El águila y su Pichón
Se cuenta la historia de un águila que
había construido su nido en lo alto de un
peñasco. Cierto día cuando volaba en torno
de su nido, el águila vio a su aguilucho recién
nacido que se agarraba desesperadamente
del borde del nido, tratando con todas sus
fuerzas de sostenerse e impedir así una
caída al abismo, lo que sería
fatalmente su fin.
Como era imposible alcanzar el peñasco
antes que su cría cayera, el águila descendió
con la velocidad de un rayo debajo de su hijito
y abrió sus fuertes alas para interrumpir su caída.
Con su cría agarrada a ella el águila planeó
entonces con seguridad de vuelta al nido.
Moisés, antes de su muerte, dando su
bendición al pueblo, les aseguró que Dios
no los abandonaría y por eso dijo:
“El Dios eterno es tu protector y por
debajo tuyo extiende sus brazos eternos”.
Aun hoy podemos confiar en esta promesa.
Así como el águila extendió sus alas para
interrumpir la caída de su cría, así Dios
extiende sus brazos para interrumpir la caída
de cada uno de sus hijos.
A veces Dios llega a permitir que caigamos
de nuestro nido (sufrimientos, pérdidas,
desilusiones, problemas familiares, etc.),
para mostrar cuán débiles e impotentes
somos, para sentir cuán dependientes somos
de su protección. Sólo que Dios no quiere que
lleguemos hasta el suelo y nos invita a
través del salmista: “Entrega tu camino
al Señor, confía en él y el resto él lo hará”
Creo en las promesas de Dios porque yo creo
en un Dios vivo. Creo que Dios no perdió su
poder, sino que continúa extendiendp sus
brazos para ampararme.Creo en aquella
promesa bíblica: “Vengan a mi todos ustedes
que estan cansados de cargar sus pesadas
cargas y yo los aliviaré”
Creo en la ayuda de Dios ¿Y tú?
Renuevodeplenitud