BEATO CRISTÓBAL DE ROMAGNOLA,(*) Fraile (1272 P. C.)
Cristóbal de Romagnola, a quien se conoce también con el nombre de Cristóbal de Cahors, fue discípulo personal de San Francisco de Asís. Cuando era párroco de la diócesis de Cesena y ya cumplidos los cuarenta años de edad, Cristóbal renunció a su beneficio para ingresar en la orden recién fundada de los Frailes Menores. Pronto se distinguió entre sus hermanos por sus austeridades corporales y el cariño con que servía a los leprosos. Fue enviado a Francia para predicar contra los albigenses y fundó el convento franciscano de Cahors, entre otros. Murió en Cahors, siendo ya muy anciano. Su culto fue aprobado en 1905.
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25 de octubre BEATO BALTASAR CHIAVARI,(*) Fraile (1492 P. C.)
Baltasar Ravaschieri nació en Chiavari, puerto del golfo de Génova, hacia el año de 1420. Ingresó en la orden de los Frailes Menores de la observancia, donde hizo la profesión a su debido tiempo y recibió la ordenación scerdotal. Baltasar fue amigo y compañero de predicación del Beato Bernardino de Feltre, con quien predicó con gran entusiasmo y éxito muchas misiones. Pero la enfermedad puso término a sus actividades misionales. Cuando ya no podía andar, el Beato Baltasar pedía que le llevasen cargado a la iglesia para asistir a la misa, a los oficios y para oír las confesiones de las grandes multitudes que acudían en su busca. De cuando en cuando, le transportaban a algún bosque, donde pasaba largas temporadas entregado a la oración y la lectura espiritual. En una de esas ocasiones, tuvo una visión de la Santísima Virgen, la cual le protegió milagrosamente de una nevada. En el siglo XVI, se grabó en piedra una inscripción para conmemorar ese doble milagro, cuya mención se incluyó en 1678 en los archivos de Chiavari. El Beato Baltasar murió el 17 de octubre de 1492, en Binasco. Su culto fue confirmado en 1930.
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25 de octubre
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BEATO TADEO,(*) Obispo de Cork y Dloyne (1492 P. C.)
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Muy poco sabemos sobre la juventud de Tadeo, que fue el único irlandés elevado al honor de los altares durante el período comprendido entre la canonización de Lorcan O'Toole (1228) y la beatificación de Oliverio Plunket (1920). Pertenecía a la familia real de los MacCarthy. Nació en la región de Munster, conocida actualmente con el nombre de Desmond. Su padre era señor de Muskerry y su madre era hija de Fitzmaurice, señor de Kerry. El nombre de Tadeo fue muy común en la familia durante siete siglos. Se dice que él hizo sus primeros estudios bajo la dirección de los frailes menores de Kilcrea. Después, partió al extranjero. Según parece, se hallaba en Roma en 1482 (tenía entonces veintisiete años), cuando el Papa Sixto IV le nombró obispo de Ross. Tres años más tarde, cuando Enrique Tudor empezó a gobernar tres reinos, los geraldinos yorkistas decidieron imponer a su propio candidato en la sede de Ross. Desde que el Papa había nombrado obispo al Beato Tadeo, el auxiliar de su predecesor, Hugo O'Driscoll, estaba descontento. Los enemigos de Tadeo alegaron que éste había obtenido del Pontífice la dignidad copal con engaños. También le acusaron de otros crímenes. El conde de Desmond se apoderó de las rentas de la sede, y el obispo tuvo que refugiarse en abadía cisterciense, en las cercanías de Palma, que el obispo de Clogher le había dado in commendam. Las maquinaciones de los Fitzgerald dieron por resultado que la Santa Sede suspendiese al Beato Tadeo en 1488. Este a entonces acudió a Roma para defender personalmente su causa. Al cabo de dos años de investigaciones, el Papa Inocencio VIII confirmó la elevación de Hugo a la sede de Ross, pero nombró a Tadeo obispo de las diócesis unidas de Cork y Cloyne, que estaban entonces vacantes.
