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Autoestima baja
Imagine su autoestima como un edificio
en construcción que fue diseñado para usted
cuando nació y que prometía un hogar maravilloso
de por vida. Cada vez que alguien demostraba su
amor o aceptación hacia usted, la base del edificio
se hacia más fuerte. Cada éxito que tuvo y cada trabajo cumplido aun
el más pequeño fue otro ladrillo sumado al edificio. Cada riesgo tomado y cada gramo de reconocimiento
y apoyo que ha recibido, reforzado por la idea de
que usted es amable y capaz, hace que su edificio
sea un mejor lugar donde vivir. Al mismo tiempo, cada porción de crítica negativa, nombre ofensivo, es un proyectil que pega contra
su edificio.
Esperanzas vanas, amores frustrados, salir del
equipo, ser rechazado en un trabajo, ser golpeado
por el bravucón del barrio o ser mortificado de
alguna forma son cosas que tumban paredes
o ventanas en el edificio. A veces se ha construido lo suficiente para
sobrellevar la destrucción y mantener una
alta autoestima. Otras veces los proyectiles pegan
tan duro y tan tupido que uno no puede volver a
la normalidad lo suficientemente rápido. Entonces,
las bases del edificio empiezan a tambalearse. Es duro encontrar seguridad, confianza o éxito
cuando la autoestima de uno ha sido demolida.
¿Quién es el que lanza esos proyectiles a su edificio
de ladrillos? La comitiva de demolición original
fue de personas a las que amó o respetó. Padres
que diligentemente lo llenaron de críticas negativas. Aquello que en momentos de ira le dijeron
cosas injuriosas, los que alguna vez dijeron en voz
alta que ojalá fuera diferente o que nunca
hubiese existido. Los maestros encontraron errores
en sus mejores esfuerzos. Lo compararon de
forma desfavorable con estudiantes que eran
más inteligentes, más fuertes o mejor dotados.
Le golpeaban los nudillos cuando no se conformaba
en función de sus estándares y lo etiquetaban
con expresiones tales como “estudiante de
lento aprendizaje” o “con problemas de comportamiento” “poco motivado” o “que no
cumple con su potencial”. La baja autoestima no
es una maldición, un signo de por vida o
condición irreversible. El creer que no se merece
algo mejor acaba por ser una barrera. Y como
toda barrera, puede ser derribada. Crea –o haga
como si fuera así de necesario- que existe aunque
sea una remota posibilidad de que merece algo
mejor y de que es capaz de aprender cómo
obtenerlo. Si esto resulta duro, piense que es
posible, (cambio positivo).
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