Cuando alguien nos regala algo por que nos quiere, no se nos ocurre pagárselo; sería romper la magia y la belleza de este acto. De igual manera, si Dios nos ha regalado la felicidad ¿Por que insistimos en tener que pagar un precio para conseguirla? (Me imagino a Dios perplejo con el paquete en la mano, compadeciéndose de nuestra estupidez.)