Cuando el beato llegó a su diócesis, tuvo la desagradable sorpresa de ver que se le cerraban las puertas de su propia catedral y que las rentas de la sede se hallaban en manos de los Fitzgerald, los Barry y otros. En vano intentó hacer valer sus derechos y de conseguir, por medios pacíficos, que se le reconociese. Como todo resultase inútil, decidió partir nuevamente a Roma y apelar a la Santa Sede. El Papa condenó a los usurpadores y dio al beato cartas paara el conde de Kildare, que era entonces jefe del gobierno en Irlanda, para los prin cipales miembros del clan del propio Mateo y para otros personajes de impor tancia. En ellas, el Pontífice los exhortaba a proteger al beato y hacer triunfar la causa de la justicia. El Beato Tadeo emprendió, a pie, el viaje de vuelta. El 24 de octubre de 1497 llegó a Ivrea, al pie de los Alpes y se hospedó en la posada de los canónigos regulares de San Bernardo de Montjoux. A la mañana siguiente, le encontraron muerto en su lecho.
Los canónigos revisaron el equipaje del muerto y se enteraron de quién se trataba. Inmediatamente comunicaron la noticia al obispo de Ivrea, el cual mandó que fuese sepultado con la mayor solemnidad. Pronto corrió la noticia de la muerte de aquel obispo que viajaba a pie y de incógnito, como un hu milde peregrino y todo el pueblo asistió a los funerales en la catedral. Las personas piadosas siguieron visitando el sepulcro, y así empezó a extenderse el culto popular, favorecido por numerosos milagros. Mons. Richelmy, obispo de Ivrea y Mons. Callaghan, obispo de Cork, promovieron la causa de beatifi cación de Tadeo, cuyo culto fue finalmente aprobado en 1895. Su fiesta se ce lebra en las diócesis de Ivrea, Ross, Cork y Cloyne.
No poseemos muchos datos sobre el Beato Tadeo. Las lecciones del oficio del día de su fiesta pueden verse en lrish Ecclesiastical Record (1896), pp. 859-861. El decreto de confirmación del culto se halla en Analecta Ecclesiastical, vol. III (1895), p. 456; dicho decreto da pocos detalles biográficos y habla más bien de los milagros obrados por el beato en Ivrea. Cf. V. Berardi, ltaly and lreland in the Middle Ages (1950).
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25 de octubre
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RICARDO GWYN,(*) Mártir (1584 P. C.)
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Durante cuarenta años a partir de la disolución de los monasterios, Gales conservó su intenso catolicismo, ya que la mayoría de las principales fa milias y de la gente del pueblo, permanecieron fieles a la fe. Pero, cuando los misioneros católicos empezaron a pasar del continente europeo a Inglaterra, la reina Isabel y sus ministros se propusieron desarraigar el catolicismo, cortando los canales de la gracia sacramental y silenciando las voces que pre dicaban la palabra de Dios. En Gales, la primera víctima de esa campaña fue un laico llamado Ricardo Gwyn (alias White). Nació en Llanidlos, en el Montgomeryshire, en i537, y fue educado en el protestantismo. Después de hacer sus estudios en el Colegio de San Juan, de Oxford, abrió una escuela en Overton, de Flintshire. Poco después se convirtió al catolicismo. Cuando su ausencia de los servicios protestantes despertó sospechas, Ricardo se trasladó a Erbistock con su familia. En 1579, mientras se hallaba en Wrexham, 1.. reconocido por un apóstata, quien le denunció a las autoridades. Ricardo fue arrestado, pero consiguió escapar. En junio de 1580, el consejo de la reina ordenó a los obispos protestantes que tratasen más enérgicamente a los católicos que se negaban a prestar el juramento de fidelidad, especialmente a "todos los maestros de escuela, así públicos como privados". De acuerdo con las instrucciones, los obispos mandaron arrestar, un mes después, a Ricardo Gwyn, a quien el juez envió a la prisión de Ruthin. Compareció nuevamente ante el juez alrededor del día de San Miguel, pero, como se negó a prestar el juramento de