EL BEBÉ DEL AÑO NUEVO
La idea de utilizar un recién nacido para
simbolizar el comienzo de un nuevo ciclo surgió
en la antigua Grecia alrededor del año 600 a.C. En
las fiestas dionisiacas, era costumbre hacer
desfilar, como homenaje a Dionisos, dios del vino y
de las francachelas, un bebé en un cesto de juncos,
que representaba el renacimiento anual de ese dios
como espíritu de la fertilidad. En Egipto se
efectuaba una ceremonia similar representada en
la tapa de un sarcófago que hoy se encuentra en un
museo británico. Dos hombres, uno de ellos viejo y
con barba y el otro en el apogeo de su juventud,
aparecen en él portadores de un bebé en
un cesto de mimbre.
Tan corriente era el símbolo del bebé del
Año Nuevo en tiempos de los griegos, egipcios y
romanos, que la primitiva Iglesia católica, tras
no poca resistencia, permitió finalmente a sus
miembros la utilización en celebraciones, con
tal de que quienes participaban en ellas admitieran
que el bebé no era un símbolo pagano, sino una
efigie del Niño Jesús. Nuestra moderna imagen de
un bebé en pañales y con el número del año en
el pecho se originó en Alemania, en el siglo XIV,
y apareció sucesivamente en ilustraciones
y en canciones de cada época.
Del libro "Las cosas nuestras de cada dís" de Charles Panati
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