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Las preocupaciones nos roban salud
Nuestro cerebro no tiene la capacidad de diferenciar
entre un evento real, y uno que imaginamos.
En otras palabras: nuestro organismo procesa
el terror que sentimos ante la idea de enfrentar
una bancarrota, como si esta fuera una realidad.
Aunque todo esté en la mente, se eleva la presión
arterial, se segregan las hormonas del estrés, se
contrae la respiración y aumenta el ritmo cardiaco.
Eso es en el plano físico. En el mental y emocional,
la capacidad de pensar claramente y de ver
soluciones, disminuye ante el miedo. Además, nos
volvemos tensos e irritables. Vivir sin preocuparse
inútilmente no quiere decir vivir irresponsablemente,
y mucho menos enterrar la cabeza en la arena.
Cuando surge un problema concreto y real,
entonces, con la mente clara, y tomando en
cuenta las circunstancias que nos rodean, se deben
explorar las posibles soluciones. Pero eso ya no
sería preocuparse, sino ocuparse. La diferencia
entre planear y preocuparse es que lo primero
trae paz mental, mientras que lo segundo
nos la roba.
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