fidelidad, fue devuelto a la prisión. En mayo del año siguiente, el juez ordenó que se le condujese por fuerza a una iglesia protestante. Ricardo aprovechó la ocasión para interrumpir al predicador con el ruido ensordecedor de sus cadenas. En castigo, se le puso en el cepo desde las 10 de la mañana hasta las 8 de la noche, "en tanto que una turba de ministros protestantes le molestaba". Uno de ellos afirmaba que él poseía el poder de atar y desatar, exactamente lo mismo que San Pedro. Como aquel ministro tenía la nariz colorada como la de un bebedor, Ricardo le respondió exasperado: "La dife rencia es que, en tanto que San Pedro recibió las llaves del Reino de los Cielos, vos habéis recibido, según parece, las llaves de la bodega". El juez condenó a pagar una multa de 800 libras por hora por haber causado desorden la iglesia. En septiembre, se le impuso una multa de 1680 libras (con el valor actual ) por no haber asistido a los servicios protestantes en todo el tiempo que llevaba en la prisión. El juez le preguntó cómo iba a pagar esas multas tan elevadas. Ricardo respondió: "T engo algún dinero". " ¿Cuánto?", preguntó el juez: "Seis peniques", replicó el beato sonriendo. Después de ser juz gado otras tres veces, fue enviado con otros tres laicos y el sacerdote jesuita Juan Bennet ante el consejo de las Marcas. Los mártires fueron torturados en Bewdley, Ludlow y Bridgnorth, para que revelasen los nombres de otros católicos.
En octubre de 1584, el Beato Ricardo fue juzgado por octava vez, en Wrexham, junto con otros dos católicos, Hughes y Morris. Se le acusaba de haber tratado de reconciliar con la Iglesia de Roma a un tal Luis Gronow, y de haber sostenido la soberanía pontificia. Ricardo respondió que jamás había cruzado una palabra con Gronow. Este último declaró más tarde, públicamente que el vicario de Wrexham y otro fanático le habían pagado a él y a dos personas cierta suma para que levantasen falso testimonio. Como los miembros del jurado se negaron a asistir al juicio, el juez formó de improviso otro jurado, cuyos miembros tuvieron la ingenuidad de preguntarle, ¡a quié nes debían absolver y a quiénes debían condenar!, Ricardo Gwyn y Hughes fueron sentenciados a muerte, y Morris recobró la libertad. (Hughes fue des pués indultado). El juez mandó llamar a la esposa de Ricardo, quien se pre sentó con su hijito en los brazos y la exhortó a no imitar a su marido. Ella replicó: "Si lo que queréis es sangre, podéis quitarme la vida junto con la de mi esposo. Basta con que deis un poco de dinero a los testigos e inmediata mente declararán contra mí". El Beato Ricardo fue ejecutado en Wrexham (que es actualmente la cabecera de la diócesis de Mynwyn), el 15 de octubre de 1584. Era un día lluvioso.
La multitud gritó que le dejasen morir antes de desentrañarlo, pero el alcalde, que era un apóstata, se negó a conceder esa gracia. El mártir gritó en la tortura: "¡ Dios mío! Qué es esto, ?" "Una ejecución que se lleva a cabo por orden de Su Majestad", replicó uno de los esbirros. "¡Jesús, ten miseri cordia de mí! ", exclamó el Beato Ricardo. Unos instantes después, su cabeza rodaba por el suelo.
Durante sus cuatro años de prisión, el Beato Ricardo escribió en galés una serie de poemas religiosos, en los que exhortaba a sus compatriotas a "per manecer fieles a la Santa Madre Iglesia y describía, con una violencia compren sible en sus circunstancias, a la nueva religión y sus ministros. Fue beatificado en 1929. La diócesis de Mynwyn celebra su fiesta.
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25 de octubre BEATO PEDRO GEREMIA, Sacerdote
El Beato Pedro Geremia nació en Palermo (Italia), en 1399. Estudió derecho en Bolonia y en 1424, en la víspera de su graduación, entró en un convento de la Orden Dominica. Fuei novicioo de San Antonio. Participó en la reforma espiritual de Orem y ayudó en la reforma del clero diocesano. Murió en 1452.
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