En los ojos se abren infinitos senderos. Son de encrucijadas de la sombra. La muerte llega siempre de esos campos ocultos. (Jardinera que troncha las flores de las lágrimas.) Las pupilas no tienen horizontes. Nos perdemos en ellas como en la selva virgen. Al castillo de irás y no volverás se va por el camino que comienza en el iris. ¡Muchacho sin amor, Dios te libre de la yedra roja! Guárdate del viajero, Elenita que bordas corbatas!