Irene
¿Conoces ya la tinta meditada
de la primera luz?
Mira el esfuerzo que en la copa más alta del
bosque más oscuro raya un momento, avisa y
mientras cae
forma la claridad.
Así comienza el día.
Así también, contigo,
cobran todas las cosas
un impreciso afán por empezar de
nuevo, por ser tu compañía
cuando el tiempo aparezca.
Y no es el mecanismo
oxidado de un tren lo que se mueve,
ni las maderas de la barca
están secas aún.
No en todas las historias
el tiempo necesita la nostalgia.
Pero tiene la luz recuerdos que son nuestros.
Van a bajar los dioses de sus libros,
alguien descubrirá que el mundo es navegable,
habrá días y noches, y en la luna de lo ya sucedido
respirará la fábula blanca del calendario.
¿Qué haremos de nosotros
ahora que los espejos todavía
no tienen una sombra que llevarse a sus
láminas y los recuerdos nacen aprendiendo
a contar hasta diez?
¿Qué podemos hacer con lo que nos han dado?
Como una insinuación, como la piedra
interroga al estanque,
cae la luz en el sueño de la casa.
Y la distancia, esa divinidad que medita en el
agude los puertos, vuelve al pasado, busca
entre sus mitos
un ángel sin heridas,
una nueva metáfora,
algo que no es tu nombre,
pero que yo pronuncio desde el fondo
abierto de tus ojos.
Luis García Montero