Las trampas de Dios
En realidad, la razón más práctica para examinar
el papel de la plegaria en las curaciones es
precisamente que algunas veces funciona. Y además,
el hecho de que en ocasiones no lo haga con todo
el poder y previsibilidad requeridas tal vez refleje
las deficiencias no de la oración, sino de quienes
la practican. Quizá los orantes no están en el
estado anímico adecuado, no tienen fe o no piden
lo correcto. Tal y como escribió C. S. Lewis: "si
Dios hubiese atendido todas mis absurdas plegarias,
¿dónde estaría yo ahora?"
En vista de nuestras limitaciones, quizá el camino
más sensato a seguir por un Ser Supremo sea el
de frenar los efectos de las plegarias o ignorarlas
en su mayor parte. Así reduciría el peligro que
éstas podrían suponer si fueran utilizadas por
seres imprudentes. Ello explicaría que no exista
una fórmula eficaz de rezar.
Pero no es sólo eso; si las plegarias funcionaran
siempre nadie moriría. En este sentido cabe citar
a numerosos líderes espirituales que han fallecido
víctimas de enfermedades dolorosas, nada propias
de seres elevados. Santa Bernadette, a quien se le
apareció la Virgen en Lourdes, murió de cáncer
de huesos y tuberculosis a los 35 años; Krishnamurti,
el célebre maestro espiritual, a causa de cáncer
de páncreas; Suzuki Roshi, divulgador del budismo
Zen, de cáncer de hígado; Ramana Maharshi, el
santo más requerido de toda la India de cáncer de
estómago, y la lista podría ser más extensa.
Las explicaciones a estas disfunciones en personas
tan espirituales son múltiples, pero sea cual fuere la
respuesta, su actitud nos lleva replantearnos una
suposición muy extendida en la Nueva Era: que la
falta de salud y las enfermedades denotan carencia
de equilibrio espiritual. El argumento desde luego
es falso pues si espiritualidad fuera sinónimo de
salud ¿cómo explicar, en la otra cara de la moneda,
la existencia de esos pecadores con salud óptima?
Nadie tiene la culpa de estar enfermo: "Ni él pecó, ni
lo hicieron sus padres, sino que esto es para que se
manifiesten las obras de Dios en él", así contestó
Jesús cuando los discípulos le preguntaron por un
hombre que era ciego de nacimiento Tal vez en su
respuesta esté la razón última de porque la
oración no puede resultar absolutamente eficaz el
cien por cien de los casos. Algunas dolencias tienen
quizá un sentido cósmico, invisible a los mortales
y tan sólo conocido por la divinidad.