Con el cántaro a los hombros, Entre nubes y destellos, La Ñusta pisa las cumbres Más vecinas de los cielos. Risueña, el cántaro inclina Y derrama suave riego En las ceibas de los bosques Y en los cactos del desierto. De gozo, entonces, henchido, Alza un himno el Universo Con la voz de sus arroyos Y la lengua de sus vientos. La ruda maza en el puño Y la cólera en el ceño, El hermano de la Ñusta Asoma y corre a lo lejos. Salta por cumbres y abismos Como en fantástico vuelo; Tenaces golpes de maza Descarga en llanos y cerros. Quiebra el cántaro, y entonces Vibra el rayo, zumba el trueno Y en cataratas de lluvia Se desploma el firmamento.